La limpieza de la piel debe hacerse en forma cotidiana teniendo en cuenta además la humectación. Ambas deben realizarse dos veces al día y consiste en desprender polvo, hollín, todo el smog y restos de maquillaje. Aunque no te maquilles la limpieza debés realizarte igual.
En segundo momento la humectación es muy importante, si bien es cierto que nuestra piel tiene su humectación natural no siempre es suficiente. El frío, calor, el aire acondicionado o la estufa secan el medio ambiente y quitan la humedad. Tanto la limpieza como la humedad la realizamos en la capa córnea, que se caracteriza por ser gruesa, semipermeable y sólo permite el paso de algunos nutrientes.
La piel va tomando diferentes grosores según las funciones: la de los párpados es muy fina, la de los talones muy gruesa.
Si la piel está limpia y exfoliada en su rutina, la penetración de principios activos adecuados será muy rápida. Ahora si no incorporas esta rutina tu piel lucirá áspera y engrosada porque las células muertas están sirviendo de barrera.
Esto explicamos a los pacientes cuando nos manifiestan que los productos no penetran en su piel.
Amiga, es sencillo: al limpiarte la piel del rostro como corresponde no sólo estás quitando el maquillaje y suciedad del medio ambiente sino que además estás manteniendo el grosor natural de tu piel y el recambio celular de toda la epidermis.
Allí pasaremos a la segunda fase: la humectación que debemos hacerla en base a emolientes y ácidos así podrás mantener el recambio celular de manera rápida.
De acuerdo con tu tipo de piel y edad, la profesional te ayudará a elegir los componentes de las cremas, los antioxidantes, la pantalla solar adecuados. Así tu piel recuperará brillo, lozanía y turgencia.