Gabriel Ruiz Díaz, bajista y cofundador de Catupecu Machu, falleció este sábado a los 45 años. La noticia fue confirmada por su hermano Fernando, líder de la banda, mediante un sentido mensaje que compartió en su cuenta de Instagram.
“Amores, hoy se fue Gabi. Se fue tranquilo, en paz”, comenzó diciendo el músico. Y luego continúo: “Gabi el amigo, el hermano, el bajista, el artista, el científico, el músico, el hijo. Un animal de música. Un ser amoroso, generoso, bueno. Brillante. Y sobre todo, un guerrero, un guerrero que siempre dio todo y un poco más”.
Enseguida, Fernando continuó diciendo: “Gracias, hermano mío por todo. Te fuiste hoy en el día del Músico Argentino. Un día, en una entrevista, le preguntaron cuál era el disco que más le gustaba de la historia de nuestro amado rock argentino, y Gabi dijo: ‘Artaud, de Luis Alberto Spinetta’. Seguramente te debe estar esperando para que con tus cuatro cuerdas mágicas hagas lo que más amaste en tu maravillosa e increíble vida. El bajo y la música”.
“Vuela alto, como siempre lo hiciste hermano mío. Hermano de Todos. Gracias por lo que diste y nos diste. Que estés bien donde quiera que estés, que de seguro será ese lugar donde el tiempo no corre, donde nada se llama, donde simplemente sos”, cerró.
Nacido en 1975, Gabriel Ruiz Díaz formó Catupecu Machu en 1994 junto a su hermano guitarrista y cantante Fernando, en el barrio porteño de Villa Luro. La propuesta de tintes sonoros experimentales irrumpió con fuerza y reconocimiento en la escena rockera local.
Con los hermanos Ruiz Díaz al frente y distintos acompañantes, la agrupación publicó “Dale!” (1997), “Cuentos decapitados” (2000), “Cuadros dentro de cuadros” (2002) y “El número imperfecto” (2004).
En la madrugada del 31 de marzo de 2006, Gabriel chocó su automóvil Volkswagen Fox en la intersección de las avenidas del Libertador y Sarmiento, en el barrio porteño de Palermo, mientras regresaba de la discoteca The Roxy junto a César Andino, cantante de Cabezones.
Andino viajaba en el asiento del acompañante y logró recuperarse rápidamente. Gabriel, en cambio, había llegado al hospital casi sin signos vitales. Lo reanimaron. Pero, después de pasar seis meses en terapia intensiva, quedó con problemas de movilidad y serias secuelas neurológicas que le impidieron seguir haciendo lo que más amaba: música.
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