A esta altura de las circunstancias, a nadie puede escapar el impacto negativo que ha tenido la obra de Yacyretá sobre Misiones, zona de embalse para la generación de energía para dos países.
Con el correr de los años, se fueron expropiando tierras, muchas productivas; movilizando barriadas que tenían en el río su forma de sustento como de vida por varias generaciones, hacia lugares donde perdieron ambas; inundando zonas costeras o isleñas; impactando en flora y fauna en una provincia considerada un “pulmón” para la región.
Como parte de la obligada compensación de la EBY a Misiones, llegó la costanera a Posadas, algunas rutas y caminos y un intento de política social que se diluyó con el paso de los años y los Gobiernos. Ni hablar de la promesa de contar con más energía y a un precio más barato al estar en la zona de afectación. Con el verano, más que nunca, estos últimos ítems toman mayor fuerza de “promesa incumplida”.
Para hacer que las palabras se conviertan en hechos, siempre se les dijo a los sucesivos presidentes de este país que era mejor tener un misionero al frente de la EBY. Y así fueron pasando renovadores, macristas hasta el camporita Ignacio Barrios Arrechea, actual director Ejecutivo en el Gobierno de Fernández.
Al parecer, según el enojo de siete intendentes que arman una estrategia conjunta para pedir soluciones a la EBY, a pesar del millonario negocio de la generación de energía hoy Yacyretá “está borrada” de las muchas necesidades de los pueblos a los cuales afectó negativamente.
Firmar convenios de buenas intenciones o limpiar una playa no parece ser lo que los pueblos impactados necesitan y piden con urgencia. En esas localidades viven todavía miles de misioneros impactados por una represa cuya autoridad se hace la distraída de lo realmente importante.