Opinión
Por Francisco José Wipplinger
Presidente de FJW SAT
Transitamos desde mediados del mes de marzo, la más oscura noche de la economía argentina, sumergidos poco a poco, día a día, cada vez más, en las profundidades y la desazón de una crisis económica con carácter casi terminal, que está originada en una economía que transitaba con profundos tropiezos en los últimos años, y que, a partir de la crisis sanitaria derivada del coronavirus, y su consiguiente cuarentena extendida, así como también paralelamente, la mala praxis en términos de gestión económica ocurrida últimamente, nos está depositando, aceleradamente en los niveles más bajos de la producción, el trabajo y el consumo.
Hemos transitado por el peor mes de abril de la historia argentina en cuanto a los valores de producción industrial, según el propio ministro del área, el Dr. Matías Kulfas.
El mes de mayo será muy parecido al de abril y desde el 15 de marzo pasado, el grueso de la fuerza productiva funciona con capacidades ociosas del orden del 80%.
Las subsiguientes extensiones de la cuarentena sanitaria, fue carcomiendo, económica, y financieramente con todas sus consecuencias posteriores, las bases de los agentes económicos básicos, las empresas.
Son y serán las empresas el eslabón fundamental de la economía argentina, como generadores de riqueza, hacedores de futuro y fundamentalmente como dadores de trabajo genuino.
Trabajo repartido entre miles de personas que dan el origen del salario, que no es otra cosa que la contrapartida económica del esfuerzo.
Este salario es a su vez el combustible de la rueda virtuosa de la economía, generando demanda de productos y servicios, que serán generadores sucesivamente de producción, trabajo y riqueza, sin descanso, una y otra vez.
Esto es, en definitiva, el ciclo económico básico, generador de crecimiento y riqueza para cualquier economía, país, o región.
Hace ya dos meses, este ciclo descripto se cortó. La máquina económica y productiva se detuvo en el medio de la cuarentena decretada por el Gobierno nacional.
Los sectores económicos fueron afectados de distinta forma, dependiendo del grado de involucramiento en la crisis, pero a través del tiempo que lleva este parate, todos los sectores van quedando involucrados dentro del quebranto económico.
Dicho quebranto de la economía en general, no es otro que el crujir de las empresas en particular que declaman y reclaman asistencia gubernamental, sobre todo cuando antes o después serán alcanzadas por la ola de la crisis.
Las formas en que las empresas se deterioran son elementales, sin producción no hay ingresos y sin ingreso es difícil poder sostener la base de gastos primordiales y fundamentales, los salarios de los trabajadores y el pago de los impuestos.
El mundo entero sufrió y sufre este problema en su base productiva y todos, absolutamente todos, buscaron soluciones financieras y asistenciales de distinto orden, para sostener estos enormes problemas en sus empresas, que dentro contienen millones de trabajadores y que por otra parte serán ambos, las bases del crecimiento de la sociedad en el futuro inmediato.
Argentina también lo hizo, o mejor dicho lo enunció. Fueron medidas inconexas, llenas de interrogantes, carentes en muchos casos de fundamentos y, por sobre todo y como característica, vacías de infraestructura resolutiva, manchadas de burocracia y, en algún caso, de dudosa transparencia.
Como primera ayuda a este segmento se anunciaron préstamos financieros para las empresas con el fin pagar salarios correspondientes al mes de marzo del corriente a tasas subsidiadas del orden del 24% anual, a través de las entidades financieras: los bancos.
Esta ayuda nunca llegó, ni en tiempo ni en forma. Sólo el 20% de las empresas fueron alcanzadas con la asistencia, el resto tuvo que recurrir a préstamos por vía del descubierto a tasas superiores al 60% o usar capital de trabajo para cumplir con las obligaciones del pago de salarios a los trabajadores.
Por ende el Gobierno nacional nos Mintió.
La segunda ayuda en la emergencia, la actual, tal como ha sido anunciada, era una ayuda de asistencia de emergencia por el 50% de la masa salarial de cada empleado.
Tomando en cuenta los siguientes parámetros: que como máximo se pagaría 33.725 pesos o dos salarios mínimos vitales y móviles por trabajador y la empresa debía cumplir con los requisitos de que sus ingresos se vieran deteriorados en términos reales medidos contra el año anterior.
Estos requisitos enunciados y la operatoria en sí misma sería a través de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en forma directa, ágil, rápida y fácil.
Luego de mucho retraso y burocracia, empresas como la que presido del sector del transporte, fueron notificadas del alcance de la ayuda financiera, trabajador por trabajador, mediante montos y cuentas bancarias involucradas.
El 6 de mayo último la AFIP, en un escueto comunicado, nos notificó que el sector Transporte en su conjunto no será incluido en el programa de ayuda de Asistencia en la Emergencia, sin más explicaciones ni aclaraciones al tema.
Nuevamente y por segunda vez, el Gobierno nacional nos Mintió.
Las empresas tenían previsiones financieras en función de la promesa por parte del Gobierno nacional, efectuada y posteriormente confirmada y notificada expresamente por la Administración Federal de Ingresos Públicos.
Las empresas confiaron en la palabra empeñada del Gobierno nacional.
Las empresas del sector Transporte deberán cumplir con las obligaciones para con los trabajadores de la forma que puedan, porque ya nadie los asistirá, debido a que fueron abandonados a su suerte por el Gobierno Central.
El Gobierno nos engañó en su primera ayuda.
El Gobierno nos mintió en la segunda asistencia financiera de emergencia.
El Gobierno nos mintió cuando, en palabras de su presidente, el Dr. Alberto Fernández, dijo dos días atrás ante empresarios: “El Gobierno y los argentinos les pagaron el 50% de los salarios de los trabajadores… no entiendo qué más quieren”.
Solamente en el sector del Transporte queremos que no se nos mienta, quisiéramos que el Gobierno cumpla con sus compromisos, los que efectivamente contrajo.
Nos gustaría que el Gobierno no use la pandemia ni la crisis sanitaria en su conjunto como recurso político.
Nos gustaría también que el Gobierno pensara en los trabajadores de este sector, el del Transporte y recordara a sus familias, las que hay detrás de cada uno de los trabajadores, al momento de negar la asistencia de emergencia para el pago de salarios de estos.
Nos gustaría, por último, que el Gobierno nacional pensara en las empresas de transporte de toda índole, que son hacedoras de trabajo, generadoras de riqueza y que, como otros rubros, siguieron transportando a pesar de los contagios y riesgos sanitarios. Que estarán y quedarán en el futuro en la bancarrota producto de su negativa arbitraria de asistirlas, y su falta de compromiso a su palabra empeñada y a las obligaciones contraídas.
Un País sólo se construirá siempre con Trabajo, con Esfuerzo, con Palabra y con Compromiso.
Un País se destruye, sin Empresas, sin Trabajo, sin Normas y sin Gestión.
Un País Siempre y sólo siempre se encontrará y se forjará a través de la Verdad, Nunca Jamás, resistirá en el contexto de la Mentira y el Engaño.