Fe, la única herramienta con que llegaron las primeras familias a la tierra colorada, una “nación” que prometía un gran futuro, pero con una inhospitabilidad que calaba hondo, hasta sentirse en los huesos.
Al recorrer la historia no hay dudas que fueron sus creencias y su ferviente voluntad de trabajo las que los sostuvieron. Las mismas que movieron a levantar templos donde alimentar su alma, obviamente con lo único que encontraron, madera, lo que no les impidió replicar las edificaciones que dejaron en su madre patria, a la que la mayoría nunca regresó.
Edificios como la iglesia “San Adalberto”, que forma parte un gran trabajo de investigación de la arquitecta Liliana Oleksow y un equipo que la acompañó.
“Arquitectura religiosa en madera, en la provincia de Misiones-Argentina” se llamó el proyecto que se centró en el legado arquitectónico religioso materializado durante el tercer período poblacional de lo que hoy es Misiones, con la mirada puesta en que hasta entonces y aún hoy no se realizaron trabajos de investigación arquitectónicos profundos acerca de esta temática y, fundamentalmente porque “sería relevante que se recuperen y pongan en valor estos bienes aportados por los inmigrantes y lugareños”, remarcó la profesional.
Máxime teniendo en cuenta que se trata de obras que datan de alrededor del año 1890, cuando el entonces Territorio Nacional de las Misiones formó parte de un Plan de Colonización nacional que permitió el arribo de numerosos inmigrantes de Europa Central y del Este, algunos de ellos radicados previamente en Estados Unidos del Brasil.
En su mayoría, se trata de una “arquitectura vernácula realizada en madera, material utilizado para la construcción como primera respuesta de los inmigrantes frente al medio ambiente natural con el que se encontraron. La importancia de estas obras reside en la singularidad de la combinación intercultural que exhiben, resultante de sus morfologías, técnicas artesanales y modos constructivos locales que denotan una fuerte influencia de la arquitectura que los inmigrantes europeos trajeron como bagaje en sus respectivas memorias colectivas”, apuntó. En síntesis, consiste en una arquitectura espontánea, de generación popular y de raíces regionales, describió.
E hizo hincapié en que “si bien, conforme al estudio previo el valor arquitectónico es insoslayable, sería fundamental profundizar en los valores históricos y significados socio-culturales que poseen para los integrantes de las comunidades de las que estas obras forman parte de su vida cotidiana. Ya comprobados hitos en el paisaje, se estima que también conforman hitos simbólicos y culturales representativos de identidades locales cuyos orígenes sociales y nacionales son diversos”.
Apuntó además que “como en los últimos años se sufrieron pérdidas y deterioros del patrimonio, urge la necesidad de un proyecto de investigación interdisciplinario, además del desarrollo de tareas tendientes al rescate por medio de un trabajo junto con las comunidades”. Asimismo, es de rigor el hecho de que “no se valora lo que no se conoce”. Por tal razón, resulta fundamental que la sociedad misionera y argentina conozca este patrimonio a través de eventos tales como exposiciones fotográficas, proyecciones audiovisuales y conferencias, como una forma más de preservarlo.
Por otra parte, considera que los resultados de este proyecto podrían constituir el fundamento de futuras intervenciones arquitectónicas de restauración de estos bienes patrimoniales, con miras a la conformación de un circuito turístico religioso y cultural.
Once fueron las edificaciones seleccionadas, a partir de criterios como “Patrimonio histórico provincial y nacional en trámite”, “Patrimonio en riesgo”, “Origen histórico”, “Función social” y “Originalidad del diseño arquitectónico”, con lo que fueron parte del trabajo las iglesias “Virgen de la Asunción”, de Colonia Wanda; “Evangélica luterana, Congregación San Pablo”, Santa Rita; “Sagrado Corazón de Jesús”, Colonia Lanusse; “Santísima Trinidad”, Gobernador López; “Congregación Bautista Ucraniana”, Oberá; “Virgen del Rosario”, Puerto Londero; “Virgen de Fátima”, Colonia Aurora; “San Martín de Porres”, Integración; “San Juan Bautista”, Colonia Valle Hermoso; “San Antonio”, Paraje El Paraíso y “San Adalberto”, Cerro Azul.
Capilla “San Adalberto”
La investigación de la arquitecta Liliana Oleksow y su equipo hizo hincapié en cada detalle de la zona y sus pobladores, abarcando la historia de una colonia que supo de adversidades, pero también de sentir la mano de Dios en cada momento. Desde aquí, surecopilación de datos.
La capilla “San Adalberto”, perteneciente al culto Católico Apostólico Romano, se encuentra ubicada a la vera de la denominada Picada Polaca, a ocho kilómetros de Cerro Azul y setenta de la capital provincial.
