La semana pasada reflexionaba acerca de las oportunidades que ofrece el diálogo como escenario posible para el cambio y la gestión saludable de conflictos.
A partir de algunos comentarios, me parece necesario realizar una distinción entre “diálogo”, “debate” y “discusión” ya que cada uno de ellos nos llevarán a resultados diferentes.
J.H. Wagner ilustra esta distinción teniendo en cuenta las formas psicológicas de las conversaciones.
Para él, la forma del “debate” es una línea que encuentra a dos equipos en lados opuestos jalando de la cuerda en una prueba de fuerza, en la que uno gana y el otro pierde. Excluyéndose en consecuencia, otros resultados o puntos de vista posibles.
El aspecto con que representa al “diálogo” es el círculo. Todos sentados a la mesa de manera tal de poder verse y escucharse. Generando espacio para tantos aspectos de la comunicación como personas haya en el círculo y como consecuencia, una multiplicidad de perspectivas que va formando una red más amplia de significados, un entendimiento incluyente.
El aspecto de la “discusión”, nos dice Wagner, es como un revoltijo. Todas las personas están en el mismo salón, pero miran en distintas direcciones, con distintos intereses y distintas agendas. El grupo carece de cohesión y no intenta aprovechar el mejor aporte de cada participante para estructurar un nuevo entendimiento incluyente como ocurre en el diálogo.
Es importante distinguirlas porque aún cuando las tres acepciones suelen emplearse indistintamente nos llevarán a diferentes lugares.
A diferencia del diálogo, cuando se debate o se discute no hay consenso ni se pretende alcanzarlo. El diálogo, es un proceso de aprendizaje colectivo, no es una “batalla” en la que tiene que haber vencedores y vencidos, sino un espacio que permite sacar valor de las diferencias y obtener lo mejor para todos.
David Bohm describe la discusión y el debate como un juego de ping pong, en el que las personas batean ideas de ida y vuelta, siendo su objetivo obtener un ganador, a diferencia del diálogo en el que todos ganan si alguien gana.
El diálogo se convierte entonces en un espacio central para encontrar caminos de salida, valorando la diversidad en la unidad de una comunidad.
Se trata de un modo de abordaje que va directamente relacionado al tipo de sociedad sobre la que se está construyendo.
La magnitud de los desafíos actuales requiere de acuerdos y consensos. Generemos una cultura de cooperación y participación para fortalecer los lazos sociales. Vivamos el espíritu del diálogo para lograr una sociedad que nos abarque a todos.