Emilio Carlos Olsson no podría olvidar jamás la odisea vivida en la Antártida Argentina, siendo muy joven. Es que en sus dedos conservaba las cicatrices de las lesiones producidas a raíz del tremendo frío que padeció junto a sus compañeros. Cada vez que miraba sus manos, los recuerdos fluían, hasta el día de su muerte, el 3 de septiembre de 2011.
Nacido en Pueblo Salto, a pocos kilómetros del casco urbano, el joven fue becado por el colegio (Nacional, de Posadas) al que asistía para continuar sus estudios en Buenos Aires donde, más tarde, se desempeñó como técnico de la División Geodesia del Instituto Geográfico Militar realizando trabajos de triangulacion en varias provincias argentinas.
En 1953, fue seleccionado como topógrafo de esa repartición para realizar trabajos de esa especialidad en la Antártida Argentina, e integró la dotación de la Base Militar Esperanza durante 1954, participando en varias expediciones de exploración y relevamiento topográfico.
A su regreso a Misiones, se desempeñó como topógrafo de la Dirección General de Catrastro, Geodesia y Topografía, y como Director de Tierras y Colonizacion, estuvo a cargo de la Subsecretaría de Asuntos Agrarios. También fue diputado provincial, y unos años antes de su muerte, logró editar un libro en el que plasmó sus vivencias en el sur: “Antártida Argentina, 50 años después. Un año de vida en el Destacamento Militar Esperanza. Trabajos, emociones y aventuras”. Fue dedicado a sus padres, a las autoridades y empleados del Instituto Geográfico Militar que luchan y se sacrifican en el fiel cumplimiento del deber. Empezó como las anotaciones de un diario, podía escribir solamente en lápiz porque la tinta de la birome se quedaba dura. Siempre estuvo esa intención hasta que se decidió a editarlo cuando tenía unos 70 años. Se imprimieron mil ejemplares, que se agotaron en un abrir y cerrar de ojos, por lo que pocos miembros de la familia pueden atesorarlo. El propósito de su descendencia es reeditarlo con algunos agregados, principalmente de los nietos: Pablo, Romina, Javier, Evelyn, Marina, Emilio, Matías y Lucas.
A prueba de fuego
Su hijo, Roberto Edgardo Olsson, lo recordó emocionado. “Fue un ejemplo para todos nosotros, un ejemplo de trabajo, en el que siempre ponía empeño y al que le dedicaba muchísimas horas. Además de ir a la Antártida, trabajó como empleado de la Dirección General de Catastro por muchísimos años, haciendo relevamiento de innumerables hectáreas en medio del monte misionero. Fue un gran político, diputado provincial, ocupó distintos cargos en la Dirección General de Tierras y Colonización”, manifestó.
Después de recibirse de topógrafo, cuando desde el Instituto Geográfico Militar consultaron si alguno quería ir a la Antártida a una misión para llevar adelante un relevamiento topográfico, se ofreció a hacerlo. Tenía apenas 23 años.
Partieron de Buenos Aires el 2 de diciembre de 1953 (el 24 de noviembre de 1954 finalizaron el trabajo topográfico). El buque Bahía Buen Suceso se detenía de tanto en tanto para que los hombres de ciencia pudieran realizar las observaciones oceanográficas, determinar la profundidad del mar, la intensidad de sus corrientes, y el análisis químico de sus aguas.
El 7 de diciembre, al atardecer, vieron las costas de las Islas Malvinas. El 8 de diciembre recorrieron el borde oriental del archipiélago a 10 kilómetros de distancia. El 9 de diciembre vieron las montañas heladas de las Islas de los Estados y luego las costas de Tierra del Fuego. Luego el Canal de Beagle, con paisajes impresionantes. El 10 de diciembre llegaron a Ushuaia. El 13 de diciembre dejan Ushuaia y al día siguiente se encontraron en el Mar de Drake –-es el tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida, entre el cabo de Hornos y las islas Shetland del Sur- . En esa zona son, quizás las aguas más agitadas del mundo. “Las olas sacudían el barco que se balanceaba como un juguete en las aguas de un azul intenso, que nos hablaba de la profundidad. Una niebla espesa, gris, impedía ver a más de 80 metros”, relató el autor, que fue testigo de las terribles tormentas que ocurren allí.
