Los mini pig, también conocidos como minicerdos o cerdos tacita de té, salen a pasear con sus dueños, quienes los caracterizan como animales muy inteligentes, cariñosos y demandantes al igual que un niño, según confiaron algunos de sus dueños a Télam.
Julieta Demarco, que vive en el barrio porteño de Saavedra y es asistente en una empresa de informática, tiene dos cerdas de la raza mini pig llamadas Pochi y Cuba, que protagonizan las historias de la cuenta de Instagram @lapochivegana con la finalidad, además, de “concientizar” sobre la importancia de proteger a los animales.
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“Yo venía de un bajón emocional y hace casi dos años me regalaron a Pochi, que era diminuta, y me cambió la vida. Los chanchitos son como nosotros, pasé a tener un bebé en brazos de vuelta. Sentí una conexión muy fuerte, fue un amor muy incondicional”, contó Demarco.
“Es trabajoso. Son como niños de 3 años, requieren mucha atención, tenés que estar constantemente con ellos. No tienen nada que ver con un perro o un gato, son más parecidos a los humanos. Se aburren y son muy inteligentes”, aseguró la mujer, cuyas cerditas conviven en un departamento con su familia, cuatro gatos y un perro.
“Una vez por día las saco a pasear por el Parque Saavedra y los niños le agarran la cola y las orejas y ellas se dejan. Cuando llueve dejo que se embarren, les encanta. El barro las humecta, y cuando hace calor les da fresco y funciona como repelente“, explicó Demarco y destacó que “al contrario de lo que se piensa son animales muy limpios, y no tienen olor desagradable”.
“Duermen conmigo, vienen conmigo a todos lados, las subo al auto y me acompañan. Son super tranquilas”, afirmó Demarco, quien contó que Cuba le llegó a través de una ONG que recupera animales.
La dieta de las cerdas es a base de verduras, proteínas vegetales y frutas, y comen un kilo y medio por día, explicó la mujer y dijo que “aman las frutas dulces, la banana, todo lo que sea calórico, como nosotros. Tienen una locura por la comida, huelen algo y se olvidan del mundo”.
Los mini pig viven entre 12 y 15 años y pueden pesar desde 30 a 100 kilos.
En Argentina comenzaron a llegar hace un años por importadores ya que el ingreso al país de estos animales no está prohibido por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), pero quienes lo hacen deben cumplir ciertas pautas.
“Estos cerdos entraron en un momento de una forma que no fue registrada, entonces hace que no se les haya solicitado ningún requisito”, explicó a Télam Alejandro Pérez, médico veterinario y encargado del programa de porcinos del Senasa.
“Estos animales son de tipo productivo que se utilizan como compañía, entonces no hay ninguna normativa específica para ese tipo de tenencia. Hay una zona gris, no hay nada para prohibir tenerlos”, aseguró.
Ante el aumento de la demanda de estos animales como mascotas, se establecieron unos pocos criaderos en Argentina, donde los cerdos pueden conseguirse por páginas de internet y redes sociales por un precio promedio de 20 mil pesos.
“En la ciudad el animal tiene un riesgo insignificante de transmisión de enfermedades de la producción porcina, no así los criaderos que están en la ruralidad”, explicó Pérez.
Laura Blumen, que vive en Vicente López, tiene en tránsito a una cerda llamada Bahía, que tiene un año y pesa 60 kilos.
“Suelo adoptar animales y ahora tengo en tránsito una mini pig que trajo mi hija porque lo pidieron en una página de rescate de Instagram. Requiere mucho laburo, no es parecido a un perro sino a un niño. Son caprichosos, necesitan atención, no les gusta que los reten y les gustan los mimos”, dijo Laura, que además de la cerda tiene tres gatos, dos cobayos y dos tortugas.
“Son inteligentes, si le enseñás algo lo cumplen, entienden bien el ‘no’. No la saco a pasear porque tengo un jardín grande en casa, y lo que me llamó la atención es que hace caca siempre en el mismo lugar, son súper limpios”, aseguró.
Blumen contó que compra las verduras y frutas pasadas que salen más baratas en la verdulería para que coma Bahía, además de garbanzos dos veces al día para que incorpore proteínas.
Ambas dueñas de los cerditos reconocieron que tener estos animales como mascotas las llevó a reflexionar sobre el consumo de carne y el maltrato animal.
“Los animales no son diferentes a nosotros. Los chanchos sufren de la misma manera, necesitan la misma atención”, aseguró Demarco, y aunque reconoció que no es vegetariana, dijo estar “en contra del abuso de la producción de carne que tiene que ver con la producción desmedida capitalista, que abarca a los alimentos y que se lleva puesta nuestra salud y el sufrimiento animal”.
“Me pasa en la cuenta de Instagram que me escribe la gente y me dicen que de sólo verlas en redes se replantean su alimentación, que ya no pueden comer carne de cerdo o jamón”, contó Demarco.
“No es lo mismo ver el chancho en la granja revolcado que verlos en una situación cotidiana como en un sillón o paseando con arnés. Quedaron afuera en el rubro de las mascotas, pero eso fue una decisión arbitraria. Hay que darles la oportunidad, yo no digo que se acabe el consumo pero sí ser más conscientes“, afirmó.
Fuente: Agencia de Noticias Télam