Hace un cuarto de siglo, fallecía a los 83 años el actor, bailarín, cantante, director de cine y coreógrafo estadounidense Gene Kelly, uno de los máximos creadores del género musical de Hollywood en sus años de oro, recordado sobre todo por “Cantando bajo la lluvia”.
Durante los meses previos, Kelly había sufrido varios ataques cerebrales y una infección bacterial cutánea.
Además de admirable bailarín -sólo comparable a Fred Astaire, aunque sus estilos diferían- y simpático comediante, Kelly era fundamentalmente un innovador en materia de películas musicales tanto en su escritura como en sus coreografías, y esa actitud renovadora lo convirtió en un revolucionario en el ambiente.
Llamó “fIlm-danza” a una concepción propia que consistía en relatar una historia mediante el planteo argumental, la música y la danza en conjunto y que constituyó uno de los puntos fuertes de la Metro Goldwyn Meyer (MGM), que tuvo en los 40 y 50 a Kelly como figura exclusiva.
Eugene Patrick Kelly era el nombre completo de este artista, que nació en Pittsburgh (Pennsylvania) el 23 de agosto de 1912. En su estado natal se licenció en Leyes, pero al concluir sus estudios resolvió dedicarse a la danza como coreógrafo y luego buscar empleo como bailarín en los cabarets junto con su hermano Fred.
Ambos fundaron después un instituto de danza y, en 1938, Gene llegó a Broadway -la calle neoyorquina de los teatros-, firmó contrato en 1940 con la Metro y debutó en cine en 1942 al Iado de Judy Garland en “Mi chica y yo”.
En sus primeros tiempos Kelly alternó films musicales (“En alas de la danza”, “Las modelos”) con otros de géneros diferentes, hasta que en 1944 pudo lucir su ingenio para las coreografías en “Leven anclas”, donde actuaban Frank Sinatra, Kathryn Grayson y los personajes de dibujos animados Tom y Jerry.
En “Sinfonía de París” (1950) introdujo en su coreografía búsquedas impresionistas y avanzó hasta formas de baile lindantes con la abstracción: fue uno delos pocos títulos musicales que ganó el Oscar principal (y otros cuatro) y valió a Kelly un premio especial por sus logros.
Un año después, en “Cantando bajo la lluvia”, como director junto a Stanley Donen entregó un sagaz e irónico retrato de Hollywood en los tiempos en que el cine pasaba de mudo a sonoro, e incluyó una de las escenas más recordadas y reiteradas del séptimo arte: elo baile y canto de Kelly por las calles, sin paraguas ni impermeable, bajo un diluvio.
Después de que esa joya fuera boicoteada para los Oscar (en pleno “maccarthismo” se rumoreaba que Kelly era comunista), llegó su obra más personal, aunque no del todo comprendida por el público: “Invitación al baile”, donde el cineasta se dirigió a sí mismo en tres historias narradas enteramente mediante la danza.