Mientras cursaba la licenciatura en obstetricia, a Danila del Rosario Romero (24) la torturaban los dolores de cabeza. Como alumna aplicada de la UCAMI, pensaba que la molestia estaba relacionada a las interminables horas de estudio. Pero el malestar se tornó cada vez más intenso. Inaguantable. Después de una rueda de visitas por distintos profesionales, fue diagnosticada con un tumor cerebral denominado ependimoma de grado 2. La sometieron a una cirugía de cinco horas y después de varios meses, la joven retomó las actividades habituales.
Ya recuperada, volcó su experiencia en las redes sociales “para llevar aliento y tranquilidad a quienes están pasando por una situación igual o similar”. Los videos subidos al canal Youtube tuvieron amplia repercusión y las vivencias de la licenciada Romero se volvieron material de consulta para seguidores del país y del exterior.
Después de este mal trago, Danila admitió a Ko’ape que fue una “experiencia fuerte. Fue difícil, sobre todo al principio. Era muy frustrante. No sabía qué me pasaba. Los médicos tenían opiniones encontradas y me recetaban medicamentos que no causaban efecto alguno. Era como si tirara el dinero a la basura”.
Aún en esas condiciones, trataba de seguir con sus actividades “porque no quería parar”. Contó que todo “sucedió tan rápido, que no pude pensar, pero en todo momento estuve acompañada por mi familia (padres Ramón y Alicia y hermana Analía) y por Dios. Él estuvo al lado mío y me dio fuerzas para afrontar lo que me tocó pasar”.
Si bien el tumor se manifestó en 2018 confió que desde adolescente padecía dolores de cabeza que fueron aumentando en la intensidad.
“Primero eran comunes, después parecían una migraña, más adelante eran acompañados de vómitos que me impedían que me moviera de mi casa. Pero como soy estudiosa y responsable creía que podría deberse a la cantidad de horas de lectura y de permanecer al frente de la computadora”, comentó.
Tras rendir su última materia tuvo tres días de un intenso dolor de cabeza y vómitos. Lo preocupante era que “ya había pasado el efecto de los nervios, y el dolor no menguaba. Era como que la cabeza me latía. Podía vomitar por horas y se sumaban los vértigos. Y el último mes se me agregó la visión doble porque el tumor comprimía mis nervios oculares”.
El 2 de agosto asistió a la casa de estudios para presentar su plan de tesis. “Lo hice en malas condiciones. No veía, pero rendí y me aprobaron”, recordó.
Decidió acudir a una consulta, y comenzó ahí un largo camino en pendiente. “Me diagnosticaron un tumor cerebral denominado ependimoma de grado 2, que quiere decir que es maligno porque puede volver a crecer”, acotó.
Consultó a varios médicos clínicos, neurólogos, a un otorrinolaringólogo “porque decían que los vértigos podrían derivar de un problema en los oídos, y a un traumatólogo porque el tumor estaba alojado en la cervical” hasta que un kinesiólogo postural que “me hacía maniobras para mejorar el vértigo, dio importancia al caso porque le pareció extraño que esas maniobras no funcionaran”.
Fue así que “me mandó a otro neurólogo de su equipo, hicieron una resonancia y vieron una mancha en la cervical”. Repitieron el estudio con mayor intensidad, y se comprobó que era un tumor. De buenas a primeras, “me dijo: mañana tenés turno con el neurocirujano. Fui a verlo y no me dio tiempo a pensar. Era un viernes y el lunes me sometieron a cirugía tras una convulsión”.
Danila admitió que no me sentía capaz de viajar otra provincia para buscar otras opiniones a raíz del malestar. A eso se agregó la opinión del neurólogo que “me dijo que lo que me iba a pasar acá podría pasarme en otro lado. La decisión estaba en mi y aposté por quedarme acá. Cuando me recuperé, en 2019 comencé a desarrollar mi tesis y así pude recibirme a fin de año. Ahora me siento re bien. Estoy apostada en casa debido a la cuarentena y haciendo controles oncológicos normales”, manifestó la egresada de la primera promoción de licenciados en obstetricia.
Volver a la rutina
Después de la cirugía Danila quería salir, volver a la Facultad, hacer todo lo mismo, como que no me pasó nada. “Tampoco me di el tiempo de procesarlo hasta que me calmaron, diciéndome pará, recién salís, te abrieron la cabeza. Empecé con el acompañamiento de una psicóloga, dando los pasos de manera más lenta”, contó.
Cuando le comunicaron que tenía que hacer radioterapia mucha gente hacía comentarios que la asustaban. “Te va a pasar esto, lo otro, te va a hacer mal, te vas a pasar vomitando. Empecé a buscar videos en Youtube donde la gente contaba sus historias, pero prevalecían las de cáncer de mama. Y me pareció interesante contar la mía también. Empecé a hacer videos y empezaron a contactarse conmigo, incluso personas de otros países. Con algunos todavía nos hablamos y nos acompañamos”, relató la profesional, que en poco tiempo ayudó a traer al mundo a varios bebés. En Tucumán vive un chico que padeció el mismo tumor en igual grado, y una niña de Perú que tiene lo mismo.
“Con ellos nos acompañamos virtualmente. Iba grabando el proceso de mi enfermedad y lo subía a Youtube. Lo hacía mirando a la cámara, contando sobre mis síntomas, cómo fue mi internación, el tratamiento, y la segunda intervención para colocarme una válvula cerebral”, describió.
