
Las fiestas patronales de los pueblos forman parte importante de la cultura de la región misionera, pues se trata de una tradición que se remonta a la época de las misiones jesuíticas.
Era común que los padres jesuitas al fundar las reducciones pusieran su protección bajo la advocación de la Virgen, de algún Santo o Mártir de la Iglesia Católica. De ese modo el pueblo y los habitantes se encomendaban por un acto de la fe ante un Santo Patrono, protector y benefactor.
En 1633, los padres de la Compañía de Jesús fundaron la reducción de Nuestra Señora de la Natividad del Araricá, actual estado de Río Grande do Sul (Brasil) y debido a los reiterados ataques de los bandeirantes, en 1638 la reducción, juntos a otras, se trasladó al territorio de la actual Misiones.
Asentada en su nuevo emplazamiento, se cambia el nombre por el de “Apóstoles”, quedando bajo la advocación de los “Santos Apóstoles Pedro y Pablo”, a partir de entonces (1638), la reducción fue conocida como “Reducción de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo”.
El día 29 de junio, fijado en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica para celebrar a los santos Pedro y Pablo, se constituyó una fecha significativa para la reducción de Apóstoles.
Como bien lo describe un testigo contemporáneo de estos festejos, Don Diego de Alvear, en su obra titulada “Relación geográfica e histórica de la Provincia de Misiones”, los festejos patronales duraban una semana completa e incluían celebraciones litúrgicas, competencias de destrezas, danzas, carreras de sortija, la procesión por la reducción con las imágenes de los Santos Patronos y un abundante banquete ofrecido a los visitantes.
Las fiestas patronales se repetían anualmente, hasta que en el fatídico año 1818, la reducción quedó totalmente destruida e incendiada por los invasores portugueses. La antigua reducción desapareció, pero el nombre de “Santos Apóstoles Pedro y Pablo” perduró en el tiempo a través de la tradición y el folklore popular de la región.
Aunque la reducción había desaparecido, el lugar siguió siendo reconocido como “Apóstoles”, hasta la última década del siglo XIX, momento en que arriban los primeros inmigrantes ucranianos y polacos.
En 1899 llegó el primer sacerdote, el Padre Cynaleski y ante el requerimiento de los colonos, se comenzó a construir la primera capilla, la que fue puesta bajo la advocación de “San Pedro y San Pablo”. El pueblo de Apóstoles volvía a entronizar a sus Santos Patronos y a homenajearlos cada 29 de Junio y se trataba de un auténtico acto de restitución histórica y de afirmación de una identidad centenaria.