Saxa Stéfani Irízar es uno de tantos ciudadanos con raíces misioneras repartidos por todo el planeta, y uno de los muchos que conviven con la pandemia de coronavirus en algunos de los países más jaqueados del mundo, en este caso Gran Bretaña.
Sin embargo, este psicólogo nacido en Buenos Aires pero criado en la tierra colorada (hijo del recordado Daniel Stéfani y hermano de Fausto Rizzani) no es un caso más: es alguien que puede contar en primera persona cómo es enfermarse gravemente de COVID-19 y superarlo.
Por ello, el programa “Primera Plana” de la FM 89.3 de las Misiones mantuvo con él una extensa entrevista en la que relató pormenorizadamente los días difíciles que le tocó vivir, a los que definió como “una experiencia bastante traumática”, aunque -ahora ya casi restablecido- reconoce que dentro de todo “tuve suerte”.
Stéfani reveló que “estuve 10 días con la enfermedad antes de ser ingresado, algo parecido a lo que le sucede ahora al primer ministro” británico, Boris Johnson, quien actualmente quedó ingresado en terapia intensiva y con administración de oxígeno.
“Yo caigo enfermo el 11 de marzo y luego de 10 días, el 21 de marzo, me internan con una neumonía bilateral, con un cuadro bastante severo en el que el pronóstico era muy reservado y yo tenía riesgo de vida. Para serte sincero, lo afronté con bastante tranquilidad: sabía que iba a tener que luchar, pero uno nunca sabe cómo se van a dar las cosas. Lo que sí puedo decir es que tuve suerte: conté con una ambulancia, con un servicio de atención extraordinario, con una cama y con un diagnóstico muy rápido”, admitió.
A partir de ahí le administraron un tratamiento “que se basa en medicamentos que se sabe que actúan debilitando tanto la capacidad de replicación como la agresividad del virus. Esto lo están aplicando a todos los infectados que presentan síntomas graves, como fue mi caso, y se sabe que el tratamiento es bastante eficaz, así que creo que tuve suerte por varios factores. Pero sí, mi situación fue bastante dura, bastante grave. Me hicieron una combinación de dos antibióticos, uno de ellos la claritromicina, que es como el equivalente a la azitromicina. Evidentemente todos sabemos que no hay vacuna, pero sí toda una batería de tratamientos que hay probándose incluso con medicamentos ya existentes como el ácido hidroxicloroquina, que es el medicamento de la malaria”, precisó.
“Panorama dantesco”
Como “fue una experiencia bastante traumática”, reconoce que su formación como psicólogo le sirvió para manejar esta situación, porque “a pesar de que las instalaciones son buenas, como se pueden imaginar porque Londres es una ciudad desarrollada y bastante puntera en investigación médica, cuando uno ingresa en el sistema hospitalario es una situación de encierro. A los enfermos nos agrupaban en habitaciones de entre 4 y 6 personas, con una mayoría de pacientes ya mayores, y el panorama era dantesco”.
“La atención era un poco a cuentagotas, porque claro, el personal sanitario minimizaba las entradas a la sala justamente por la carga viral que había en las habitaciones. Y eran habitaciones que estaban frías, justamente para tenerlas ventiladas. Con un cuadro de neumonía y el frío era una situación difícil. Yo tuve que luchar para no dormirme durante tres noches seguidas porque al dormirme sudaba profusamente y me quedaba mojado, y yo sabía que si eso me pasaba en el hospital no había posibilidad de bañarse o de cambiarse la muda, a lo mejor podían pasar tres o cuatro horas hasta tener la atención que uno necesitaba, entonces yo sabía que dormirme podía ser como una sentencia de muerte, así que tenía que aguantar despierto”, contó.
Después de seis días internado, “salí del hospital el 26 de marzo y tuve que continuar un tratamiento con la claritromicina durante un día y medio más. Ahora no te voy a decir que mi capacidad respiratoria está al cien por cien, pero yo diría que está en un 90 por ciento, es decir, estoy muy recuperado, con ganas y llevamos una vida normal. Obviamente estamos en casa confinados, pero de todas formas, después de haber pasado lo que me sucedió a mí en estos días, el confinamiento me parece una maravilla”, sentenció.
“Tuvo que recular”
Si bien a la distancia se pudo seguir toda la información vinculada a la postura política de Gran Bretaña con respecto al COVID-19, Saxa Stéfani Irízar brindó precisiones al respecto de este tema, que incluso le dio pie para elaborar un análisis pormenorizado de las dos principales formas en las que los países del mundo enfrentan la pandemia.
Al respecto, confirmó que en un principio “acá en Inglaterra hubo una clara decisión de optar por una línea basada en la epidemiología, por la cual iban a dejar campar a sus anchas al virus y soportar las consecuencias en términos de muertes. De hecho, en las primeras conferencias de prensa, (el primer ministro) Boris Johnson dijo con claridad: ‘Aquí van a morir quinientas mil personas, vamos a perder a nuestros seres queridos’, refiriéndose a los mayores, y planteó un escenario bastante realista en términos de la gravedad de esta pandemia. Después vimos cómo el Gobierno británico tuvo que ‘recular’ la medida, entre otras cosas porque iba a colapsar el sistema de salud pública y porque los expertos estaban totalmente en contra de este enfoque”.
“Ya en la primera semana de marzo empezó a cambiar todo y, si bien aquí no hay un confinamiento forzado, se establecieron recomendaciones de distanciamiento social”, aclaró.
Además, si bien desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se invoca a todos los países a hacer un programa de testeo generalizado para poder monitorear el avance de la pandemia, “aquí (en Gran Bretaña) la realidad es que los tests son muy limitados, hay personal del sistema de salud que se queja de que no se están pudiendo hacer y pese a la promesa del Gobierno británico de llegar a 100 mil tests a final de mes, la realidad hoy por hoy es bastante diferente”, sentenció.
Quedarse en casa
“Hay que entender que este virus se va a terminar propagando y, como dicen los expertos, una altísima proporción de la población en el mundo se va a contagiar, si no es ahora, en tres, seis o doce meses. El punto clave es que nos tenemos que quedar en casa para que los servicios sanitarios puedan ir asumiendo la cantidad de enfermos que van entrando en los hospitales y darles un tratamiento adecuado”, insistió Saxa Stéfani Irízar, una voz autorizada después de atravesar el mal trago de verse gravemente afectado por el COVID-19 y el bueno de haberse recuperado para contarlo a la radio de PRIMERA EDICIÓN.