El misionero Pablo Dellapierre reingresó al país ayer por la mañana, cuando decidió cruzar en forma ilegal, como lo anunció su padre a los medios de comunicación, ante la falta de respuesta de la Justicia Federal y tras permanecer varado a metros de la Aduana de Bernardo de Irigoyen.
El joven eldoradense fue retenido por personal de Gendarmería Nacional apostado en el paso fronterizo y a partir de allí se activó el protocolo de coronavirus.
Posteriormente fue revisado por los médicos y finalmente el juez federal competente, Miguel Angel Guerrero, ordenó que cumpla prisión domiciliaria.
Sergio Dellapierre (padre) siguió atentamente, paso a paso todo lo que estaba sucediendo con su hijo, incluso el viernes por la tarde había anticipado a este Diario la determinación que había adoptado Pablo de “cruzar la frontera por donde pueda y entregarse a las autoridades federales”.
También dejó en claro que “hizo todo lo posible como un ser humano correcto, buscó hacer todas las cosas por derecha.
No tiene más medios, más esperanzas, descree de la autoridad argentina y dijo que si tiene que ir a prisión por ser argentino y querer ingresar a su patria y si es eso es lo que le permitirá, lo va a hacer”.
Pablo estaba en Florianópolis (Santa Catarina), trabajando en gastronomía cuando la pandemia de coronavirus llevó a las autoridades de ese Estado brasileño a tomar la decisión de dictar el aislamiento obligatorio y el cierre de los locales de ese rubro.
El eldoradense decidió volver a la Argentina luego de cumplir con el encierro obligatorio de quince días impuesto por el Gobierno brasileño.
Sin embargo, al llegar a Irigoyen el 8 de abril se topó con la negativa de los controles de permitirle el ingreso, quedando literalmente “encerrado” entre la aduana Argentina y la de Brasil, donde tampoco le dejaban permanecer ni le permitían movilizarse hasta la frontera de Paso de los Libres o Iguazú para intentar entrar al país por esos lugares.
El padre de Pablo, a media mañana de la víspera, tenía sensaciones encontradas, pero se lo escuchaba feliz, aunque todavía no sabía el desenlace de la historia, porque ya su hijo estaba en suelo argentino.
“Pablo pudo cruzar como lo había anunciado. El personal de Gendarmería con muy buena predisposición lo llevó hasta la Aduana para que sea revisado por el médico”, señaló en diálogo telefónico con PRIMERA EDICIÓN.
Luego vino el tiempo de espera de resolución del juez, que terminó por dictar la prisión domiciliaria y Sergio señaló que “fue algo impensado, porque se penaliza más a quien quiere hacer las cosas de la mejor manera, ingresar al país como indican las leyes”.