El obereño Orlando González (25) pidió desesperadamente ayuda para volver a Misiones desde la localidad santafesina de Barrancas, donde fue estafado con una oferta laboral y se encuentra varado y sin recursos desde que comenzó la cuarentena.
“Antes que pase todo esto, me trasladé con una promesa de trabajo que después no se cumplió, cuando quise volver no pude y la verdad es que durante la cuarentena me sostuve con algún ahorrito, pero ahora ya estoy pasando muy mal”, comenzó el dramático relato del hombre a PRIMERA EDICIÓN.
Orlando tiene formación en el sector panadería y viajó hasta Barrancas con el objetivo de contar con una fuente laboral fija que le permitiera ayudar económicamente a su familia. Sin embargo, cobró mucho menos de lo prometido por muchas más horas de trabajo, eso lo llevó a renunciar el 17 de marzo último, justo dos días antes del inicio del confinamiento. Por eso, cuando quiso comprar los pasajes para el retorno, todo estaba restringido.
En el cuarto de alquiler donde se alojaba había un compromiso de palabra. Después que no pudo seguir pagando, el propietario lo sacó del lugar ya que, al no haber un contrato por escrito, Orlando no podía cobijarse en la prohibición de desalojos que rige en estos días. “No pude pagar más, los propietarios tampoco pudieron entender la situación y me pidieron que desocupe la pieza”, recordó.
Lo que siguió después fue una verdadera pesadilla: comía cuando la gente del pueblo le invitaba alguna sobra y dormía en el edificio abandonado de una iglesia.
“Varios días anduve como vagabundo en las calles, pasé frío, hambre y muchas necesidades. Todas las puertas que toqué para volver se me cerraron”, prosiguió. Al verse sin nada, Orlando incluso se acercó hasta la Municipalidad de Barrancas, pero todas sus gestiones tuvieron un resultado negativo.
El domingo pasado, gracias a la iniciativa solidaria de un lugareño, consiguió donde pasar la noche pero, aunque Orlando agradece porque algo es mejor que nada, las condiciones son muy precarias: piso de tierra y techo con goteras. Además, cuando se produjo la charla con este Diario, ya había pasado 24 horas sin comer.
“Anoche (por el domingo) me invitaron algo y para ser sincero hoy no probé ni un bocado. Acá en el pueblo no hay asistencia por medio de algún comedor comunitario o algo parecido”, aclaró.
El pueblo donde se encuentra el joven está a casi 900 kilómetros de Oberá, no tiene casos de contagios ni sospechosos de COVID-19, pero permanece aislado y por lo tanto nadie se puede mover sin romper la restricción.
Orlando quiere que su historia se conozca para conseguir dos cosas: un permiso de circulación para moverse por las provincias que lo separan de Misiones y el dinero para pagar el viaje. “Me enteré que, así como yo, hubo muchos misioneros varados en distintas localidades pero pudieron volver y cumplir el aislamiento en sus domicilios. Necesito que las autoridades me ayuden porque no tengo medios”, pidió.
Orlando completó el formulario para acceder a la “repatriación” de los comprovincianos varados dentro del país a través de la Casa de Misiones, y ahora aguarda respuesta.