Enviado a la basura es la primera cuantificación de las pérdidas totales de alimentos en los establecimientos agropecuarios desde el 2011. Al combinar datos actualizados sobre la pérdida en las cadenas de suministro y el desperdicio en el comercio minorista y el consumo, tenemos una imagen más clara de la escala de la pérdida y el desperdicio de alimentos desde los campos hasta la mesa de los consumidores.
La producción de alimentos utiliza una gran cantidad de tierra, agua y energía, por lo que el enorme desperdicio a nivel mundial tiene un impacto significativo en el cambio climático, contribuye e intensifica la degradación ambiental y perpetúa la inseguridad alimentaria. Estimaciones anteriores sugieren que el desperdicio de alimentos representa el 8% de los gases de efecto invernadero (GEI), pero los nuevos datos de Enviado a la basura indican que las cifras son aún más sustanciales y apuntan a una contribución de aproximadamente el 10% de todas las emisiones de GEI. Esto es el equivalente a casi el doble de las emisiones producidas por todos los automóviles conducidos en los EE.UU y Europa en un año. Otro de los resultados del informe es que se utilizan aproximadamente 4.4 millones de km² de tierras agrícolas y 760 km³ de agua para producir el alimento que se desperdicia.
“Actualmente, a nivel mundial más de 800 millones de personas se van a dormir sin tener cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y, si vemos la situación en nuestro país, alrededor del 30% de niños, niñas y adolescentes sufre emergencia alimentaria. Es incoherente que esto suceda al mismo tiempo que en el planeta se desperdicia el 40% de los alimentos. El informe nos muestra que con la cantidad de comida que termina en la basura, se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy pasan hambre en el mundo. Además, junto a los alimentos, se pierden todos los recursos naturales que se utilizaron para producirlos. Esto debe revertirse. Es momento de redoblar nuestros esfuerzos para frenar el desperdicio de alimentos, solucionar los problemas mundiales de inseguridad alimentaria y desnutrición, y reducir los impactos en la salud ambiental”, afirmó Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
Aunque varios países están comenzando a desarrollar planes de acción para abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos, a menudo se concentran en la última etapa de la cadena de suministro, en gran parte porque la escala y gravedad del problema en los establecimientos agropecuarios no se ha apreciado y abordado completamente hasta ahora. Hasta la fecha, sólo 11 de los 192 planes climáticos nacionales (alrededor del 5%) presentados como parte del Acuerdo Climático de París mencionan la pérdida y el desperdicio de alimentos, y Argentina no es uno de ellos. Adoptar una visión más integral y abordar las pérdidas en todas las etapas de la producción y consumo de alimentos ayudará a mitigar el cambio climático, reducirá la presión para convertir y degradar la naturaleza y ayudará a lograr la seguridad alimentaria.
Enviado a la basura descubre que los alimentos se pierden en los establecimientos agropecuarios por una variedad de razones, incluidos factores controlables y decisiones humanas, y también plantea que existen diferentes áreas de acción para llevar adelante prácticas que permitan revertir el desperdicio de alimentos en todas las etapas de la producción y consumo:
1. Mercados y cadenas de suministros: las prácticas y estructuras de mercado actuales separan a los agricultores de su mercado final, y mantienen con frecuencia equilibrios de poder asimétricos que favorecen a los mercados sobre los agricultores. Esto provoca desajustes entre ambas partes, debilita la capacidad de los agricultores para negociar y disminuye sus ingresos, lo que dificulta romper los ciclos de pobreza e invertir en capacitación y tecnología para reducir el desperdicio de alimentos.
2. Gobiernos nacionales: los gobiernos nacionales juegan un papel clave para evitar la pérdida de alimentos y este tema debería ocupar una posición más alta en las agendas gubernamentales, con objetivos que apunten a desarrollar políticas que protejan a los agricultores de prácticas comerciales desleales, inversión en infraestructura, I + D y capacitación, y leyes de pesca y bienestar animal más fuertes que reduzcan volumen de residuos en la producción ganadera y pesquera.
3. Instituciones multilaterales y ONGs: a nivel mundial, se deben impulsar iniciativas y programas futuros que establezcan objetivos para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en un 50% desde los campos hasta la mesa. Los informes de pérdida y desperdicio de alimentos que se desarrollen deben incluir los datos de todas las etapas de la producción y el consumo de alimentos, y sus impactos sociales, ambientales y económicos, para generar información disponible y actualizada que permita abordar las prácticas que generan el desperdicio de alimentos.
4. Ciudadanos: el público también juega un papel activo en la búsqueda de revertir el desperdicio de alimentos. Comunicar y concientizar sobre esta problemática puede generar ciudadanos informados, más responsables y activos, que puedan tomar el control de sus elecciones alimentarias y evitar la pérdida de alimentos. Esto puede impulsar cambios a nivel consumo que presionen a los agricultores, gobiernos y empresas a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y promover una mayor salud ambiental.