Apenas recibido de arquitecto en su Rosario natal, Fernando Juan Dasso (78), se radicó en Jardín América donde, sin muchos preámbulos, las autoridades municipales le encargaron la construcción de la céntrica plaza Colón, una obra llamativa, única, que se distingue de los demás paseos públicos de Misiones. Se trata de un espacio acogedor que se convirtió con el tiempo, en el lugar de reunión, de encuentro, de buena parte de los jardinenses, particularmente jóvenes. A su arribo, el 31 de julio de 1965, la localidad, fundada el 7 de mayo de 1946, no había cumplido veinte años.
La describió como una aldea incipiente, como buena parte de los pequeños pueblos de la provincia en esa época, con calles de tierra, con muy pocos servicios públicos, sin redes de agua ni cloacas, y un precario servicio eléctrico.
Dasso aseguró que llegó a la tierra colorada por circunstancias especiales. El colega Federico Sharp, con quien había cursado algunas materias en la Universidad Nacional del Litoral, “decidió que podíamos hacer como trabajo de estudio el proyecto de un templo para la comunidad adventista, a la que pertenecía, y que en Jardín América tenía muchísimos adeptos al momento de su fundación.
Tras concretar la idea, fui el encargado de traerla casi en las vísperas de obtener el diploma. El proyecto fue aceptado, me recibí, me casé con Cristina Hendrick y nos fuimos a Jardín América. Directo, sin escalas”, manifestó, al evocar la gesta, de la que en breve se cumplirán 55 años. Es por eso que sostiene que “soy más misionero que rosarino, aunque siempre tengo nostalgias de mi ciudad, a la que quiero mucho y a la que siempre vuelvo”. Padre de Mariana, Sebastián y Nicolás, vivió en Jardín América hasta 1971, cuando se trasladó a la capital provincial por razones laborales.
El encargo de Von Zeschau
Durante su permanencia en la otrora Capital del Folclore Infantil, “me llegaron algunos pequeños encargos, con los que traté de movilizarme económicamente, porque eran momentos difíciles”. Al poco tiempo de llegar, el intendente Hugo Von Zeschau, un hombre que estuvo muy cerca de los fundadores, le encargó la construcción de la plaza. La obra se aprobó durante la intendencia de Jorge Francisco Machón, se inició en 1966, y se inauguró en 1967, ya en la gestión de Santiago Lirussi.
“Llamó la atención porque estábamos acostumbrados a las plazas tradicionales. Los lineamientos tienen que ver un poco con lo que siempre pensé –y muchos arquitectos piensan de esa forma- que el diseño de cualquier obra, al implantarse en un lugar, tiene que recibir las sugerencias del entorno, nunca como un módulo pre hecho, implantado, como si fuese algo artificialmente traído desde afuera”, explicó.
Indicó que a plaza se ubica en el sector más alto del sector urbano. Se trataba de un cuadrado que estaba en el medio de la urbanización, que es muy particular. “Lo habían elegido aerotopogramétricamente basándose en trabajos hechos en la época. Tiene un doble sistema: una serie de cuadrados concéntricos con la plaza de calles que se van dispersando a medida que nos alejamos en los cuatro sentidos. Pero, además, tiene varias diagonales que llegan a los extremos de la plaza, algunas de las cuales nacen en la ruta 12.
O sea que es una superposición dos sistemas ortogonales, uno siguiendo la ortogonalidad del cuadrado de la plaza, y otro, en diagonal, a 45 grados con el primero”.
Confió que la sugerencia “fue respetar esa geometría y de alguna manera representarla en el cuadrado, que es la plataforma mas importante de la plaza, a través del diseño de dos cuadrados superpuestos concéntricos y girados a 45 grados, de manera que queden como un cuadrado superior, que es la plataforma, y otro con plataformas de la esquina, mas bajos que hace el otro cuadrado en la otra dirección”.
Está implantado en el trayecto que la gente circulaba entonces en forma natural, desde la llegada a la plaza desde la ruta 12, que es el ángulo Noroeste, en diagonal, hacia el otro extremo, donde estaba la iglesia. Era el único lugar de interés que hacía que la gente cruzara la plaza. Ese sendero me indicó la forma de continuarlo, y en un determinado lugar mas alto ubicar esa plataforma, que no tiene nada que ver con una geografía simétrica, sino que es una geometría asimétrica que responde un poco a los usos que la gente le daba al lugar”.
