El contexto apremia y los problemas se multiplican en cuestión de horas. Los argentinos comienzan a ser cada vez más conscientes de la magnitud que va tomando la crisis económica en el medio de la pandemia que deja todo al desnudo. Los valores fluctúan y las medidas adoptadas, si es que se cumplen, no surten el efecto anunciado. El drama sanitario parece justificarlo todo, pero hay quienes en la debacle maximizan sus ganancias, los pocos de siempre.
El escenario es tan dinámico que amerita una constante contextualización y por ello PRIMERA EDICIÓN vuelve a recurrir a un profesional con experiencia. José Piñeiro Iñiguez, exvicepresidente del Citibank, máster en negocios en Harvard, asume que vamos rumbo a “una tormenta perfecta” y que no es producto de la pandemia sino de “un claro problema de gestión”.
La semana pasada hablamos de la crisis en otro contexto. El dólar valía 86 pesos y hoy el paralelo roza los 120 pesos… ¿qué cambió en tan poco tiempo?
Lo que sucedió es muy lógico porque el componente del valor de una moneda tiene un alto porcentaje de confianza. Argentina tiene problemas hoy en las dos cosas que pueden romper cualquier referencia del valor: confianza y disponibilidad para comprar ese bien demandado. A mayor desconfianza, más recurrencia al dólar.
En este momento de gran expansión, producto de la pandemia, hay mucho dinero dando vueltas sin control exacto del Estado. Ese dinero terminó en manos de empresas que fueron al contado con liquidación y forzaron el mercado. Hoy la gente desconfía de su moneda. En cuanto tenga liquidez cubrirá sus gastos y con el remanente irá al dólar porque la da confianza a cualquier precio. Más ampliamente es notorio que en cinco meses todo cambió y hoy el dólar vale lo que el mercado dice que vale.
Los escenarios cambian drásticamente y muy rápido…
Vayamos a agosto y octubre de 2019. Argentina tenía un problema en dólares y tenía una caja medianamente segura en pesos. Producto de las primarias de agosto, el país sumó a su problema en dólares otro más en pesos tornándose este último cada vez más importante en la ecuación, dado que el problema en dólares era refinanciar. Argentina podía renegociar rápido, pero tomó la forma larga y mala y en el medio apareció la pandemia. Y además la realidad es que hoy estamos en default.
¿A qué obedece la aceleración de la crisis?
En este contexto la cuenta en pesos comenzó a funcionar cada vez peor, la macroeconomía no fue bien diagramada, fue manejada muy lentamente, muy forzada, sin horizonte claro… y en el medio nos cayó la pandemia.
Llegamos a este punto sin un plan y con falta de gestión. Se debió haber recurrido a una expansión controlada para luego dominar el mercado macroeconómico y contraer en el momento justo para que esa expansión no derive en una presión sobre el dólar u otros aspectos de la economía.
Pero se tomó otro camino. Hoy la situación está descontrolada, la gente va cayendo en la desconfianza, que claramente es un problema que no había en enero o febrero. La brecha del dólar en esos meses era tolerable, pero apareció la desconfianza y se dispararon los mercados.
¿Son errores no forzados o desconocimiento del contexto?
Vamos sumando piedras de magnitud a un camión que venía muy pesado. Se mixturó el problema de los dólares con el de los pesos, en el medio surgió la pandemia y ahora lo que tenemos es más caída del PBI, más retracción de la industria, más expansión del gasto. Se va poniendo rumbo a una tormenta casi perfecta.
Sin embargo el Gobierno se siente cómodo en el manejo de la pandemia, le da una paraguas para conseguir un poder que antes no tenía. Pero el costo de ese poder es caro. El futuro de mucha gente queda hoy muy diferente a como era en enero. Y no es culpa de la pandemia sino del camino que elegimos recorrer.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden?
Esto es muy importante porque en el medio de esta crisis hubo una enorme transferencia de riquezas. Hubo una suerte de no control de la gestión y ese no control otorgó ganancias que se repartieron muy pocos, los bancos por ejemplo.
Acá se dejó caer a las empresas. Ahora se pretende reanimarlas en mayo, pagar parte de los sueldos y decirle a la sociedad que vamos a seguir en este camino. Pero la realidad es que necesitamos un milagro para que todo cambie. El panorama va migrando muy complejamente.
¿Cómo hicimos para llegar a esta situación y en este estado?
Llegamos a esta tormenta sin ministro de Economía. No hubo quien manejara la macro de este país. Pareciera que el hombre designado sólo se dedicó a administrar la deuda externa… y después veremos cómo lo hizo.
Claramente fueron beneficiados ciertos sectores, los que perdieron fueron los trabajadores de empresas pequeñas, ganó la banca, también determinados rubros que salieron menos golpeados. En el medio, el costo del Estado que no sólo no se redujo, sino que no funciona. No hay Congreso, no hay Justicia. Pueden trabajar los choferes y también los médicos, pero pareciera que los legisladores no. Y hay que aclarar que ellos se presentaron para esto, no fue una carga pública.
Sólo funciona el Poder Ejecutivo que se maneja a sus anchas en esta pandemia, con atributos que no tendría de otra manera. Es muy llamativo que un país, en la peor crisis de su historia, funcione sin dos poderes.
Las dificultades no dejan de aparecer… ¿se aproximan más frentes?
Uno de los problemas que asoma en el corto y mediano plazo es el precio de la soja que va a bajar y mucho porque, a diferencia de otros commodities, la soja está más atada al precio de los combustibles líquidos.
