El militar y gobernante francés Napoleón Bonaparte fue general republicano durante la Revolución y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de Brumario que lo convirtió en Primer Cónsul de la República el 11 de noviembre de 1799 y cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802 hasta su autoproclamación como Emperador el 18 de mayo de 1804.
Fue coronado el 2 de diciembre de ese mismo año y ostentó ese título hasta el 11 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo hasta su derrota contra los británicos en la célebre batalla de Waterloo en 1815.
Entonces, fue encarcelado y desterrado en Santa Helena, en la mitad del Océano Atlántico, entre África y América, donde murió seis años después.

Muchas especulaciones se han tejido en torno a ese fallecimiento, ya que algunos aventuraron -y aventuran- que Napoleón fue víctima de envenenamiento por arsénico. Pero esas sospechas nunca pudieron comprobarse.
Lo cierto es que la isla volcánica Santa Elena era inapropiada para la salud de Napoleón, que a sus 47 años ya estaba aquejado de varias dolencias, entre ellas una persistente úlcera de estómago.
Pero Barry Edward O’Meara, un médico cirujano irlandés que trataba a Bonaparte desde poco antes de su exilio, avaló el progresivo deterioro de la salud del exemperador, aunque acusó públicamente a Sir Hudson Lowe, gobernador de Santa Elena, de descuidar el estado de salud de Napoleón y favorecer su muerte. Afirmó incluso que el británico le había ordenado “acortar la vida de Napoleón”, por lo que se lo señala como quien desató el rumor inicial de que el exemperador había muerto por envenenamiento con arsénico.
Pero antes de morir, el propio Napoleón solicitó que se le hiciera una autopsia y que parte de su cabello fuera entregado a sus familiares. El estudio forense lo realizó Francesco Antommarchi, ante la presencia de otros cinco profesionales, y se concluyó que Bonaparte había muerto a causa de un cáncer de estómago.
Desde entonces se sucedieron arduos debates entre médicos e historiadores. Para alcanzar una verdad razonable, entre 1994 y 2007 se realizaron varias investigaciones forenses con expertos internacionales. Y en la actualidad se sostiene que, sin negar la presencia de arsénico en el cuerpo de Napoleón, su muerte se debió a un cáncer de estómago agravado por los tratamientos médicos a los que era sometido habitualmente.
El arsénico, junto con otras sustancias altamente tóxicas, se empleaba para tratar varias enfermedades en el siglo XIX. La combinación de algunas drogas para atenuar las dolencias estomacales de Napoleón habría acelerado la muerte. Pero el sangrado gastrointestinal fue la causa inmediata más probable del fallecimiento.