Si hay una persona que ha marcado la segunda mitad del siglo XX en Paraguay, ese es Alfredo Stroessner. Este militar gobernó de manera autoritaria su país desde 1954 con el apoyo del Partido Colorado y de los Estados Unidos, que por entonces le consideraba un buen aliado en contra del comunismo.
Su gobierno, basado en la falta de competencia electoral, duró casi 35 años, lo que lo convierte en el mandatario suramericano que más ha durado de manera ininterrumpida al mando de un país.
Paradójicamente, cayó a manos de aquellos que le auparon al poder. Tanto Estados Unidos, como una parte importante del Partido Colorado, incluso el ejército encabezado por su consuegro (el General Andrés Rodríguez), le traicionaron. Y con su caída, Paraguay entró en un periodo demoliberal y constitucional que llega hasta el día de hoy.
El de Stroessner era en 1989 un régimen decadente. Su imagen era cada vez más impopular. El país vivía una crisis económica y el gobierno tan solo sabía reaccionar ante el descontento popular con la represión. Ese autoritarismo supuso una violación sistemática de los Derechos Humanos que se cebó con militantes católicos e incluso con miembros del propio Partido Colorado. Además, el contexto continental jugaba en su contra. Dictaduras militares como la de Brasil, Uruguay o Argentina ya habían caído.
Las dos consecuencias más graves de esta pérdida drástica de popularidad de quien había sido dueño y señor de Paraguay fueron la enemistad con la Iglesia Católica y la ruptura del Partido Colorado (el partido oficialista, al cual pertenecía Stroessner). Los fieles a Stroessner, los llamados “militantes”, terminaron por hacerse con el partido y purgaron (por no decir que reprimieron) a sus detractores, conocidos como los “tradicionales”. Stroessner ganó el partido, pero el partido que se quedó estaba roto. En el futuro sufriría las consecuencias de la explosión del Partido Colorado.
Con esta situación no tardó en hablarse de la posibilidad de un Golpe de Estado. Stroessner era incapaz de creer que el ejército se levantaría contra él, que era militar. Menos aún que lo haría liderado por el general Andrés Rodríguez, una de las personas más poderosas del país, unido por lazos familiares al dictador. No quiso saber nada de los rumores que apuntaban a estas posibilidades.
El Golpe se ejecutó entre el 2 y el 3 de febrero de 1989. Los militares tomaron algunas ciudades y en Asunción redujeron a los partidarios de Stroessner (con heridos y muertos, casi todos ellos militares o policías). Stroessner no tuvo más remedio que entregarse a los golpistas cuando vio que no tenía ninguna posibilidad de ganar el pulso. Bajo la custodia de los militares firmó un escueto texto donde anunciaba su renuncia.
Para sorpresa de Stroessner, quien encabezó el Golpe fue Andrés Rodríguez. Incluso cuando el Golpe ya se había ejecutado, Stroessner era incapaz de creer que su socio y consuegro le hubiese traicionado. Pero no solo eso, el Golpe tuvo el apoyo tanto de aquella parte del Partido Colorado que él había purgado como de los Estados Unidos. La Iglesia Católica no tardó en reconocer la legitimidad del levantamiento militar.
La incertidumbre que quedaba por despejar era si el nuevo gobierno de Andrés Rodríguez era un “quítate tú que me pongo yo” o suponía de verdad el inicio de una transición política a la democracia.
Pero Rodríguez fue fiel a su palabra. Creó un gobierno, compuesto por colorados tradicionalistas, cuyo único objetivo era convocar unas elecciones. Durante los apenas tres meses que duró este gobierno transitorio se suspendió la ley marcial, se derogó la pena de muerte y se legalizaron los partidos políticos de la oposición. Después de esto, Paraguay estaba preparada para sus primeras elecciones realmente democráticas tras años y años de dictadura.
Stroesner murió el 16 de agosto de 2006 en Brasil, donde se le exilió (se consideraba peligroso que permaneciese en el país aún siendo preso).
Fuente: Conquista la Historia