La autoridad monetaria lanzó una batería de medidas para frenar la drástica caída de reservas que venía sufriendo. Lo hizo mediante una serie de restricciones que afectan a los ahorristas y a los argentinos que usen sus tarjetas en el exterior o realicen compras desde la Argentina a través de páginas de afuera.
¿Pero qué tiene de distinto ese esquema frente a lo que ya hizo el macrismo? ¿Acaso nadie termina de entender que limitar el acceso al dólar no es la solución y que, en todo caso, habría que apuntar a la formulación de un programa económico para generar más confianza?
Pandemia y errores no forzados mediante, el actual Gobierno parece ser más bien una continuidad del anterior, limitando la capacidad de desarrollo de las empresas privadas, agrandando el Estado a tamaños monumentales, asfixiando con impuestos a los emprendedores.
¿Qué inversor se sentirá tentando a emprender en el país a partir de las mismas reglas de juego que se repiten gestión tras gestión? ¿Quién puede pensar en invertir en Argentina con los actuales niveles de inflación? ¿Quién se vería tentado a poner dinero en el país con el vigente ritmo de devaluación del peso? ¿Quién querría patrocinar proyectos en Argentina con la anormal presión tributaria y con las insólitas regulaciones estatales?
Seguramente los especuladores, esos que abundaron en el gobierno anterior y que fugaron millones al exterior.
La solución, claramente, pasa por la implementación de un plan integral, creíble y con el volumen necesario para generar confianza. Porque el problema se instaló en la estructura económica alimentando una inflación muy elevada, un peso devaluado, una alta presión tributaria y falta total de financiamiento a proyectos productivos.
Sin embargo se siguen tomando medidas a la ligera, sobre la marcha, con visceralidad. Iniciativas inconexas que, ya no caben dudas, tendrán los mismos efectos que en los últimos años.