Como observamos días atrás, el precio del petróleo viene bajando bruscamente y esa baja se estabilizará, tanto el americano como el brent, todo este año. Al no haber demanda, los pozos no se pueden cerrar, la capacidad de almacenaje está colmada. De hecho en este momento hay 116.000 barcos petroleros flotando en el mundo como depósitos. Todos los que aprovecharon este nuevo precio bajo compraron futuro, pagan el alquiler del petrolero que es nada comparado con lo que ganan.
Al estar atada al precio del petróleo, la cotización de la soja comenzó su declive. Hoy, en el mercado de Chicago, el valor oscila en 300 dólares la tonelada. Menos las retenciones del 33%, a la gente le llega algo así como 200 dólares por tonelada, que tienen que multiplicar por unos 60 pesos. Esos 60 pesos, divididos los 120 que más o menos vale el dólar paralelo, da por resultado los dólares reales en el bolsillo del productor. Es decir, no llegan a cubrir ni el 60% de los costos.
Bajo ese panorama, ¿qué se puede esperar para la cosecha de este año?
Terminará en unos dos meses y será altamente deficitaria. Solamente van a zafar algunos productores de la zona núcleo que son dueños del campo y que van a tener un rinde de 4.500 kilos por hectárea que son los campos tope. Quien alquiló campo y pagó 1.200 kilos por hectárea de alquiler va a perder. Suponiendo que la cosecha estará en el orden del 40% de pérdida teniendo en cuenta factores climáticos y otros, algunos tendrán una pérdida más alta.
El punto de equilibrio para salir hecho en la siembra de soja está en torno a los 4.500 kilos por hectárea. Y la producción media del país están en 2.800 kilos por hectárea.
Esto también es así porque cambiaron las formas. El negocio de la soja estaba sustentado en los pooles de siembra, alquilaban campos y su negocio era producir a granel, bajaban los costos en tanto tuvieran un volumen extremadamente alto de siembra. Estas empresas van a desaparecer. Van a dejar el negocio, van a decirle al dueño del campo que alquiler no va más, pagarán la mitad o menos y el dueño necesitará inyectar capital para hacer ese campo productivo, capital que hoy no tiene. Entonces surgirá un problema donde no lo había.
Esto representa un fuerte dilema hacia adelante…
Es que necesariamente Argentina tendrá que cambiar su matriz productiva. El campo está dividido en dos actores: agro y ganadería, más o menos 50 y 50 dependiendo las circunstancias. El agro se subdivide en tres patas: trigo, maíz y soja. Por ser el cultivo más barato en cuanto al costo de inicio, toda la gente fue a la soja, que requiere menos plata y eran los pooles de inversión los que los tomaban.
Alquilaban campos inferiores, ponían tecnología y tenían rindes importantes porque el valor de la soja siempre estuvo atado al del petróleo. Ahora cae todo esto, los campos se van a devolver, son campos medios bajos. Por lo tanto la matriz va a cambiar. Muchos campos saldrán a la venta como nunca antes en la Argentina. Se trata de un nuevo enigma para la economía argentina.
¿Esto afectaría a todos los distritos?
La soja, a diferencia del trigo y el maíz, es la que tiene la máxima retención. El Gobierno apuntó ahí porque entendió que la gente recurría a ese cultivo porque proporcionaba dinero más fácilmente. Si todo esto cae este año, como ya de hecho cayó el precio, va a caer el producido en impuestos de la soja.
Por ende el famoso Fondo Sojero, del que vivían muchas provincias, va a desaparecer. Se va a discutir sobre algo virtual. Y provincias como Misiones se verán afectadas. Cambia la matriz privada y también la pública. Algo habrá que hacer porque lo que empieza a perder el Estado son los impuestos.
¿Y qué supone hará el Estado?
Forzosamente eso nos obliga a ir a otro tema que es cómo se compone el gasto sustentado con los impuestos en Argentina. Cuando se acabe la recaudación, porque la gente no pagará o porque la base del gravamen caerá, tendrán que ir a la base del gasto del Estado, eso tendrá que cambiar.
El Estado tendrá que reprogramar su gasto, tendrá que bajarlo. En los últimos cuarenta años sólo se incrementaron estos gastos a través de los empelados públicos, las jubilaciones y pensiones y las asignaciones. Este gasto va alcanzando valores imposibles de pagar por la poca gente que sigue contribuyendo. Hoy esta ecuación es de 8 millones abasteciendo a 19 millones de personas que perciben algún gasto del erario del Estado.
Paralelamente está el gasto político, un ladrillo importante porque es el gasto central. Todo está metido en un mismo carro que cada vez menos gente empuja.
Esa gente, a su vez, tendrá menos para aportar porque hay negocios que cierran, rubros que desaparecen y unidades de producción que van a cambiar.
¿Cómo repercute la reciente decisión de salirse de las negociaciones del MERCOSUR?
No es el momento de tomarla en el medio de esta crisis. Hablar de salir del MERCOSUR en este contexto es un error importante. Poscrisis el mundo será distinto, mucho más cerrado comercialmente, con países encerrados en sí mismos. Se necesitará ser extremadamente más productivos para poder sobrevivir. Esta decisión, claramente, no ayuda.
¿Qué necesita Misiones para esquivar esta “tormenta”?
En primer lugar que el Gobierno nacional le pague las deudas anteriormente contraídas, que le efectivicen los fondos últimamente comprometidos y que, fundamentalmente, la asistan financieramente en lo que necesite porque serán las provincias las que actuarán como primer dique contenedor de las empresas e individuos con carencias, problemas y necesidades.