Así como la cuarentena obligatoria produjo efectos positivos en el ambiente, visibles casi inmediatamente en las ciudades -donde hubo menos polución y contaminación sonora-, en los espacios protegidos del monte misionero también ocurrieron cambios. PRIMERA EDICIÓN consultó sobre esto con algunos guardaparques y coordinadores de áreas protegidas, quienes señalaron algunos de los pros y contras del aislamiento.
Como trabajadores, pese a estar exceptuados del decreto nacional, sintieron algunas bajas en el recurso humano porque tienen personal dentro del grupo de riesgo (guardaparques mayores de 60 años o con personas a cargo en esa franja etaria, embarazadas y madres de niños pequeños), con lo cual tuvieron que readecuar las guardias y en vez de intercalar cada siete días, por ejemplo, debieron hacerlo en fases de hasta catorce días.
“No dejamos de trabajar en ningún momento. Estamos haciendo guardias más largas porque la ausencia del transporte público de media distancia nos impedía movilizarnos todo el tiempo. No todos viven cerca de la reserva donde cumplen tareas”, explicó a este Diario Diego Ciarmiello, del Parque Provincial de San Juan de la Sierra.
Agregó que “tampoco se podía movilizar todo el tiempo en vehículos oficiales por la escasez de combustible y en algunos casos se tomaban guardias de hasta quince días para no dejar al descubierto ningún día. Con la cantidad de guardaparques que quedamos activos lo que hicimos fue buscar la mayor eficacia en la distribución de las tareas”.
Testigos privilegiados
Según supo PRIMERA EDICIÓN, alrededor de un 15% de los trabajadores, en promedio, fue alcanzado por el decreto para guardar aislamiento social. Otro punto que causó reducciones en el personal tuvo que ver con que, si participaron de algún operativo para frenar la caza furtiva, quedaron afectados a una cuarentena obligatoria, por haber estado involuntariamente en contacto estrecho con extranjeros.
Así y todo, los parques nunca quedaron solos y los trabajadores de esas áreas protegidas fueron testigos privilegiados del comportamiento de la naturaleza gracias a la “nueva quietud” por el aislamiento.
“Puede llamar la atención y sonar extraño, pero en las áreas naturales es mucho menos perceptible el cambio de lo que se sintió en las ciudades, más para nosotros que estamos habituados al paisaje. Sí notamos cambios en las áreas de uso público, senderos donde transitaban mayormente personas y que ahora quedaron en silencio”, aclaró.
Al respecto, confirmó que “antes no paseaban venados ni agutíes o monos en esas áreas y ahora han avanzado hacia ellas con total naturalidad. No ven personas hace 60 días y la fauna sabe diferenciarlo”.
“Todo esto habrá traído muchísimos más cambios que vamos a poder apreciar con el tiempo seguramente, porque tenemos que pensar en generaciones de animales que estaban acostumbrados a la comida que les daban las personas”, reflexionó.
Moconá sin turismo
El también guardaparque Leo Rangel, quien cumple tareas en el Parque Moconá, también contó brevemente su experiencia en esa reserva desde que se dictó la cuarentena: “Vemos mucha más actividad de la fauna. El cierre del parque para los visitantes trajo silencio y ante esa novedad, los animales empezaron a romper las fronteras que se impone por el miedo a los humanos”, contó.
Sin embargo, Rangel señaló que “el cierre del Parque Moconá suele ser una medida que se toma, por ejemplo, en temporada de lluvias intensas, cuando hay crecidas y se inundan los cursos de agua. Esos fenómenos son parecidos a los de la cuarentena de ahora, por lo tanto, el comportamiento es el mismo: los animales sienten el silencio y dejan de esconderse”, remarcó.
“En estos días vimos mucha más actividad de la fauna, también se ven más cantidad de huellas en las zonas no habituales. De todas formas, es adverso que no contemos con el turismo, ya que es un recurso económico importante con el menor impacto sobre la naturaleza, porque se genera dentro de las áreas protegidas y se generan recursos para seguir protegiéndolas”, aseguró.
Testigos privilegiados
El guardaparque Diego Araujo, coordinador de Zona Sur de Misiones, quien desarrolla su trabajo en el área que abarca desde el Salto Encantado hasta Posadas, tiene a cargo por ejemplo el Parque Provincial Teyú Cuaré, el Cañadón de Profundidad, Parque Provincial Fachinal y Parque de la Sierra.
Confirmó que “en las reservas donde teníamos una mayor afluencia de turistas se pudo observar que, al no haber un movimiento de personas, fue distinto el comportamiento de la fauna. Es sabido que en nuestras reservas contamos con una gran variedad de especies y la cuarentena coincidió con las migraciones de las aves, con los cual también notamos muchos cambios en ese sentido”.
La presencia humana de por sí contamina, y pese a todas las medidas para la toma de conciencia sobre no tirar residuos en las áreas protegidas, siempre hay quien se transgrede. Ese fue otro factor notorio según Araujo, quien comentó: “Es hermoso ver que toda la basura que encontrábamos en senderos se redujo a nada”.
“Estamos en una época excepcional y es probable que una vez que se levanten las medidas del Gobierno nacional y salgamos de la cuarentena, la ciencia pueda dar cuenta de todos estos cambios para medir su impacto, tanto positivo como negativo”, finalizó.