Después de una operación de cinco horas, “salí en coma farmacológico. Estuve unos días en terapia que fue lo más difícil para mí porque estaba sola. Mi cabeza era una usina. No te podés mover porque tenés un montón de cables y la cabeza vendada. Salí a fines de agosto, y en noviembre volvieron a aparecer los síntomas y evaluaron ponerme una válvula que sirve para que fluya el líquido que se comprime en el cerebro”.
Nacida en el barrio Los Álamos, de Posadas, sostuvo que “pude salir y continuar con mis actividades normalmente, cumpliendo con el control. Tengo el alta de mi oncóloga para trabajar pero debido a la pandemia debo quedarme en casa. Entonces puse una imagen en las redes sociales con mi teléfono para que alguna mamá que tenga dudas durante la cuarentena me consulte para no ir hasta el hospital”.
Esa iniciativa tuvo un gran éxito porque, como ella misma define, “el embarazo es un conjunto de preguntas, más aún si se trata de una madre primeriza”.
Recordó que “estoy disponible a las consultas de las madres. Me preguntan sobre dolores, ¿me pasa ésto? ¿es normal?, tuve este flujo, tengo tantas contracciones ¿voy al hospital o no?, tengo miedo de salir, lo que me pasa ¿es para preocuparme?. Voy a la guardia o me quedo en casa. Estoy haciendo lo que puedo desde casa, sirviendo a quienes lo necesitan”.
Dios estuvo al lado mío y me dio fuerzas. Por eso estaba con mucha paz en la internación, a pesar de los dolores, el sufrimiento. Fue difícil. Fue algo que me detuvo en la última etapa de mi carrera pero lo logré igual”. Se mostró eternamente agradecida a mamá Alicia, hermana Analía y papá Ramón que estuvieron “acompañándome. Fue duro porque los veía cansados de cumplir los turnos para cuidarme. Me preocupaba eso pero sabía que ellos iban a estar ahí, pase lo que pase”.
La experiencia de la peluca
Cuando estaba a punto de iniciar la radioterapia, los médicos le informaron que iba a perder el cabello y que si fuera posible, se consiguiera una peluca porque “sería algo bastante traumático”.
Su hermana, Analía, encontró a través de las redes sociales a una mujer de Buenos Aires que hace pelucas gratuitas para pacientes oncológicos bajo la denominación “Pelucas solidarias 9 de Julio”.
Como trabaja con cabellos donados, y “ante la posibilidad que se cayera el mío, al que lo tenía bien largo, opté por cortarlo y hacerle llegar para que confeccionara una peluca”, dijo. La emprendedora hizo un viaje a Posadas para participar de un curso y trajo consigo el pedido de la joven. A raíz de esa situación muchas otras jóvenes se hicieron eco y consultaban la manera de conducirse para poder donar el pelo.
Mi experiencia sirvió para llevar alivio a otra gente. Alguna, incluso, que no tiene el mismo tumor pero padece otro y pregunta ¿cómo te sentiste?, ¿tenías dolor?, ¿cómo afrontaste?. Y cuando respondo, es como que se sienten acompañadas y me dan las gracias. A mi también me sirvió porque es un proceso de curarte y de contar lo que te pasó. Me ayudó un montón”.
Un padre agradecido
“Una situación límite como el caso de un tema de salud grave, nos pone de frente en la vida a circunstancias casi siempre desconocidas. Cuando Danila del Rosario tuvo su pico de gravedad con la enfermedad y supimos el diagnóstico, con su mamá y su hermana conocimos otros caminos que en la cotidianidad y en nuestro acelerado andar diario no lo tenemos en cuenta. Danila decidió operarse en Posadas, y en el proceso de internación de urgencia, operación, su etapa en terapia y su pase a sala común palpar esos otros caminos, un ‘mundo’ que está allí, muy cerca, pero que no dimensionamos. Cambian las prioridades, cambian los valores. Los ídolos diarios generalmente potenciados por los medios de comunicación, pasan a un segundo plano. La fe fue un valor importante a la hora de sobrellevar el proceso. Una cadena inimaginable de oraciones de personas que en muchos casos ni conocíamos, empezaron a ser un sostén importante. Eso y la fortaleza de Danila fueron y son puntales en este momento vivido. Y allí aparecieron esos otros ‘ídolos’, pero no tan lejanos, héroes cotidianos a los que llamé desde entonces ángeles de carne y hueso, con nombre y apellidos algunos, anónimos otros. Profesionales que cumplen con su trabajo pero que le agregan un plus especial que es lo humano, y que tiene un valor importante en estas circunstancias. Reconocer al médico neurocirujano Sebastián Dei Castelli (a cargo de la operación que duró cinco horas), a la médica oncóloga María Betania Mascheroni, ángeles de carne y hueso que forman parte de nuestro cuerpo de médicos que a diario desarrollan su trabajo aquí, cerca de nosotros. El personal del tercer piso del sanatorio de calle Bolívar con un carisma tan especial para cada momento. Más allá del cansancio de turnos extensos y otras cuestiones, dede el jefe de piso, enfermeras y personal de maestranza. Ángeles también en el hospital, administrativos y personal especializado en el sector de resonancia y placas, que siempre dan un poco más para solucionar temas de turnos y prioridades para los estudios”.
Para Ramón Romero, un párrafo aparte merece para la obra social IPS, criticada en muchos casos, “pero que en todo este proceso, en la parte oncológica, no tuvo fisuras. A todos ellos nuestra gratitud y reconocimiento permanente”.