La tierra colorada de Apóstoles fue escenario el último finde del regreso del Campeonato Misionero de Rally, que volvió tras más de un año de parate por el coronavirus. Hubo casi 80 máquinas en competencia, número récord para la actividad, pero una de ellas sobresalió del resto. Y no justamente por la velocidad ni por dominar en el podio.
Los protagonistas de la historia son Alejandro y Agustín Garzón Maceda, padre e hijo, campeones del Rally Sudamericano en 2019, que metieron el freno de mano y decidieron dar un giro de 180 grados. Así fue como adquirieron “el bicho”, como ellos mismos lo bautizaron, un vehículo que es único en su tipo en Misiones y que incluso protagonizó el último Rally Dakar que se corrió en Sudamérica, en 2019, en Perú.
El particular chasis, los neumáticos gigantes, una suspensión de otro planeta y una apariencia similar a los otrora populares “buggies” llamaron la atención de propios y extraños el domingo pasado. ¿Es un auto? ¿Un cuatriciclo? ¿Un ave o un avión? Pues bien, es un UTV, por sus siglas en inglés, Utility Task Vehicle, algo así como un “vehículo utilitario de tareas”, por traducirlo al castellano de algún modo.
¿Cómo llegó ese vehículo a la provincia? ¿Cuáles fueron las sensaciones del debut? ¿Qué objetivo tiene el binomio para el futuro con “el bicho”? Pues bien, EL DEPOR habló con Agustín Garzón Maceda (26), quien contó los pormenores del desembarco del UTV a la provincia, un vehículo que dio y dará que hablar.
Agustín, antes que nada, aclaranos cómo llamamos a esta máquina….
(Se ríe) Bien, nosotros le decimos con cariño “el bicho”… Y en realidad, no es ni un auto ni un cuatriciclo, sino que se lo llama UTV, un Utility Task Vehicle, por sus siglas en inglés. Se trata de un Polaris 1000 cc Turbo. Por así decirlo, es una mezcla entre un auto y un “buggie” esos de arena, que se usan en las dunas.
¿Y qué se les dio por adquirirlo?
La verdad es que ya habíamos dado por cerrado todo este tema del rally después de lograr el Campeonato Sudamericano. La única espina que nos queda es no haber estado en el Mundial, que en algún momento lo vamos a hacer. Y por otro lado, siempre nos gustó el off-road. Tiempo atrás hicimos un curso de navegación. Y decidimos empezar a transitar por ese camino, ver qué salía y probar en el Misionero de Rally.
No es un vehículo común… ¿costó conseguirlo?
Es el único de este tipo en Misiones, además de que corrió el Dakar en 2019, el último que se hizo en Sudamérica. Y la verdad es que fue como si nos hubiera caído del cielo. Ya en enero habíamos hablado esto de cambiar de rubro y nos pusimos a averiguar con un flaco que quería vender uno pero no se dio. Después contactamos a otro de San Juan, donde los UTV son un poco más comunes, que a su vez me contactó con otro de Bariloche. Y se fue acomodando todo. Lo buscamos, pero también se fue dando. Y así llegamos a Nicolás Zingoni, que fue quien lo corrió en el Dakar y nos lo vendió.
Manejar un auto que estuvo en el Dakar debe tener su mística…
(Se ríe) Sí sí, es como que aún tiene arena de Perú… Y le dejamos los números y todo eso que tenía de esa competencia. Para nosotros es algo muy loco manejar un auto del Dakar.
¿Y qué tal el domingo? ¿Cómo fue la primera competencia?
Fue muy divertido, totalmente distinto a todo. La sensación que nos quedó en líneas generales es muy buena. La máquina hace lo que uno quiere. No es muy rápido, llegamos a 120 kilómetros por hora, pero al ser 4×4 es muy divertido de manejar. Así y todo no lo imaginábamos, pero estuvimos sextos en la general tras el primer PC y en el segundo nos metimos dentro de los cuatro primeros. Estábamos para terminar dentro de los cinco mejores de la general, pero tuvimos algo de mala suerte.
¿Qué pasó el domingo?
Se nos barrieron los bulones del diferencial delantero. Si bien desconectamos el 4×4 y terminamos ese PC con tracción trasera, no quisimos arriesgar. El diferencial estaba muy suelto y no se justificaba dar otra vuelta. Por eso preferimos irnos con esas buenas sensaciones y ajustar todo para la próxima fecha.
Nueva etapa… ¿nuevos objetivos?
Sí, sí. La idea ahora es seguir participando en el Misionero, hacerle kilómetros ahí y sumar experiencia arriba de la máquina, que se rompa lo que se tiene que romper. No estamos defraudados ni nada por lo que nos pasó el domingo, porque es parte de ese proceso, de encontrarle los vicios. Y el sueño para el año que viene es correr en el South American Rally Race (SARR), que es una suerte de Sudamericano pero de off-road. La meta es ir y sumar experiencia en ese tipo de competencias.
¿Y el Dakar? ¿Se imaginan ahí?
(Se ríe) El sueño máximo es llegar al Dakar, pero falta mucho para eso. Claro que nos imaginamos ahí, pero el tema es llegar. Si el recorrido de un Dakar ya es largo… ¡imaginate llegar hasta allá! Ese es el sueño, pero todavía falta mucho para que se haga realidad. Ojalá podamos lograrlo en algún momento.