¡Oh Señor!,
que delicadamente me has enseñado a escucharte
saboreando la diferencia al apreciarte
y distinguir un lenguaje que te quiera emular
de lo que es la magnificencia de Tu hablar.
Palabras me faltan para poder traducir
aquello que es todo un sentir,
querer explicar lo que es puro sentimiento
en un léxico que sólo manifiesta el pensamiento.
El sentir da las certezas
que no puede otorgar la cabeza,
mientras ésta duda en su afán por entender,
el corazón sabe pues es su hacer.
Esta poesía cobró sentido e importancia al releer las enseñanzas de Saint Germain, que decían: “Tened la sabiduría de seguir la voz divina que habla en vosotros”.
Esa Voz que en todos habla ocupa un vocabulario tan sublime y el sentimiento que se experimenta al escucharla, que permanece en uno, es tan superior que es indescriptible para el habla humana.
Uno debe elevar su vibración para alcanzar los planos donde poder escucharla y lo que transmite es un sentimiento, donde el mecanismo desarrollado por una mente entrenada puede llegar a decodificarla y lógicamente dentro de los sentimientos que se experimenta está la certeza que únicamente la da el corazón, pues es la residencia de Dios o Yo Soy y Saint Germain dice, además, que: “La diferencia entre el hombre y el animal reside en la posibilidad que tiene el humano de percibir a Dios en sí”.
En 1940, George Orwell escribió una novela que se desarrollaba en un futuro, 1984, en la cual un gobierno despótico podía manipular a las personas con sólo quitar palabras de su diccionario y prohibir el uso de ellas.
Al ser las palabras la precipitación en la materia de nuestros pensamientos-sentimientos, podemos decir que son semillas de consciencia, por lo que ellas construyen dimensiones de consciencia, de ahí que la mentira forme un pliegue dimensional.