Es cierto que hablar de un plan de vacunación sin vacunas contra el COVID-19 es contradictorio. Pero, ayer, el Gobierno nacional mostró avances en la llegada de más Sputnik y las primeras de AstraZeneca.
Entonces, hace falta que Salud determine con claridad cómo y con quiénes seguirá la inmunización contra el virus. Quiénes serán la siguiente prioridad, así como lo fueron primero quienes trabajan en las unidades de cuidados críticos de los centros asistenciales públicos y privados.
Un día, Ginés González dice que serán maestros. Otro día, que serán los mayores de 60. Al siguiente se escucha a funcionarios decir que se podrían repartir entre sindicatos de trabajadores esenciales para cumplir con la campaña. Y así van cambiando los objetivos de la vacunación.
Es importante ver cómo hicieron otros países que más bien optaron por ir cubriendo las franjas etarias además del personal de sanidad.
Con lo que cuesta (en dinero y en disponibilidad) conseguir las vacunas en este tiempo, deben fijarse claramente los objetivos de vacunación, para que el sincronismo en las provincias y municipios sean perfectos y no haya dosis desperdiciadas.
Argentina debe conseguir avanzar más fuerte en la vacunación antes del invierno, porque lo visto en países europeos o EEUU nos advirtió lo grave que puede significar.
Mientras tanto, también hay que transparentar más la distribución. No sólo en el caso de Misiones que se vio perjudicada en la cantidad remitida, sino también en el uso de partidas discrecionales para políticos, funcionarios e influyentes de la que tanto se habla pero no hay respuesta oficial.
Para que el plan de vacunación sea efectivo, debe ser claro y transparente