Ni existen en Argentina la cantidad de vacunas que se anunciaron meses atrás, ni hablar de la cantidad de personas vacunadas, ya sea con una o las dos dosis según sea el caso. La inflación ya se devoró más de la mitad de toda la meta anual.
La confianza de los consumidores cae en picada producto del escenario general y de la pérdida de poder adquisitivo. El salario lejos está de empatarle siquiera a la inflación tal y como pretendía Economía para estas alturas.
Todas las previsiones respecto al crecimiento de la economía para 2021 respecto de la brutal caída del año pasado se ralentizan y estipulan porcentajes menores semana a semana. Y lo peor es que cualquier crecimiento que pudiera darse este año, sea cual fuere su tamaño, se verá limitado por una elevada inflación, por los controles cambiarios y por la inmensa incertidumbre política.
La negociación por la deuda, el gran obstáculo que el Gobierno se propuso sortear tempranamente para ocuparse luego de la macroeconomía, sigue empantanada. Sobran declaraciones de buena voluntad entre las partes, pero en la mesa nada se vio aún. El tiempo pasa y la macro sigue ahí… deteriorándose minuto a minuto.
Resulta exasperante observar cómo cada maniobra del Gobierno para frenar la inercia de la crisis termina adoptando un efecto contrario y pegando de lleno en la sociedad.
Sin ir más lejos, la decisión de prohibir las exportaciones de carne tuvo también de inmediato un efecto boomerang. Antes del anuncio oficial, la hacienda de consumo se operó a 200 pesos el kilo en el Mercado de Liniers.
En las últimas horas, las vaquillonas y los novillos lo hicieron a 229 pesos, un 15% por encima del valor “pre-prohibición”. A los precios que se registran en el Mercado de Liniers hay que agregarles el IVA y los gastos y entonces finalmente el precio al consumidor.