Para la materialización de todo eso, se recurrió a la piedra, que es un poco, el subsuelo de toda la provincia. “La plaza completa es de piedra mora, basáltica, y en las cuatro esquinas de la plataforma principal se erigen cuatro especies de pirámides con un diseño muy particular, que tienen que ver un poco con lo ancestral de la pirámide como forma primigenia de muchas culturas, que incluso llegó a América. Esas cuatro pirámides son un poco lo que configura una espacialidad virtual del cuadrado central, de tal forma que la arista que queda hacia afuera de las pirámides, si las prologáramos hacia arriba, conforman una especie de gran pirámide virtual, es como un espacio latente dentro del cual estamos cuando recorremos ese lugar”.
Existe, además, un espejo de agua, que está detrás de una de las pirámides, que colinda con un anfiteatro, que fue un pedido especial del intendente Machón, donde se hacían los festivales del folclore infantil. En cada uno de los frentes de esas pirámides, mirando hacia la plataforma central, existen unos bajo relieves, adosados a las pirámides, muy interesantes, que marcan como cuatro etapas de la historia que tiene que ver con el nombre del pueblo y el nombre de la plaza.
En la primera pirámide que está hacia el Este, existe un poco como el contacto de las dos culturas, la llegada de los europeos a América, en la segunda está la colonización jesuítica, tan arraigada a la historia local, la tercera, una alusión a la independencia, y en la cuarta, una especie de semblanza del futuro que queremos para el país, donde se implanta el mástil de la bandera argentina.
Tiene todo un significado alegórico que tiene que ver con el simbolismo que configuran las etapas de la historia. La plaza tiene elementos de iluminación, bancos, forestación, porque desde antes que se iniciara la obra, la plaza se usaba como cancha de fútbol. Incluso poco tiempo antes que yo llegara, estaba alambrada alrededor, para que la gente no estropeara el campo de juego.
Lugar de concurrencia
La plaza quedó adherida a la historia del pueblo por todo este proceso de simbolización expuesto por Dasso. Con el tiempo, llegó a convertirse en un lugar típico de concurrencia, sobre todo de los jóvenes, que van a tomar tereré a la hora de la siesta, las conversaciones con la primera novia, la reunión antes de entrar a los colegios. “Todo eso hizo que ese lugar tomara una imagen de mucho afecto para la población. Lo digo con afecto porque pude generar, sin querer, una cosa así, que se debe al uso de los habitantes, y colisionó fuertemente cuando en 2006, quisieron modernizarla. Quisieron tirar casi todo abajo y hacer una cosa distinta”, narró.
Sostuvo que esa acción obtuvo una oposición muy grande, de muchos pobladores, y la protesta fue encabezada por la Cámara de Comercio, Industria y Turismo local, una institución que “tomó un poco la bandera de defensa del patrimonio porque para ellos, de acuerdo al consenso de la gente que usó la plaza durante tantos años, la convirtió realmente en un elemento patrimonial de la ciudad”.
A entender de Dasso, “esto fue oportuno, porque estamos viviendo un momento en el que dos valores como la ecología y el patrimonio histórico, son muy importantes. Hace un tiempo no se pensaba así y se tiraron abajo obras que ahora lamentamos que no existan”. En esa oportunidad fue invitado por los integrantes de la entidad mercantil e hizo un par de viajes a Jardín América para brindar un par de conferencias sobre el tema.
“No hicieron lo que pretendían, sí la modernización en algunos aspectos, con los que concuerdo, como mejorar la iluminación, agregar algunos elementos adicionales que hacen al mobiliario urbano de la plaza, pero mantuvieron la esencia, que fue la descripción de todo ese elemento geométrico, los ingresos, los cordones de piedra que se van derramando hacia los cuatro lados, como los halos que hace la piedra cuando uno la tira al agua”, graficó.
Manifestó que la plaza fue generada “a través de mi percepción del lugar, la charla con la gente, y conocer la idiosincrasia de los vecinos. Se generó así, no es un modelo traído de otro lado”. Existe otra, más pequeña, de ladrillos, que tiene su interés, que es la plaza Belgrano de Campo Grande, que Dasso diseñó pocos años después. Mirando hacia atrás, aseguró que “es una satisfacción muy grande. En Jardín América dejé muchas otras cosas”. Dasso también se ocupó de diseñar el hogar de ancianos que el sacerdote José Puhl hizo para los abuelos del pueblo.
“Lo considero un prócer de esta provincia. Era un alemán que estuvo unos años en Puerto Rico, y desde 1963 se instaló en esta ciudad e hizo tantas cosas, que la congregación del Verbo Divino, cuya tradición es trasladar a los sacerdotes cada diez años a otro destino, lo dejó allí hasta su muerte, producida en 1998”, contó. Entabló con el padre una amistad entrañable. Una plazoleta, detrás de la parroquia Exaltación de la Cruz, también diseñada por Dasso, lleva el nombre del cura.