De esta forma, estos medicamentos modernos cambiaron el paradigma de esta enfermedad e impactaron en el escenario de los trasplantes con la posibilidad de ampliar el número potencial de donantes y reducir, así, el riesgo de muerte entre las personas registradas en la lista de espera.
Este tema fue abordado este martes en el simposio “Hepatitis Virales y Trasplante de Órganos Sólidos”, realizado en forma virtual con la coordinación de la Fundación para la Docencia e Investigación de las Enfermedades del Hígado (Fundieh).
“Tiempo atrás, al implantarle a una persona un hígado con hepatitis C, la enfermedad avanzaba en forma acelerada porque al receptor del órgano se le debe administrar medicamentos para prevenir el rechazo del injerto y estos debilitan su sistema inmune. Eso hacía que el virus destruyera el nuevo órgano en poco tiempo y comprometiera la vida del paciente”, explicó Federico Villamil, presidente de Fundieh y jefe de Trasplante Hepático del Hospital Británico y del Hospital de Alta Complejidad El Cruce Néstor Kirchner.
Actualmente, los nuevos medicamentos, conocidos como antivirales de acción directa, curan la hepatitis C en 8 a 12 semanas y en todos los genotipos del virus, mientras que años atrás había esquemas de tratamiento que eran efectivos solo para algún genotipo en particular.
Además, estas drogas pueden indicarse de forma segura tras el trasplante y en simultáneo con la inmunosupresión sin disminuir su eficacia, razón por la cual la sobrevida y la función del injerto son similares cuando se utilizan donantes con o sin infección por el virus de la hepatitis C, algo que hasta hace poco tiempo era impensable.
Los donantes con infección por virus de hepatitis C pueden donar todos los órganos sólidos: hígado, riñones, pulmones o corazón.
Hoy los resultados del trasplante en la hepatitis C son tan buenos como en cualquier otra enfermedad, y eso se debe a la disponibilidad y gran eficacia de los antivirales de acción directa que han cambiado la historia”, explicó este médico hepatólogo.
Su colega Ezequiel Mauro, coordinador del Programa Nacional de Hepatitis Virales del Ministerio de Salud de la Nación, puntualizó que la modernización del programa de eliminación de la hepatitis C permitió ampliar el acceso, equidad y calidad de los tratamientos, lo que redunda en claro beneficio en términos de supervivencia y disminución de la morbilidad de la enfermedad.
“En consonancia con esto, el fortalecimiento de las políticas sanitarias desarrollada durante esta gestión nos ha permitido lograr la universalización del diagnóstico y tratamiento antiviral, orientada a otorgar una prestación integral, igualitaria y de calidad que garantiza la equidad en los diferentes sub-sistemas de salud”, dijo.
Una consecuencia muy importante de la disponibilidad de los nuevos tratamientos es que el número de pacientes con hepatitis C que requieren trasplante es cada vez menor.
“Antes, era la indicación más frecuente de trasplante, mientras que hoy es la tercera, porque en la gente que se trata precozmente se evita la progresión a la cirrosis y al cáncer hepático”, aseveró Villamil, también expresidente de la Sociedad Mundial de Hepatología y de la Sociedad Internacional de Trasplante de Hígado.
“En Argentina y en el mundo, estamos frente a la oportunidad histórica de lograr, en el tiempo, que nadie con hepatitis C llegue a requerir un trasplante hepático; para eso, el desafío pasa por optimizar las estrategias de detección de la enfermedad y, luego, garantizar la sustentabilidad de los mecanismos para que todas las personas con diagnóstico positivo puedan seguir el camino a la cura”, dijo.
A su turno, Mauro reconoció que “el objetivo es ambicioso” y alentado por “los resultados que nos demuestran que hemos bajado la tasa de pacientes que ingresan en lista de espera o se trasplantan por hepatitis C”.
Y agregó que ha “disminuido significativamente la mortalidad por esta enfermedad”.
De acuerdo con datos de 2020 del Boletín de la Coordinación de Hepatitis Virales, los casos y tasas de notificación de hepatitis C a nivel nacional muestran un descenso paulatino de la incidencia desde 2015 (1,59 por cada 100.000 habitantes) a 2019 (1,19 por cada 100.000 habitantes).
El gran desafío sigue siendo el diagnóstico: se calcula que en Argentina tiene hepatitis C alrededor del 0,5% de la población, unas 250 mil personas.
Fuente: Agencia de Noticias Télam