“No elegí ser su víctima, ni su presa, ni que se agarre conmigo. Yo iba a trabajar al juzgado y no voy a esperar que siga ocurriendo, el sistema judicial se tiene que encargar y actuar con perspectiva de género”. La afirmación corresponde a una joven de 23 años a punto de convertirse en abogada y desde febrero es empleada de la Justicia de Misiones. Ayer rompió el silencio y denunció al titular del Juzgado de Familia y Violencia Familiar 2 de la Tercera Circunscripción Judicial, por el delito de “abuso sexual simple”.
Acompañada por su padre, también abogado patrocinante, se presentó en la Fiscalía de Instrucción 3 de Puerto Iguazú y concretó la denuncia contra Pedro Alberto Fragueiro (49), el magistrado mencionado.
“A las 11 lo denuncié y una hora después su esposa entró a los gritos al estudio jurídico de mis padres y hermanos (…) Suena increíble pero es verdad, amenazó a toda mi familia”, aseveró la denunciante.
Ante el fiscal de Instrucción 3, Horacio Gabriel Paniagua, detalló que su padecimiento se inició a manera de acoso constante y se transformó en una persecución psicológica, con insinuaciones y presiones “aprovechándose de su situación de jerarquía”.
Reiterados e insistentes llamados a que acudiera al despacho del juez, cuya puerta con cerradura eléctrica se puede abrir sólo pulsando “el botón rojo” y que tal dispositivo está sólo al alcance del magistrado.
Repetidos comentarios sobre el aspecto físico de la empleada, presuntas insinuaciones camufladas en su “capacidad como empleada” y que allí “podría desempeñar una excelente carrera”.
En marzo, al mes de haber iniciado su labor en la dependencia judicial, el acoso a la joven habría abandonado el plano de la palabra y voz y se transformó en acción física directa. Según la presentación penal a la que PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso, la víctima sostuvo: “El denunciado cruzó la barrera de los dichos verbales para avanzar hacia el contacto físico. En dos oportunidades el mismo solicitó ‘abrazos’ y ante mis reiteradas negativas, se acercaba hacia mí, tomándome por la fuerza y presionándome contra su cuerpo”.
“Fue sólo la preparación del camino (…) El (miércoles) 7 de abril me vuelve a convocar a su despacho con el mismo ardid ‘cuestiones laborales’ y me dice que me ubique a su lado para que pudiera ver su computadora. ‘Desde donde estás parada no podés ver bien’ me dijo y comenzó a olerme el cabello y a decir: ‘Qué rico olor tenés, hace tiempo estoy mirando tus fotos en Internet y me encanta tu sonrisa’. Me alejo brusca y rápidamente. En ese momento no sabía si gritar o golpearlo porque es un juez. Me quedé helada y siguió: ‘no te preocupes que yo tengo acá este botón rojo y nadie puede entrar’”.
La joven describió que sintió mucho temor e indefensión, “yo tengo 23 años, mido 1,58 metros y peso 48 kilogramos” y que el denunciado “mide 1,95 metros de alto y pesa 150 kilogramos aproximadamente”.
“La situación estaba totalmente advertida por el juez, porque se levantó y avanzó sobre mí mientras yo retrocedía hacia la puerta. Mi intento fue en vano porque me tomó por la fuerza y me acercó hacia él como un abrazo. Comenzó a besarme el cuello y pasarme la lengua (…) Yo rogaba que pare y él me sujetaba con fuerza con su brazo izquierdo y con el derecho me tocaba los glúteos y los pechos y me repetía ‘no llores’. Intentó besarme y le suplicaba por favor que me dejara ir. Logro soltarme y corro hacia la puerta, la abro y salgo mientras él me decía que no me preocupara que ‘esto no sale de acá’”.
Ayer tras judicializar la denuncia, la víctima dialogó con este Diario: “Me pasó a mí, ahora tengo otro puesto de trabajo y estoy bajo tratamiento psicológico, pero también me doy cuenta que lo mismo le ocurrió y le podrá seguir pasando a muchas chicas más, que tienen muchísimo miedo como yo. No lo puedo permitir, quiero justicia, que se aplique la perspectiva de género, no quiero más chicas en la misma situación”.
“Es una situación horrible, son los jueces los que tienen que denunciar estos casos y juzgarlos, no cometer estos delitos. No me importan las amenazas, alguien tenía que decir basta”. Adentro del juzgado sentía temor y no tenía ninguna contención. Ninguna de las chicas allí se siente protegida y hablamos de un Juzgado de Familia y Violencia Familiar. Ya no siento temor y no voy a parar de denunciar”, finalizó la joven.