El 15 de diciembre dejan Drake y se internaron en el Mar de la Flota (Estrecho de Bransfield). El termómetro marcaba 0° y había niebla. El 16 de diciembre, a las 19, aparecieron a lo lejos las casitas del Destacamento Almirante Brown, a orillas del mar, al pie de las montañas. En lo alto de un mástil, flameaba la bandera argentina, “estábamos en una hermosa e indiscutible prolongación de la patria”. El 17, visitaron el destacamento. El 18 de diciembre se trasladan al barco de transporte Bahía Aguirre (el ARA Bahía Aguirre (B-2) fue un buque de transporte de la Armada Argentina que sirvió entre 1950 y 1987 en la División Transportes), y continuaron la marcha. El 19 de diciembre llegaron a Bahía Esperanza, y se trasladan del barco al muelle sobre una lancha. A 200 metros estaba el Destacamento Naval. Habían llegado a destino para realizar la tarea de relevamiento. La temperatura alcanzaba los -40° centígrados, y vientos eran de más de 240 kilómetros por hora. Entre eso, había que colaborar con otros enseres, como cuidar a los perros y dales de comer.
En 36 días una patrulla recorrió 600 kilómetros. En esa oportunidad, realizaron el relevamiento de cinco mil metros cuadrados de superficie y determinaron la declinación magnética sobre el Mar de Weddell, totalmente helado. “La declinación magnética es la diferencia que existe entre el norte magnético y el norte geográfico. Hoy se mide con un aparatito, apretando un botón. Al igual que la profundidad. Antes todo era material de estudio. En aquella época, los aparatos median solamente ángulos y la distancia era aproximada. Hoy en día el teodolito mide ángulo y distancia”, aclaró Roberto.
Volver a las raíces
Según su nuera, la abogada Alicia “Cuca” Alvez, quien colaboró con la corrección del material, confió que al regresar de la Antártida, su suegro, nacido el 7 de mayo de 1930, quedó un tiempo en Buenos Aires, y con el derrocamiento de Perón, fue despedido del IGM por razones políticas. Antes de regresar a la tierra colorada, se casó con Hildegard Pettersson. “Volvió a la chacra de su padre, Víctor Edgar Olsson -una calle de Pueblo Salto lleva su nombre-, quien le facilitó diez hectáreas de tierra y después de semejante travesía, se puso a plantar yerba mate, que hasta ahora se preserva. Mientras tanto, gestionaba para poder ingresar a trabajar a Catastro, que era para lo que había estudiado. Pudo hacerlo, y permaneció en esa institución por muchos años”.
Roberto recordó que debido a las tareas asignadas a su padre, debió recibir la educación primaria en varias escuelas. “A veces estaba unos meses en una, y me tenía que cambiar por cuestiones laborales de papá, que estaba tres meses en un lugar, dos años en otros, pasando por Puerto Iguazú, Wanda, Gobernador López, entre otros. Donde más estuvimos fue en Wanda, que era todo monte y había que mensurar”, aseguró el hermano de Carlos Alejandro (fallecido) y de Jorge Alberto.
Su nuera añadió que “era una persona sumamente inteligente, inquieta, cuando trabajaba muchas veces iba en carpa con sus compañeros, y en esa época estudiaba abogacía debajo de la carpa, a la luz de un farol, y se iba a rendir a la UBA, adonde era alumno. Tenía un promedio excelente pero las circunstancias económicas le impidieron seguir, pero llegó a tercero o cuarto año. Todas las materias con altísimo promedio”.
Roberto acotó que “era una persona que siembre estaba haciendo algo. Como cuando efectuó una plantación de kiri en la chacra, por consejos de funcionarios del INTA. Luego vino el ingeniero Tejedor y filmó la chacra, par un programa televisivo, como un ejemplo. Orgullosamente, puso establecimiento ´Don Emilio´. Nunca habían visto unos kiris tan bien plantados. Los vecinos lo criticaban por los pozos profundos que habían efectuado para colocar los plantines. Olsson ¿para qué haces el pozo tan grande? Una vez crecidos, los de ellos eran rollos finos y los de él, súper gruesos. Así eran las normas y el las cumplió. En todo lo que hacía ponía todo su esfuerzo y se atenía a las normas. Siempre estudiaba con detenimiento lo que hacía”.
Para su familia, “es algo muy grande lo que logró, salir de un pueblo tan pequeñito, con escasas posibilidades, y llegar a hacer esa tarea tan noble.Tenía un amor entrañable a la Antártida, y a las Islas Malvinas siempre las reivindicó como Argentinas”.
Siempre destacaba la existencia de la fauna marina, que era de una riqueza increíble, colonias de focas y pingüinos, que le resultaban desagradables por el mal olor que despiden y que se sentía desde lejos. Contaba que estaban tan desesperados por el frío, que llegó un momento en el que, cuando mataban a las focas para alimentar a los perros, ponían las manos en la sangre para menguar el dolor, al menos por un momento”.
El perro guía se llamaba Alí. “Siga a Alí, era la orden que impartían. Y él tenía un gran cariño por esos animales que dormían a la intemperie, presentaban mucha resistencia. La vida de ellos dependía de esos perros. Tal como ilustra la fotografía, todos andaban de barba para protegerse del frío”.
