El “no”, no es un no al otro es a uno ¡mismo!
Y duele, cómo duele.
Duele porque es un límite a uno mismo, a las expectativas, a las fantasías.
Cuesta, da miedo, miedo a quedarse solo, miedo a que no nos quieran, miedo a perder la pertenencia.
El “no” es límite hacia fuera y hacia dentro. Demarca, protege, regula, limita, estructura.
Es principio de realidad. Nos ubica en y con el entorno, a veces nos da la salida de lugares estancos.
¿Será que ya es ciclo concluido?, ¿será que ya no queremos estar en ese lugar? ¿Será que despertamos y no entendemos cómo llegamos allí?
¡En fin! Nos hemos acostumbrado tanto a callar, a vivir en el silencio, silencio que genera vacíos, vacíos que encubren ausencias, ausencias que traen mentiras, mentiras que se van tejiendo como protección y luego generan cárceles, cárceles en las cuales es el alma que se duerme, anestesia, opaca, se pierde.
Para poder aceptar todo tal y cual es a veces decir: “no” hace bien, para la pelota, nos frena en el camino, nos hace sacar nuevamente la brújula y darnos cuenta que nos habíamos perdido.
De vez en cuando el “no” despierta y despierta al otro del automatismo, funciona como despertador.
No te sientas culpable, el “no” hacia el otro es muchas veces un sí a uno mismo. Ordena.
Se ecuánime contigo. Encuentra tu lugar. Si acaso el “no” a otro duele tanto es que todavía no te has encontrado.
Practica, de a poco comenzarás a aparecer ante ti mismo.
Practica en ¡silencio!
No tiene por qué ser ofensivo, no tiene por qué ser violento, no tiene por qué ser avasallador.
Puede ser un “no” respetuoso, puede decirle al otro estoy acá, existo y lo hago diferente.
No te sientas culpable. La culpa no te deja avanzar, te enreda en el camino.
Y cuando al decirlo te des cuenta que es natural, habrás sanado a todos tus ancestros que tuvieron que pagar los precios del silencio.
Habrás consolado a tu niño interno que no pudo decir que “no” en su momento por miedo a perder el amor.
Habrás podido enfrentar a tus padres y saberte adulto y así, así siguiendo hacia adelante.
En el amor también existe el “no”. Es justamente en el amor que podemos comenzar a decirlo.