Departamento Candelaria Misiones, año 1940. Tierra roja color sangre del ancestral e indómito aborigen guaraní; verde follaje color esperanza que subyuga y atrapa a todo aquel que tiene la suerte de conocer estos paisajes, cargados de misterio y sagradas creencias, entremezcladas con la profunda fe cristiana y un paganismo místico; herencia pura de nuestros antepasados, los aborígenes y las diferentes corrientes migratorias venidas allende los mares.
En aquella época, la seguridad de los pobladores de estas latitudes descansaba en esas verdaderas avanzadas o fortines que constituían los destacamentos policiales que infundían respeto a los colonos y peones golondrinas de estos lugares. En un recóndito lugar del Sur de la provincia, Fachinal, el Encargado del Destacamento policial (dependiente de la Comisaría de Candelaria) era Don Felipe Duarte, gaucho a carta cabal.
Se recordaba en la Comarca sus procedimientos cuando le tocaba en suerte cuidar algún baile. Tanta era su autoridad que decidía cuando terminaba el baile o si seguía; sino le gustaba como tocaba el Cordionisto, porque era medio kalcha-i (término casi despectivo), ahí nomás agarraba el instrumento y los guitarreros tenían que acompañarlo de muy buen agrado ndayé (dice que). –“Chake (cuidado) si se enojaba Don Felipe” y hace hablar su teyuruguay (arreador utilizado para azuzar animales).
Como era institucionalmente de estilo, todos los lunes, a primera hora del día, el Jefe de Destacamento tenía la obligación de presentarse en la Comisaría de Candelaria a dar las novedades semanales. Uno de esos lunes, muy de madrugada, don Felipe, quien utilizaba de móvil un sufrido burro, al llegar a la Picada Profundidad rumbo a la Comisaría, tomó la decisión de cortar camino atravesando el Cerro Nielsen, del cual se desprendían dichos y creencias que en él habitaban seres sobrenaturales como el Monje sin cabeza, asombrados, lugar de aparecidos, silbidos de ánimas, y ainda mais; y es creencia popular en la región que el animal al no estar bautizado, percibe y ve al diablo en persona y el ser humano al recibir las aguas bautismales pierde ese don de descubrir dichos relatos de la región.
Una vez allí, con ese escenario fantasmagórico, algo inesperado sucedió: de la nada, surge un fuerte viento con envolventes remolinos que en la oscura noche los arbustos cobraron vida mediante siluetas irreales y danzas macabras, al tiempo que el silencio nocturnal se vio interrumpido por sonidos desgarradores, haciendo que el burro se empacara, retrocediera bufando desesperadamente, por más que don Felipe intentaba avanzar.
Entonces, el agente, hombre muy devoto de su kurundú San La Muerte labrado en hueso de niño angelito y ante el mal comportamiento del animal, sacando su arma dice: “yo te voy a dar asombrado ndayé que nos querés asustar…”, y disparó hacia el lugar donde provenían esos extraños ruidos el primer tiro, con tanta mala suerte que el segundo, y por los corcovos del animal, don Felipe, de un salto felino, desmonta y toma conocimiento que había quedado sin móvil para llegar a destino, teniendo que cargar al hombro las calchas, el lazo, el freno y los demás bártulos.
A pocos kilómetros de llegar a la Comisaría y con el devenir del nuevo día, el agreste paisaje guardaba un silencio sepulcral, únicamente quebrado por el dolorido lamento del urutaú; don Felipe ensimismado se hacía interiormente preguntas sin respuestas que guardaran coherencia con este hecho inexplicable que le tocó vivir, y como única respuesta repetía: “Sólo Dios sabe lo que pasó”. Policía de ley como era, no se iba a quedar sin pasar el Parte de Novedades a sus superiores y al poco tiempo, se escucharon los golpes de taco de las botas y un vibrante “SIN NOVEDAD SEÑOR COMISARIO”.
Este humilde trabajo apunta a reflejar la profunda transformación cultural operada en nuestra región guaranítica donde, a través de los años se amalgamaron dos culturas tan disímiles como lo son la guaranítica –paisana misionera, con aquellos que vinieron allende los mares con las diferentes corrientes migratorias.
Los misioneros fuimos artífices de un lenguaje integrado venido desde la lejana Europa junto al misionerismo más puro: creándose así una línea “lingüística comunicacional” que más que un regionalismo apunta a un modismo tan nuestro y peculiar que lo hace único en la región, lográndose así tan ampliada inclusión y sana convivencia.
“….yo te voy a dar asombrado…” El término asombrado se halla muy internalizado en las creencias del más puro costumbrismo del Alto Paraná misionero, y se encuadra dentro de los fenómenos paranormales que no pueden ser explicados por la ciencia. Estas creencias, devenidas de la mitología guaranítica, fueron transmitidas en forma oral de generación en generación hasta nuestros días, y cuyos relatos devienen de distintos dioses, mitos y leyendas.