En la nota anterior mencionábamos las valiosas iniciativas desplegadas por Mataji Indra Devi cuando se estableció en Buenos Aires a mediados de los ’80, para estimular la difusión y enseñanza del Yoga entre nosotros. Y así lo expresaba: “Desde que vivo en Argentina, he llevado un trabajo intenso en materia de esclarecimiento en todo lo que hace a este arte y ciencia de la vida, al cual le he dedicado la mayor parte de mi existencia.”
También relataba que su deseo de esclarecer más la comprensión del Yoga y fomentar el estudio de sus métodos de mejoramiento de la salud, inclusive en el seno del hogar, surgió de observar el estado lamentable en que se encontraban muchos países, cuyas estadísticas de enfermedades físicas y mentales indicaban marcados aumentos y cuyo número de alcohólicos, toxicómanos, delincuentes y criminales crecía en proporción alarmante.
“Abrigo la esperanza –decía Indra Devi- de que si el estudio del Yoga se incorporara a las disciplinas que se cursan en escuelas, centros docentes y campos de instrucción física, contribuiría considerablemente a la disminución de estos desarreglos físicos y mentales”.
Por entonces, ya la Universidad del Salvador contaba con una Escuela de Estudios Orientales y un Curso Superior de Yoga, por iniciativa del Padre Ismael Quiles S.J. Poco después en nuestro país y en varios países vecinos se daban los primeros pasos para la formación de institutos de Yoga, inclusive en ámbitos universitarios como cursos de extensión .
Desde el punto de vista de la educación para la salud, Indra Devi destacaba que la ciencia del Yoga ofrece un aspecto dedicado al cuidado del cuerpo y de todas sus funciones, con métodos aplicados a las causas de la mala salud como la oxigenación deficiente, la alimentación pobre en nutrientes, el ejercicio insuficiente y la eliminación defectuosa de desechos que intoxican el organismo.
Además, Mataji señalaba que el Yoga puede contribuir al aumento de las capacidades mentales, a la mayor agudeza de los sentidos y a la amplitud del horizonte intelectual, merced a la respiración profunda y rítmica, al estímulo de la actividad glandular, a la concentración y a la meditación que nos acerca al desarrollo de nuestra naturaleza espiritual, como veremos en la próxima nota. Namasté.