Para llegar hasta ella tendremos que atravesar el fuego de la purificación. Sólo el camino que nos lleva hacia el sendero de la verdad nos prepara para poder mirar cara a cara nuestro interno.
Llegar hasta la verdad nos implica asumir cada herida, dolor, mentira, manipulación de nosotros hacia nosotros mismos. Evasión y engaño que nos propiciamos por ignorancia, miedo, orgullo y hasta quizás soberbia.
Al final, después de tanto andar nos damos cuenta que todo acto valió la pena porque fuimos aprendiendo a conocernos en el transcurso del camino y habiendo salido enteros del fuego de la transformación hemos limpiado nuestra conciencia y aprendido de nosotros mismos.
Sin dejar de hacer experiencia y atreviéndonos a actuar volvemos a encontrar el camino que nos lleva de regreso a nuestra alma, esa que nos susurra en el silencio de la meditación.
Escucha su mensaje, no temas atravesar el fuego purificador de la verdad, ese es el verdadero juicio de la conciencia que lleva a la liberación. El propio.
Arrodillarse ante La Gran alma con humildad y amor para volver al camino, ya no igual, diferentes. Poder asumir cada uno su propia verdad, esa que nos inunda en la soledad, esa que sabemos que es nuestra razón y leitmotiv.
¡Limpio cada día los sentidos hasta que sean tan puros que puedan manifestar la grandeza del alma en la forma!
Para eso pronunciemos en forma positiva, tengamos una mente dispuesta, un corazón abierto y de a poco iremos descubriendo el toque sanador del alma.