Las aulas cobran vida, luego de casi un año 168 millones de estudiantes retornan gradualmente a la escuela.
Sin duda este retorno es todo un desafío. Las experiencias vividas por estudiantes y sus familias durante el tiempo de suspensión de clases son un punto de partida esencial para la resignificación de una nueva forma de hacer escuela.
Nos volvemos a encontrar y de alguna manera, ya no somos iguales que antes. Los temores, las dudas, los miedos, la incertidumbre son sólo una parte del vasto espectro de emociones que hemos vivido en este tiempo. La convivencia con la familia u otros referentes, la posibilidad de haber estado enfermo o haber perdido un ser querido, forman parte de eso que nos ha hecho sentir, pensar y vivir distinto.
Las emociones son clave en el proceso de aprendizaje, la dimensión emocional es una tarea de todos los días que como adultos debemos asumir y tener en cuenta especialmente en este retorno, sobre todo las situaciones de vulnerabilidad o dificultad que representan los mayores desafíos.
Hoy más que nunca es evidente la necesidad de cuidarnos entre todos, además de la emergencia sanitaria, existe una emergencia emocional.
Capitalicemos las enseñanzas que nos dejó el COVID haciendo hincapié en la mirada de otredad, en ser cada vez más humanos.
Recordemos a nuestros niños y jóvenes que regresan a la escuela que, si ven a algún compañero que está batallando para hacer amigos, o que está siendo molestado porque no los tiene, o por ser tímido, o por no estar vestido a la moda, se acerquen, lo saluden, le sonrían. Nunca sabemos lo que esta persona podría estar enfrentando fuera de la escuela.
Dejemos de preguntarnos ¿Qué tiene para que le hagan bullying? Y asumamos nuestras responsabilidades, cada uno desde su rol. Trabajemos padres y docentes en el mismo sentido para armar redes que sostengan a los chicos, en lugar de atraparlos. Abramos nuestros sentidos de verdad y ofrezcamos modelos de relación y solidaridad consistentes. Enseñemos a nuestros hijos a estar disponibles para el otro, a ayudar a un compañero. No se trata sólo de enseñar a defenderse, hay que enseñar a no atacar. Enseñemos a actuar desde el amor en lugar de hacerlo desde el miedo.
No se trata simplemente de fortalecerse. Siempre habrá alguien que sea un poco más fuerte, que tenga un poco más de poder. ¿Y entonces? El tema es ver cómo nos vinculamos desde la diferencia.
Tomar esta frondosa diversidad que la emergencia sanitaria produce, nos permitirá tomar conciencia que ante un mismo hecho un chico puede sentirse acosado y otro no. La vivencia de los vínculos es única y personal, se relaciona con la propia historia, con hechos familiares, con modos de sentir, de ser y de estar. No generalicemos el “cómo tenés que reaccionar” o “qué tenés que sentir”.
Los hijos se impregnan de lo que viven sus padres, observan y sienten cada detalle.
Acompañemos como adultos la experiencia particular y diversa de cada uno de nuestros niños, ese detalle puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien.
Que sea un feliz retorno para todos.