El merendero “Bichito de Luz” ubicado en el barrio Las Tacuaritas, en Garupá, abrió sus puertas hace casi cuatro años y es la primera vez, desde su inauguración, que recibe a tantas familias en emergencia alimentaria. “Actualmente vienen 180 familias pero no es un número fijo porque cuando se acerca fin de mes, vienen muchas más y cuando, los pocos que trabajan en el asentamiento, cobra, a veces el número baja un poco”, contó a PRIMERA EDICIÓN la encargada del merendero, Abigail Fleitas.
¿Son las consecuencias de la cuarentena? Este Diario fue hasta el merendero para hablar con los vecinos de Las Tacuaritas para ver si, efectivamente, el incremento de concurrencia a los merenderos es una de las tantas secuelas de la emergencia sanitaria. “La mayoría de los que están en el asentamiento, viven de changas y sino, no comen”, dijo Abigail y agregó que “por eso ahora viene más gente, porque la mayoría se quedó sin trabajo”.
“Estamos aguantando”
Es sábado por la tarde y Abigail está afuera junto a la olla que se prepara en el barrio Las Tacuaritas para recibir a los vecinos que irán como cada sábado con su taper, recipiente plástico, olla o lo que tengan a mano para poder llevarse el alimento que les garantizará, al menos, comer una vez en el día. Hoy, como de costumbre, servirán polenta con verduras: “la idea es que para las 18 la comida esté lista, entonces funciona como una merienda-cena”, explicó.
Mientras ella cocina, sus amigas -que también disfrutarán de la vianda- la ayudan picando verduras y musicalizando la tarde. La mayoría de ellas, asisten desde que Abigail comenzó el proyecto: “Si no fuese por ella, no sé qué haríamos. A veces, si sobran verduras o algo de carne nos lo reparte y con eso estamos aguantando”.
“De alguna manera se va sobreviviendo”, dijo una de las vecinas tras contar que su pareja no puede salir a hacer los trabajos de albañilería como venía haciendo o las changas que encontraba cada tanto. La mujer usa la palabra sobreviviendo que, lejos de ser una palabra dicha al azar, está basada en la propia experiencia y en la de esas cientos de personas que se acercan a buscar su vianda. Sobreviviendo.
Gente nueva
Pese a que las cocineras oficiales son tres, al estar ubicado en un barrio donde la mayoría se conoce y mantienen un vínculo afectivo, es usual que los comensales más antiguos vayan al merendero desde temprano y entre mates y chismes, todos ayuden en la cocina. Sin embargo, no todos los que asisten al merendero participan de este ritual. “La gente que es nueva y viene desde que empezó la cuarentena, suelen llegar cuando estoy por servir la comida. Buscan su porción y se van, tampoco suelen quedarse acá”, contó Abigail.
Una de las chicas, relató que en abril fue a buscar su primera porción de comida. Al comienzo, le pareció raro: “Sabía del merendero, pero nunca sentí la necesidad de venir. Recién hace dos meses que me animé”, dijo. “Al principio venía, buscaba la comida y me iba, pero ahora me quedo a comer acá porque me gusta compartir con ellas”, agregó.
“Yo solía ir a otro que queda más cerca de casa, pero desde que empezó la cuarentena, se llena rapidísimo y nos quedamos sin comida así que vengo acá que encima sirven comida más rica”, explicó otra de las chicas.
Piden un techo
Abigail hace todo lo posible para que nadie se quede sin su plato de comida pero, cuando llueve, no hay nada que pueda hacer, por eso pide ayuda para construirlo.
Sólo dos comidas diarias
“Bichito de Luz” recibe ayuda de Asistencia Alimentaria que les provee los ingredientes para las meriendas que sirven de martes a jueves, y las cenas.
Las familias que van al merendero, también suelen asistir a otros comedores. “Tratan de rebuscarse: buscan las viandas del almuerzo en un comedor y a la tarde vienen para acá, como para poder almorzar y cenar”, explicó Abigail.
Sin embargo, en los días de lluvia se quedan sin comida y es por eso que la encargada del merendero insiste en que “me gustaría cerrar bien el merendero como para que quede aparte”.