Regresaba de cumplir su jornada de funciones en la división Secuestros Judiciales en el destacamento del barrio Aeroclub de Posadas. Se bajó de su automóvil, ingresó a su casa, se sacó el uniforme y cuando se disponía a cocinar para almorzar, recibió una tunda de golpes de puño por tres jóvenes que lo sometieron luego a una literal tortura para que indicara dónde guardaba sus ahorros.
Atado con precintos y con la cabeza y manos a milímetros de una hornalla encendida, tras los tormentos de puñetazos y puntapiés, el suboficial mayor de la Policía de 40 años “se ablandó” y señaló dónde escondía lo que los tres asaltantes fueron a buscar: diez mil dólares y 65 mil pesos.
Atado a un sillón tipo reposera y como parte de la macabra intención le apoyaron sobre los brazos un cuchillo que calentaron en la cocina.
Con el objetivo logrado, los tres huyeron sin tocar equipos electrónicos, electrodomésticos, billetera, la pistola nueve milímetros reglamentaria, ni el teléfono celular de la víctima.
Los gritos pidiendo ayuda alertaron a una vecina que lo socorrió y cortó los precintos que lo mantenían inmovilizado. Dio aviso a sus camaradas y se inició el rastrillaje por la zona detrás de tres sospechosos entre 20 y 25 años, cuyos rostros no pudo describir porque actuaron cubiertos por tapabocas o barbijos. El primer dato preciso que dio fue el de la tonada o acento de voz de los asaltantes: lugareña.
Detrás del cementerio
La vivienda del asalto está ubicada en un sector de nuevas construcciones detrás del cementerio municipal de Garupá, cerca de las avenida De las Américas. Minutos después de las 14 arribó al lugar el juez de Instrucción 6, Ricardo Walter Balor para observar y tomar las primeras decisiones.
Se interiorizó de lo sucedido y supervisó los relevamientos de la Policía Científica y de los investigadores de la Unidad Regional X.
De fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN se pudo establecer que el suboficial reside solo en este inmueble, que está separado y que su labor en la fuerza de seguridad corresponde a la dependencia de Secuestros Judiciales, que se encuentra ubicada en el barrio Aeroclub de Posadas, en la zona sur.
Entre versiones y posibles pasos de los pesquisas policiales, se produjo la demora de dos jóvenes sospechosos, que fueron puestos a disposición del juez Balor.
El suboficial fue asistido por un gabinete psicológico que dispone la fuerza de seguridad, ya que cuando sus camaradas arribaron al lugar lo encontraron en estado de shock, profundamente alterado por los dolores de la golpiza y tortura.
Habría roto en llanto ante los jefes de la UR-X quienes lo contuvieron para que pudiera luego precisar los primeros datos que sirvieran para determinar sospechosos del atraco y ubicarlos para su aprehensión.