El folklorista y prolífico músico santiagueño Juan Enrique “Chango” Farías Gómez murió mientras se encontraba internado en el Sanatorio Otamendi de Buenos Aires por una afección pulmonar.
Además de su extensa carrera artística, en la que se destacó como uno de los precursores de la polifonía en el folklore, Farías Gómez también se había desempeñado en la función pública, ya que fue director nacional de Música y legislador porteño.
Entre otras formaciones musicales, el “Chango” fue creador e integrante junto a Peteco Carabajal y el recordado Jacinto Piedra de “Músicos Populares Argentinos (MPA)”, grupo en el que también participaban Verónica Condomí y el “Mono” Izarrualde.
Del ballet “del Chúcaro” a Ballet Nacional
Durante el tiempo en que se desempeñó como director nacional de Música, con su hermana Marian Farías Gómez, visitó Misiones y participó del Segundo Campamento Cultural realizado en San Antonio en 1990.
Pero es recordable que en tanto duró su presencia en el cargo, el Chango consagró como “Ballet Nacional” al que hasta entonces había sido el Ballet Folklórico de Santiago Ayala, el Chúcaro, con la codirección de Norma Viola.
Los Huanca Huá, los inolvidables
Enrique Farías Gómez había nacido el 19 de diciembre de 1937 en Santiago del Estero pero pasó su infancia y adolescencia en el barrio porteño de San Telmo.
En 1960 formó el grupo vocal Los Huanca Huá junto con su hermano Pedro Farías Gómez, Hernán Figueroa Reyes, Coco del Franco Terrero y Guillermo Urien.
El grupo -cuyas grabaciones aún conservan la vigencia y el encanto de lo original, para los amantes de la música de proyección folklórica- revolucionó el modo de interpretar las melodías típicas, mediante complejos arreglos vocales, introduciendo la polifonía y el uso de fonemas y onomatopeyas para marcar el ritmo.
Es difícil que alguien de la época o de años posteriores no haya escuchado “El huaschito (El Pobrecito)”, un gato de Farías Gómez que constituyó la primera grabación de los “Huanca huá” y no recuerde haber hecho sonar el pecho como un bombo.
Precisamente en una nota obtenida en plena visita del Chango a Misiones, PRIMERA EDICIÓN le preguntó por esos sonidos poco comunes aún varias décadas después y respondió simplemente que “en Santiago cualquier chango anda con un bombo o una guitarra musiqueando. Y si no tiene bombo acompañará su canto golpeándose el pecho o las rodillas con sus manos”.
Encaminado el grupo, lo dejó dirigido por su hermano Pedro y formó el Grupo Vocal Argentino, considerado por los críticos como el mejor grupo vocal de la historia musical argentina.
En 1964 realizó los arreglos de percusión para esa pieza antológica del folklore argentino llamada la Misa Criolla de Ariel Ramírez. Lo logrado fue muy del agrado del pianista santafesino que decidió incorporar a Farías Gómez como intérprete de la percusión en la primera grabación de la Misa Criolla ese mismo año, junto a Los Fronterizos.
En 1975 formó un trío con Kelo Palacios (Guitarrista, charanguista, hijo de Margarita Palacios), y el bandoneonista salteño Dino Saluzzi. Un año más tarde se exilió en España debido que era perseguido por la organización peronista de derecha Triple A.
El patriarca de una familia musiquera
Como patriarca de una familia tradicionalmente musical, el Chango abrió las puertas de Buenos Aires a muchos artistas santiagueños. También ayudó a “hacerse fuertes” a los que ya andaban por esos pagos porteños.
A su sombra y bebiendo del río fecundo de su música, crecieron Marian y Pedro, sus hermanos y Guadalupe Farías Gómez, su sobrina, entre otros.
De campamento en Misiones
En 1990 el Chango Farías Gómez, en ejercicio de su cargo de director nacional de Música visitó Misiones en compañía de su hermana Marian Farías Gómez, cantante, guitarrista y percusionista. Ya en la provincia se incorporó al grupo de más de cien personas, todas del ámbito cultural de Misiones, que participó del segundo
campamento cultural organizado por la Subsecretaría de Cultura de la provincia (a cargo entonces de Julio César Vázquez) en San Antonio.
En aquella población de “la frontera de Oriente”, lindante con Brasil y conocida por el sobrenombre -que para entonces le adjudicaban sus propios habitantes- de “donde casi nunca llega nadie”, el músico santiagueño compartió alojamiento (en escuelas) y las actividades del campamento.
En la noche de las vísperas del cierre, junto a su hermana, brindaron un verdadero recital a los campamentistas y público reunido.