Lo que tendría que haber sido un viaje de disfrute se vio totalmente empañado y derivó en malestar y llanto de muchos visitantes.
Todo radicó en que tuvieron que esperar por más de siete horas -soportando las intensas temperaturas y casi sin refugio alguno- para realizarse el hisopado.
Esto fue lo que pasaron cientos de personas que intentaban ingresar a Misiones por el puesto Centinela, pero que necesitaban contar con el certificado de COVID-19 negativo; tal y como lo exige la Provincia.
Al llegar al puesto, las personas estacionaban sus vehículos o descendían de los micros con la idea de que el test sólo sería un trámite de minutos. Pero, el “poco personal” que se encarga de realizar los análisis se vio superado por la cantidad de visitantes que llegaban a la tierra colorada.
Ireneo Ramón (48) es uno de los que tuvo que vivir esta triste situación. En comunicación con PRIMERA EDICIÓN el hombre relató lo sucedido ayer.
“Esto está lejos de ser algo relacionado con el cuidado de la gente y la salud; al contrario es un foco de contagio porque hay aglomeramiento de personas. Además, tuvimos que soportar el calor, y la deshidratación; acá había niños, ancianos y mujeres embarazadas”, expuso.
Según el relato de Ramón, él llegó junto a su esposa y sus dos hijos menores a las 11 de la mañana a Centinela; sin embargo cerca de las 18 todavía no había sido hisopado y una gran cantidad de personas esperaban ser evaluadas por los profesionales de la salud.
“Lo único que hicieron fue cobrarnos. Viajé toda la noche y estoy agobiado”, dijo entre lágrimas.
Ramón es misionero, pero reside en Buenos Aires y aprovechó estas fechas para visitar a familiares, pagar impuestos y vacacionar. Dijo que “se manejan de forma desprolija. La verdad es que esto es indigno”.
Señaló que “teniendo en cuenta la época, y que debería ser de conocimiento público, esto debe ser diferente, porque muchos aprovechan las fechas para ver a sus familiares, a pasar las fiestas o las vacaciones”.
Contó que “esto es inhumano. La afluencia de turismo excede a toda la capacidad que tienen para atender a la gente”.
En cuanto al lugar de espera, dijo que “la estructura es muy precaria, son tres toldos y hay una canilla en la calle donde los chicos pueden tomar agua”. Relató que “pagué dos test de 2.000 pesos y nos dieron un recibo escrito a mano. Acá estaban haciendo lo humanamente posible, pero no daban abasto porque había una sola profesional y éramos más de 300 personas esperando”.
Optaron por cortar la ruta
Por otro lado, Ireneo Ramón comentó que “algunos cortaron la ruta. A esas personas les hicieron pasar a todos y se fueron sin hisoparse y sin pagar”.
Agregó que “mientras que los que pagamos tuvimos que seguir esperando”.
El hombre dijo a este Diario que “es la primera vez que mi provincia me trata de esta manera. Los funcionarios deben estar al tanto de esto y tienen que estar del lado de la gente”.
Aseguró que “todo esto empaña el momento de alegría”. Recordó que “este año fue complicado y angustiante, sobre todo la cuarentena en Buenos Aires”.