Mientras los gremios negocian sus paritarias con la mira puesta en la inflación probable de 2021 (que ya se estima en alrededor del 50%), no parecen haber tenido en cuenta este dato que refleja nada menos que un nuevo golpe al bolsillo de los trabajadores formales del país.
Esa pérdida se puede traducir hasta el 9% si se trata de empleados del Estado en relación de dependencia.
Trasladado al NEA, donde los salarios son los más bajos del país y la inflación fue la más alta de todas las regiones argentinas, el resultado no puede ser otro que el mayor empobrecimiento de las familias que todavía conservan un ingreso económico.
Cada año que transcurre donde la inflación “achata” el poder adquisitivo de los argentinos, sólo se puede esperar una mayor pobreza. Y la cuestión es apenas una parte de un grave problema social del país, donde el eslabón más débil está compuesto por quienes ya no cuentan con un trabajo y, en consecuencia, tampoco con un salario. Solamente les queda esperar el asistencialismo de un Gobierno que ha hecho poco y nada por generar empleo formal.
Mientras nuestra dirigencia está preocupada por las elecciones, las internas, el FMI y los espacios de poder en la Casa Rosada, hay miles de argentinos sufriendo este impacto real de ir al supermercado y comprar cada vez menos. De ir cortando servicios para no endeudarse más. Que apela a los créditos y a las tarjetas como “salvavidas de plomo” ante la coyuntura negativa de la economía.
Por ahora quedó lejos, casi un 8% en términos estadísticos, la promesa de hacer que los salarios le ganen a la inflación.