El terreno donde está asentada -de aproximadamente una hectárea y media- exhibe a la izquierda una cruz de dos metros, a la derecha el campanario y, detrás, un tinglado de usos múltiples donde se dicta catequesis, se usa como salón parroquial y donde los lugareños se reúnen para festejar la fiesta patronal con comidas típicas.
Los orígenes
La mayoría de los pobladores de Picada Polaca son descendientes u oriundos de Polonia y Ucrania. Sin embargo, también se asentaron y habitaron la zona personas procedentes de Yugoslavia, Suecia y otras regiones aledañas.
Los colonos polacos y ucranianos habrían primero arribado al departamento provincial de Apóstoles, de donde se desplazaron por falta de tierras para cultivar.
Según Miriam R. Bach (2009) -autora del libro “Un Vistazo hacia el Pasado”-, los primeros inmigrantes en poblar la zona fueron Francisco Boitasen y los hermanos Gazal, procedentes de Polonia y quienes posteriormente fundaron una capilla en 1910, que fue reemplazada por la actual.
Era muy pequeña y de madera, ubicada cercana a la vigente, en un terreno donado por Boiten. Más tarde se construyó muy cerca de la capilla el cementerio de la colonia, la escuela y el destacamento policial.
Según el nieto del inmigrante polaco Francisco Boitasen, quien donó el predio que corresponde a la actual capilla fue Gazal, y su abuelo el terreno donde está asentado el camposanto.
El cementerio de Cerro Azul se encuentra ubicado a 150 metros de la capilla, y su emplazamiento siempre fue considerado importante por la feligresía.
Por su parte, Mari Kruk afirma que la “chacra” donde está construida la iglesia era de su abuelo paterno -Mariano Kruk-, quien “le compró a un señor llamado Juan Gazal y de ahí la chacra quedó para mi papá que también está fallecido”.
La construcción
Según Kruk, se comienza a erigir la capilla, también de madera aserrada a mano, tal como la primera realizada, bajo la supervisión de Jacobo Terlesky y Boitasen.
La construcción del altar -que se conserva hasta el presente- fue montado por Terlesky, mientras que el cielorraso fue obra de un arquitecto proveniente de Polonia, de quien no recuerdan su nombre.
Juan Boitasen entiende que la escuela fue construida entre los años 1922 y 1925, y como los colonos “pensaron ya tenemos la escuela, ahora nos hace falta la Iglesia. Creo que la construyeron alrededor de 1927”.
Según una entrevistada, el diseño de la capilla “salió de la cabeza de la gente, se hacía como una casita… se le hacía el escalón que ahora es de material, porque antes era de tabla y la gente caía…”. No obstante, el sacerdote Pablo Ptak –actual párroco, residente en Cerro Azul- comentó que el diseño del techo “tiene una figura como de un barco y muchos significados. Ellos, los inmigrantes vinieron en barco de Europa a este continente, quisieron mostrar el medio de transporte que los trajo. Pero también se dice que la Iglesia es como el barco, que es guiado, es conducido por Dios”.
Respecto a quiénes participaron en la construcción de la capilla, Kruk recuerda que su abuelo le contaba que los que más colaboraron fueron Juan Gazal, “don Dwojak, don Heder”, su abuelo José Krukoski y su padre Antonio Kruk.
Según Genoveva Rosa Wrubel de Terlecki los que construyeron la Iglesia, entre otros, fueron Alberto y Juan Gazal. Por otra parte, quien confeccionó el altar fue su suegro -Jacobo Terlecki, -así como la torre de la Iglesia que era “como una casita, como una cruz, que era todo de madera pero por las lluvias después se hizo de chapa”.
Otro testimonio muestra el espíritu cooperativo y el desprendimiento personal demostrado a través de las horas de trabajo y esfuerzo destinado a concretar su principal obra vinculada a la vida religiosa.
“Todos traían algo para colaborar con el trabajo, con todo. Las maderas se preparaban para labrar, todo era labrado, los tirantes labrados con hacha. Ya algunos traían de allá sus herramientas, y se cortaba cuadrado para darle forma al tirante. Ellos venían de Azara y empezaban a tumbar monte… pelaban los árboles más gruesos y hacían la tabla, para la pared de esa madera y el techo. Y se hacía para el piso como una planchada. Más alto, porque venían los bichos del monte -los tigres- por eso se hacía la escalera… Y así, todos vinieron así…”.
De acuerdo con la información proporcionada por Juan Boitasen, la Iglesia fue construida a mano. “Anteriormente se construía con la sierra manual, no existían las que hay ahora. La base de cemento no tenía, era todo de cepo. Y entonces era todas maderitas rajadas manualmente, había una cinta labradora y con esa se le rajaba bien. Después se fue cambiando… Más antes como había monte, los animales buscaban los cepos para acostarse y entonces los cepos se corrían… Lo que yo no sé es si primero se cambió por techo de zinc o si hubo otro material por el que se cambió antes. La parte de la alfombra sí fue hecha por mi finado padre y Wrubel.”
