“Los náufragos que hemos regresado de la guerra de Malvinas trajimos en nuestro cuerpo y en nuestras mentes heridas que no vamos a olvidar nunca”.
La frase pertenece al mayor de la Armada Argentina, Bernabé Nieva, se encontraba de guardia en la enfermería, cuando el crucero General Belgrano fue alcanzado por los torpedos del submarino Conqueror aquel 2 de mayo de 1982. A unos 20 metros de donde impactó el segundo torpedo, él tenía bajo su cuidado a dos soldados operados y a un suboficial que se había accidentado.

“El barco explota y yo siento que la onda expansiva lo saca del agua, lo acuesta y lo frena. A mí el impacto me levantó cerca de un metro del piso y me arrojó contra unos mamparos de hierro. Todo era oscuridad, pero como habíamos hecho ejercicios para manejarnos en esa situación yo sabía dónde estaban mis elementos, linternas y demás”.
“Mi conscripto de guardia era misionero: Orlando Antonio Illanes. Para mí, él era un amigo. Después de tener una reacción exitosa para salvar la vida de los heridos en la enfermería, él falleció en la balsa a causa de la crudeza del temporal. Es uno de los 323 héroes que quedaron sepultados en el Atlántico Sur”, lo homenajeó.
Durante una larga charla con PRIMERA EDICIÓN, Nieva trazó una reseña de cómo vivió el conflicto con Gran Bretaña desde el primer día del intento de recuperación de las islas Malvinas Georgias y Sandwich del Sur.
Náufrago del Crucero General Manuel Belgrano y también veterano del conflicto limítrofe con Chile, en 1978 el hombre de la Armada es oriundo de Entre Ríos, pero visita Misiones desde hace un año, provincia a la que llegó para estar con familiares y se quedó. Primero por la cuarentena obligatoria y después porque sigue enamorado de su tierra y su gente.
En su provincia mantiene viva la memoria del suceso mediante un museo temático que realizó junto a su esposa, quien también lo ayudó a restaurar algunos monumentos alusivos al conflicto situados en la Capital Misionera. Allí, el lunes 3 de mayo acompañó en un acto donde se homenajeó a los caídos y sobrevivientes.
“Las olas eran de más de 15 metros, las temperaturas de 20 grados bajo cero, caía agua nieve y se anunciaba un temporal más crudo aún que sobrevino a medianoche. Fueron las horas más largas de mi vida, el amor, la fe y el adiestramiento me salvaron de no morir”, aseguró emocionado.