A las expediciones topográficas iban tres personas. Iba el teniente coronel Castro, el capital Benavidez y el topógrafo. Durante la travesía superaron vientos de 240 kilómetros por hora, y temperaturas inferiores a los 40 grados bajo cero. Quizás eran menores, pero no se podían medir porque se congelaba el mercurio. Narró en el libro, que, con los vientos más fuertes, vieron que se iba a volar la carpa, y el teniente coronel dio la orden que se colgaran del techo para hacer contrapeso, por los que subían y bajaban.
Contó cómo pasaban las grietas con los perros, detrás de uno que era el líder, al que todos seguían. Como le daban las ordenes al perro, todo en el afán de contribuir con los estudios. La ropa no era térmica, acorde al trabajo, era ropa común, llevaban calzoncillos largos, varias medias encimadas, algunas camperas, pero no se compara a las prendas de la actualidad. Conservaba las cicatrices en los dedos de las manos y de los pies debido a que había sufrido congelamiento y tuvieron que cortar u operar. Siempre mostraba las marcas y recordaba el tremendo dolor. En el libro se exhiben las fotos de Olsson convaleciente.
“En ese momento que se estaban congelando, ellos creían que se iban a morir. Él tenía las manos y los pies vendados”, subrayó Roberto.
Con la entrada en vigencia de la ley Nº 20.827 publicada en el Boletín Oficial 23.043 del 26 de noviembre de 1974 y firmada por el Senado, se instituyó como Día de la Antártida Argentina el 22 de febrero de cada año.
Legado
En la sesión del 11 de septiembre de 2011 de la Cámara de Diputados de Misiones, en el espacio dedicado a los homenajes, el diputado Gustavo Alfredo Weirich propuso un reconocimiento a su coterráneo, fallecido días atrás. Señaló que en 1953, una expedición integrada por quince hombres, comandada por el teniente coronel Fortunato Castro fue a la Antártida, y que entre ellos estaba Emilio Olsson, hijo dilecto de Oberá, específicamente de Pueblo Salto.
“En una época en la que no había prácticamente nada de tecnología ni de apoyo, ese misionero formó parte de la misión para ir a trabajar a la Antártida”, indicó, y transcribió parte del testimonio del protagonista: “Sin dudas los momentos más críticos de la experiencia antártica se vivieron durante las dos expediciones para realizar relevamientos topográficos, la primera en julio. A mí se me congelaron los dedos y por la noche no podía dormir, solo lloraba. Nos estábamos congelando, a punto de morir, pero seguíamos porque había que cumplir con lo que nos habíamos propuesto. La segunda expedición se realizó en septiembre con un clima un poco más benigno”. Agregó que, de todas formas, los hombres superaron todos los contratiempos y relevaron más de seis mil kilómetros cuadrados en la Antártida Argentina, “un hecho que casi 60 años después adquiere un valor de hazaña”, señaló el diputado, extractando párrafos del libro escrito por el mismo Olsson.
“Este hombre también cuenta que en un determinado momento su campamento se volaba, todavía no existía nada en la Antártida en aquella época y la orden fue prenderse del techo. Los 14 hombres se prendieron del techo a modo de contrapeso, subían hasta medio metro y bajaban, y ahí estaban haciendo patria. Este hombre, que fue designado por el Instituto Geográfico Militar, soñaba con escribir aquellas historias, y cuando regresó, los avatares políticos de esos tiempos conspiraron contra sus planes ya que tras el derrocamiento de Perón fue separado del cargo en el IGM. Emilio Olsson podría haber escrito varios libros más ya que también fue responsable de gran parte del relevamiento topográfico de esta provincia, para lo que tuvo que internarse y recorrer miles de kilómetros en la espesura del monte misionero”, rememoró Weirich.
“Cumplió además, diferentes cargos: en la Dirección de Tierras, fue diputado de esta Cámara, compañero de ley, peronista que en estos tiempos en que todo se compra y todo se vende, habría que ver lo que valoró aquella beca que le permitió estudiar topografía, y que cuando hubo que elegir voluntarios para ver quién se animaba a ir a la Antártida, dijo: ´yo le debo esto a mi país´ y se fue un año entero a trabajar a aquel lugar. Muy poca gente tenía conocimiento de las cosas con las que él se encontró”, enumeró el legislador.
Y finalizó su alocución, emocionado. “Emilio Olsson falleció el sábado en Oberá, a los 81 años. Es por eso mi homenaje a este misionero que hizo patria, hizo provincia, fue parte de esta legislatura y con mucho orgullo fue colega de la profesión. Es por el que hoy soy también agrimensor. Así que mi homenaje a Don Emilio y el acompañamiento a sus tres hijos, a su esposa y a toda su familia”.
