Al descubrir que la estatuilla no iba a ser para él, Jesús Álvarez (11) bajó la cabeza. Supuso entonces que se volvía a casa con las manos vacías. Pero el destino le tenía una sorpresa: había que apostar por su carrera y así fue. Por eso, el joven ajedrecista fue uno de los siete becados que tuvo la Fiesta del Deporte 2019 de PRIMERA EDICIÓN.
“Cuando dijeron que Mateo Prado ganaba la terna, yo ya agaché la cabeza. Pero cuando me dijeron que me quedara en el escenario, me puse muy feliz, sonreí mucho”, confiesa ahora, dos meses después de aquella noche, el propio Jesús.
Álvarez es uno de los referentes del ajedrez misionero que se viene. Campeón provincial absoluto sub-15, entre otros tantos títulos, recibe elogios de propios y extraños cada vez que enfrenta al tablero. “Me felicitan, me dicen que juego muy bien”, cuenta al respecto Jesús, de pocas palabras, un poco por la vergüenza lógica de la edad, pero también por la humildad que supo heredar -como el amor por el ajedrez- de su padre.
Robustiano (57) es el creador de Jesús. Y no sólo porque sea su padre. Amante de la disciplina desde siempre, promulgó el juego entre sus hijos.
“Yo jugaba con Juan, mi hijo mayor; después con Itatí, mi otra hija. Jesús era chiquito y siempre daba vueltas y vueltas a la mesa, miraba la jugada. Y un día nos desafio a jugar. Primero perdía y se ponía nervioso. Hasta que ya no le pudimos ganar más. De los cuatro que jugamos en casa, hoy él es el mejor. Ya no tiene rival”, confiesa Robustiano, quien se gana la vida como maletero de Río Uruguay en la Terminal de Posadas.
Jesús comenzó a jugar en casa, siguió en la Escuela Misión Cooperativa 167 del barrio Los Paraísos, en el sur posadeño, donde vive. Y no paró más. Se sumó al Club de Ajedrez Posadas y empezó a participar en los torneos provinciales, regionales y nacionales. Lo económico siempre fue un obstáculo que ahora, con la beca que el Instituto Provincial de Lotería y Casinos (IPLyC), intentará superar.
“Vamos a destinar la beca para los viajes, para los torneos. Ahora en abril, por ejemplo, tiene que jugar el Torneo Argentino en Villa Martelli, Buenos Aires. La beca nos ayuda un montón”, subraya Robustiano quien, orgulloso, cuenta lo que pasa cuando Jesús sale a jugar fuera de la provincia, donde hasta hace algunos meses no lo conocían.
“Hay profesores de 2.600 o 2.700 de ELO (de alto nivel internacional) que dicen que tiene una de las mejores aperturas que vieron en su categoría. Él no le da mucha importancia, quiere jugar nomás, que le pongas un tablero y un rival”, se ríe el hombre.
Jesús y Robustiano finalmente firmaron el contrato para el cobro de la beca deportiva en las oficinas del IPLyC. Luego visitaron la redacción de PRIMERA EDICIÓN para la entrevista postceremonia. Y ya planifican la temporada 2020, que tendrá el plus de los 70 mil pesos de apoyo económico.
El arranque para el joven tablero fue hoy, desde las 9, en el Torneo IRT de Oberá, donde compitió con los mayores. La Capital del Monte le trae buenos recuerdos: fue triple campeón del torneo de la Fiesta del Inmigrante, en categoría Sub-14, con 9, 10 y 11 años. “De lo que viene, me quedará Villa Martelli y después los Juegos Nacionales Evita, donde voy a participar por primera vez”, aclara Jesús.
Álvarez junior se hizo conocido a puro juego, pero su historia terminó de explotar con la entrevista que EL DEPORTIVO le hizo el año pasado en su casa, junto al profe Ernesto Khule, otro de sus formadores. Desde entonces, Jesús se transformó en la figura de la casa y del barrio. Y también de la Terminal.
“Para mí es un orgullo. Donde me ven, me preguntan dónde está Jesús, dónde anda el campeón. Se hizo conocido. Cada vez que sale en la tele o en el diario, tengo varios que me avisan. En la Terminal, por ejemplo, tengo un compañero que siempre me guarda los recortes de Jesús en el diario. Todos en la familia estamos muy orgullosos”, dice Robustiano, emocionado.
Jesús, como dice su padre, no presta mucha atención a los flashes y sólo quiere jugar. “Sueño con estar entre los ocho mejores del mundo”, afirma antes de despedirse, tras reconocer que el ajedrez le cambió la vida. Y eso es lo que importa. Jaque mate.