En audiencia de suspensión de juicio abreviado en el Tribunal Oral Penal de Eldorado fueron condenados una madre a diez años de prisión efectiva, su pareja y otro hombre más a nueve años, acusados del abuso sexual de una menor, desde que tenía 8 años y hasta los 13.
Los abusos ocurrieron en el paraje Integración de Comandante Andresito y salieron a la luz en agosto de 2018.
El padre fue condenado por “abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por el vínculo y la convivencia preexistente varios hechos”. La madre por “encubrimiento agravado en concurso real, promoción a la prostitución agravado por el vínculo y la condición de menor de la víctima”.
El tercer imputado, el vecino, se reconoció como autor de “abuso sexual con acceso carnal agravado por la condición de menor de la víctima en concurso real con coacción”.
Como lo adelantó este martes, en exclusiva, PRIMERA EDICIÓN, dos de los acusados son los padres de la víctima, una mujer de 44 años y un agricultor de 55.
Según el requerimiento de elevación a juicio, la progenitora entregaba a su propia hija a un vecino, un viudo de 62 años, para que la sometiera sexualmente a cambio de dinero, en tanto que cuando la niña le contó lo que pasaba a su padre, éste la violó.
El ahora tercer condenado pagaba para abusar de la menor, siempre conforme a lo que surgió de la instrucción de la causa.
El caso comenzó a ser investigado cuando la hermana de la menor notó comportamientos extraños en la misma, como ser prolongados silencios y tristeza permanente.
La Justicia intervino tras una primera denuncia y los sospechosos fueron detenidos en forma inmediata. Tras el examen ginecológico se corroboraron los ataques sexuales y en Cámara Gesell, la víctima relató su versión de los hechos, la situación de los tres acusados se vio aún más comprometida. Los abusos a la menor eran consumados en la vivienda del vecino y en montes cercanos y la madre entregaba a cambio de dinero a su niña.
Cuando la menor pidió ayuda a su padre al cumplir 10 años, luego de sufrir dos de abusos, fue su progenitor quien también comenzó con los abusos.
La pesadilla de los sometimientos duró tres años más, hasta que la víctima se fue a vivir con su hermana. Cinco meses después rompió el silencio.
De la investigación también surgió que el agricultor la amenazaba con “filmarla en pleno acto sexual y viralizar el video, para difamarla públicamente, lo que dañaría su honor” si es que contaba lo que estaba sucediendo. También le colocaba un cuchillo al cuello en forma intimidatoria.