Respecto a la pintura y colores que utilizaron para adornar y embellecer la Iglesia, utilizaban la cal, tal como explicó uno de los entrevistados: “Antes mi abuelo decía que no había pintura, entonces ellos compraban la cal”.
La feligresía y sus referentes religiosos
El primer catequista de la colonia fue el inmigrante Francisco Boitasen, “por mucho tiempo”, período que no pudo ser determinado por los entrevistados. Respecto a los religiosos que asistían a la comunidad, recuerdan que provenían de distintas localidades y su traslado respondía a las condiciones de la época.
“Los sacerdotes venían a caballo, y venían a las fiestas y recorrían también las colonias cuando era, por ejemplo, Navidad, bendiciendo las casas. Papá acompañaba al sacerdote”.
Las celebraciones anuales -Semana Santa, el día del Santo Patrono (San Adalberto), Navidad-, eran ocasiones de encuentro, de relacionamiento, de intercambio y participación.
El tiempo pasa
Con el transcurrir de los años, la capilla sufrió algunas modificaciones que tendían al mejoramiento de la calidad edilicia, como consecuencia de las adversidades climáticas y del lugar donde se encuentra emplazada.
Cabe señalar que su base era de cepos de madera y, con el transcurrir de los años, las abundantes precipitaciones y la humedad ambiente impactaron en la estructura.
Hace pocos años, se construyó un tinglado de 10 por 8 metros que posteriormente fue ampliado 3 metros más en el sector de la cantina. La intención era que quede habilitado para albergar cumpleaños y casamientos.
En este espacio cubierto también se desarrolla la fiesta de San Adalberto, se dicta catequesis y se satisfacen otras actividades que sean requeridas por la institución religiosa o los colonos.
El mantenimiento del predio de grama está a cargo de los hombres que actualmente utilizan una desmalezadora, ya sea la de la propiedad de la Iglesia o de los propios agentes que realizan el trabajo.
El interior de la iglesia es cuidado y protegido por las mujeres, quienes se encargan de la limpieza: barrido, higiene de las imágenes, mobiliario, altar y todo objeto de pertenencia al templo.
Bibliografía: Bach, Miriam R.: “Un Vistazo hacia el Pasado”, La Impresión S.A, Misiones 2009. “IV Jornadas sobre Poblamiento, Colonización e Inmigración en Misiones”. Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya, Pirámide, Misiones. 2005.
Comisiones parroquiales
Las Comisiones parroquiales siempre estuvieron constituidas por vecinos y miembros de la feligresía de la zona. Desde sus inicios existió una comisión responsable del mantenimiento del edificio, así como de la organización de las fiestas que se realizaban.
Los demás pobladores y asistentes a la capilla también participaban y trabajaban, por ejemplo, carpiendo el predio. Empero, no sólo los adultos colaboraban sino, también, los niños realizaban tareas ayudando a sus padres y abuelos.
Originariamente los vecinos unidos trabajaban de forma mancomunada. Cuando finalizó la construcción de la iglesia se conformó la primera comisión parroquial -presidida por uno de sus miembros- con la finalidad de concretar el mantenimiento del edificio.
Antes de 1983, Juan Boitasen (nieto) fue secretario de la comisión, pero a partir de dicho año fue elegido presidente, cargo en el que permaneció durante 21 años.
La coordinadora del equipo, arquitecta Liliana Oleksow, contó con la colaboración del arquitecto Carlos Alberto Marcial (Relevamiento arquitectónico. Difusión del valor patrimonial en las comunidades locales. Organización y montaje de las muestras); la antropóloga social magister María del Rosario Contepomi (Relevamiento socio-cultural. Difusión del valor patrimonial en las comunidades locales. Elaboración de los Informes de Avance y Final); el realizador audiovisual Miguel Ignacio Móttola (Relevamiento fotográfico y filmográfico. Edición de video. Producción fotográfica. Edición fotográfica.
Posproducción del audio); el diseñador gráfico Pedro Miguel Insfrán (Diseño, organización y montaje de las muestras. Diagramación de espacio expositivo/Recorridos/Curaduría de la muestra. Montaje de la muestra); la auxiliar de antropología, Paola Fleitas, y el auxiliar audiovisual, Miguel Franco. El trabajo realizado fue gracias al aporte del Consejo Federal de Inversiones. Entidades participantes (Secretaría de Gobierno de Misiones, Subsecretaría de Culto, y Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Misiones).