
En el mundo de las leyendas, el nacimiento del paraguas se remonta nada menos que al siglo XI a.C. Los primeros modelos estaban confeccionados con bambú y tela, dos materias primas que nos revelan la cuna de nacimiento de este invento que nos resguarda de la lluvia.
La leyenda cuenta que el paraguas fue inventado por Lu Mei, una joven que había retado a su hermano a idear algo que les protegiese de la lluvia. En una noche, Lu Mei construyó un bastón del que pendían 32 varillas de bambú cubiertas de tela.
Tras la caída del Imperio Romano, desapareció hasta finales del siglo XV, cuando resurgió en Francia. Lo hizo como objeto de lujo de la alta sociedad parisina, con un uso más bien ligado a la protección solar, como sombrillas.
Su utilización específica como paraguas tuvo lugar en Inglaterra y finalmente se convirtió en instrumento de uso cotidiano a partir del siglo XVIII. El químico escocés Charles Macintosh presentó en 1823 el primero impermeable, que olía a caucho.
En China también se inventó el paraguas plegable y se ensayaron los primeros intentos de impermeabilización, con barniz y cera, de esos rudimentarios tejidos iniciales.
Nacía así el paraguas, que bajo la forma de sombrilla llegaría a utilizarse en Corea, Japón, Persia, Egipto y en la Antigua Grecia. Sin embargo, con el tiempo, esta aportación llegaría a perderse en el olvido para volver a resurgir con fuerza a finales del siglo XV.