Pensar en el trabajo es uno de las tantas perspectivas desde las que se puede analizar e interpretar la situación de las mujeres en una sociedad, pero, además, permite analizar capacidades reales y simbólicas configuradas por la historia, las costumbres y los contextos actuales.
En el ámbito laboral actual, las barreras estructurales y la preexistencia de mandatos sociales discriminatorios son cuestiones que determinan las situaciones de desigualdad a las que constantemente están expuestas las mujeres: la brecha y salarial, la falta de representación en asociaciones y sindicatos, la falta de legitimidad en espacios de toma de decisión y; un vasto y dilatado etcétera.
La responsabilidad en contextos familiares y respecto del uso del tiempo son cuestiones centrales ya que la mayoría de las mujeres combinan tareas domésticas con laborales o, dicho en otras palabras, actividades remuneradas y no remuneradas. Según el Informe sobre Desarrollo Humano, de la Organización de Naciones Unidas – ONU Mujeres, “Las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas. Las mujeres dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas), y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado”.
Mujeres rurales
El 43% de la mano de obra agrícola a nivel mundial está conformada por mujeres. Su rol es imprescindible a la hora de brindar seguridad alimentaria y erradicar la pobreza rural. Sin embargo, sólo en América Latina, se estima que cerca del 85% de las horas que trabajan las mujeres rurales es trabajo no remunerado.
En Argentina se cultivan por año más de 20 millones de hectáreas. Según registros nacionales, existen 27.000 establecimientos productivos dirigidos por mujeres, de un total de 330.000. Las cifras hablan por sí mismas.
Mientras el rol de la mujer en la toma de decisiones en el agro argentino se observa como mínimo y casi imperceptible; en las economías regionales y de campos pequeños y medianos, las mujeres representan el 50% de la fuerza laboral.
Tal es el caso de la provincia de Misiones, con chacras promedio que conjugan espacios de producción y de vivienda en los que la organización cotidiana instala límites difusos. Las mujeres se encargan de las tareas domésticas al mismo tiempo que gestionan, coordinan y desarrollan múltiples labores agrícolas. En este modelo, la participación femenina es percibida siempre como una función de apoyo o, dicho de otro modo: la labor de las mujeres no se reconoce como aporte directo al desarrollo productivo y a la generación de ingreso.
A pesar de que ellas participan activamente y muchas veces, incluso, gestionan las diferentes etapas de los cultivos y lideran la producción, su rol sigue estando invisibilizado y resultando indiscernible en las cifras oficiales de productores. Esto último, puede leerse de muchas maneras y la mayoría de ellas para nada alentadoras.
Quienes siguen liderando las producciones hacia fuera de la chacra, siguen siendo hombres. Son ellos quienes se acercan a las bocas de compra y a los molinos a entregar los productos y, por ende, gestionar la venta. Son ellos quienes generalmente acceden de forma directa a la información, créditos, capacitación agrícola, y varios etcéteras relevantes para la producción agrícola.
A lo largo y a lo ancho de Argentina, las mujeres rurales cuentan con potencialidades y posibilidades diferentes según la posición social, el acceso a la educación, la organización y tenencia de las tierras, así como también los sistemas productivos dominantes en las distintas regiones, entre otros aspectos.
Podemos pensar en aquellas propietarias de tierras que a la vez gestionan sus producciones. Podemos pensar en aquellas que han tenido la posibilidad de formarse profesionalmente en carreras que aportan directamente al desarrollo agrícola y aquellas otras que impulsan los mercados agropecuarios: veterinarias, ingenieras agrónomas, comunicadoras, trabajadoras independientes, técnicas, etc.
Poner en valor la participación femenina en los ámbitos laborales y productivos sigue siendo sin dudas, un desafío cotidiano para la sociedad toda. Pero también, sigue siendo una deuda pendiente entre nosotras mismas reconocernos y agradecernos. Somos muchas las mujeres que logramos trabajar, producir y forjar una carrera profesional gracias a colectivos conformados por otras mujeres que alientan, colaboran activamente y sostienen los tiempos y esfuerzos que demanda formarse y crecer profesionalmente.
Por: Lic. María Florencia Goncalves.
Comunicadora de proyectos de impacto social en Misiones,
con foco en buenas prácticas agrícolas, prevención del trabajo infantil y trabajo decente.