Hay meses en los cuales las rutas nacionales que atraviesan Misiones se vuelven eje de protestas y manifestaciones del sector agrario, con el corte de las mismas, para hacer escuchar un reclamo ante las autoridades nacionales, provinciales y municipales.
Si no son los tabacaleros autoconvocados, son los tareferos; o ambos a la vez en distintos puntos de la tierra colorada. Reclamos por precios, por los retrasos en el depósito de los fondos que les corresponden, por quedar excluidos de las campañas, por las condiciones de trabajo, entre otros ejes.
Así como pueden resultar comprensibles esos reclamos, cualquier corte de ruta provoca inconvenientes a los que transitan por diferentes motivos la geografía misionera. No sólo por las largas esperas en la ruta con las altas temperaturas de estos días, sino por la tensión que se produce con los manifestantes.
¿Resulta tan imprevisible para los funcionarios de las áreas responsables anticiparse en información, en gestiones para no llegar a los cortes de ruta? ¿Hay intereses partidarios detrás de las movilizaciones? ¿No hay otros lugares para expresarse libremente sin perjudicar a terceros?
Seguramente cientos de misioneros que nada tienen que ver con solucionar los pedidos pendientes o estar perjudicados por el contexto, se deben hacer esas preguntas. Acompañen o no los ejes de reclamos.
Llegará el momento en que el diálogo se impondrá al extremo de cortar una calle, una ruta o el acceso a un municipio. Para ello, deberá primar el mismo sentido entre manifestantes y destinatarios de las manifestaciones.
Aunque suene reiterativo, el derecho de uno termina donde comienza el del otro. Y los cargos políticos en el Estado deben ser ocupados para dar respuestas y, de ser posible, soluciones a los problemas aunque se hayan generado, muchas veces, en ámbitos fuera de la competencia administrativa.
Debiera estar más vigente que nunca la frase del actual Gobernador apenas electo: “Funcionario que no trabaja chau, hasta mañana”.