Los ocho nietos de Emilio, lo adoraban. Siempre recordaba cosas, contaba anécdotas, de cómo puso en riesgo su vida, como se esforzaron, es algo heroico, Él estaba muy orgulloso de eso. jugaba con los nietos, siempre venía a buscarlos. Siempre era muy ocurrente, y se moría de la risa con ellos. Esa era su diversión. en la foto, los mellizos Francisco y Ian Olsson, bisnietos de Emilio, debajo de un cartel indicador de la calle que lleva el nombre de Víctor, el tatarabuelo de los niños.
Diversos logros
Como diputado provincial, Emilio Olsson prestó juramento el 12 de diciembre de 1985 y terminó el mandato el 11 de diciembre de 1989. Siendo de la oposición logró, después de varias horas de exposición, que se aprobara la exención de impuestos a las cooperativas que se encontraban totalmente endeudadas (impuestos a los ingresos brutos). Consiguió el agua potable para Pueblo Salto, pidiéndole a su abuela que donara el terreno donde había una vertiente y un espacio destinado a la calle para que los operarios de la Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá (CELO) pudieran realizar el control pertinente.
Gestionó la sanción de la Ley N°2.635 donde el Estado provincial donó a Gendarmería Nacional un terreno en campo Gentilini, San José, con destino al asentamiento definitivo del Grupo San José dependiente del Escuadrón N° 8 “Concepción de la Sierra”.
Hizo realidad la Ley N° 2637 y consiguió un terreno para que se construya el local para el Centro de Jubilados, Pensionados y Retirados de Oberá (CEJUPER). Cuando fue empleado de la Dirección de Catastro efectuó la mensura de Pueblo Salto.
Siempre quiso volver a la Antártida, porque “en ella parece haber quedado gran parte de mi vida. muchas veces no puedo dormir, me hacen falta la nieve, el mar, aquellas montañas, mi dormitorio, mis perros, mi trineo…aquellas noches claras. parece que necesito la furia de los vientos para volver a enfrentarlos. Hoy, toda mi vida transcurrida en la Antártida es como un sueño prolongado, como un maravilloso viaje imaginario a través de mundos distintos, blancos y hermosos, fríos y crueles”, escribió Olsson casi al final de su libro.
En el recuerdo y en el corazón
Las enseñanzas y ocurrencias de Emilio Olsson calaron profundo en sus nietos: Pablo, Romina, Javier, Evelyn, Marina, Emilio, Matías y Lucas. “Mi abuelo era un ejemplo para mí, de bondad y valentía. Con todas sus ocupaciones siempre se hacía un lugar para los nietos”, manifestó Marina Olsson, quien efectuó un sentido homenaje en su memoria en ocasión de conmemorarse el 22 de febrero el Día de la Antártida Argentina, lo que dio lugar a esta historia de vida.
“Nos preparaba ´chinchibira´. Nos llevaba a sacar los limones de la planta y, después, preparábamos con limón, edulcorante y bicarbonato de sodio esa bebida espumante tan sabrosa”, dijo, y agregó que: “era muy ocurrente, nos llevaba al centro de Oberá y nos decía que estábamos en Posadas, y todos nos quedábamos muy felices. Nos traía frutas en lugar de golosinas. Era capaz de hacernos felices con cosas muy simples, y lo más lindo es que nunca se olvidaba de nuestros cumpleaños”.
“Lo admiraba mucho. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y relataba que, a veces, cuando realizaba las tareas de mensura como Director de Catastro, estudiaba en el monte con una vela debajo de una carpa y luego se iba a rendir libre esas materias. Me mostró su libreta donde la nota más baja era un 9. Indudablemente, era un genio. Me emociona mucho contar esto, siento un nudo en la garganta porque no soporto la idea de que ya no esté con nosotros”, agregó, quien tenía 26 años al momento de la partida del abuelo.
Entre tantas anécdotas, confió que, a veces, “en nuestra ausencia, se tomaba el trabajo de atar naranjas a un limonero, luego nos llevaba a la planta y nos decía que eran ´limones confundidos´. En oportunidades, compraba sandías en cantidad, de los camiones que traían desde Corrientes, las diseminaba por la chacra y les decía a los nietos que las buscaran, como si fuera que se habían producido en el lugar. A pedido nuestro, nos relataba los mismos cuentos una y mil veces. Nos tenía toda la paciencia”.
Recalcó que “para mí era brillante, muy inteligente y que por eso lo admiraba, además de sus ocurrencias. Sufrí mucho la muerte de mí abuelo porque lo cuidé durante las últimas semanas de sufrimiento. Era muy triste ver su final tan de cerca”.
Olsson dejó de existir el 3 de septiembre. “Recuerdo que rezaba y a veces le pedía al oído que no se fuera el día de mi cumpleaños, que es el 7 de septiembre. Siempre me decía que yo era un ángel, que lo salvé, porque el día que nací, decidió dejar de fumar y para ese entonces ya había tenido cuatro infartos”.