“Pasé momentos buenos y malos, pero tengo la fuerza de seguir adelante y cumplir sueños”, manifestó Ángel Ramírez (46), quien era considerado un personaje popular de los años 90 en las radios de Apóstoles. Con su voz alegre y contagiosa, Ángel Ramírez atravesó por diversas situaciones. La más complicada fue la pérdida de la vista tras una golpiza propinada por un grupo de inadaptados, mientras residía en su Buenos Aires natal. Después de que “me agarraran a patadas y me pegaran un ladrillazo” padeció días en terapia intensiva, estuvo meses internado, tratando de reestablecer su vista, que lamentablemente no recuperó. Sin embargo, encontró la fortaleza de manos de su tía Mabel Ramírez.
Agradecido por las oportunidades, recordó que en los momentos más difíciles tuvo el acompañamiento de los amigos, y la fe en Dios, intacta. Consiguió tener su propia radio -FM Elemental 97.1- y ser una de las voces de los medios radiales en la ciudad. Además de cumplir funciones de corresponsal en la agencia de noticias Andrés Guacurarí.
Durante una charla amena con Ko´ape, que tuvo lugar en la sede de la emisora que dirige, que se encuentra en el fondo de su casa del barrio Andresito, contó parte de su vida “que vale la pena repasar” como los 25 años que lleva en los medios, en la radio en particular. También se refirió a aquella escena violenta de la que se cumplen 17 años.
“Sufrí mucho en ese momento en el que me agarraron a patadas, me rompieran la retina de una patada, que hizo que perdiera la vista. A mí me resulta algo normal, porque yo creo que las vallas están para saltarlas. Eso es lo que decidí hacer. El día que me realizaron la tercera operación y supe que no iba a recuperar la vista, pensé cómo haría. Empecé a aprender a usar el bastón verde con una escoba primero, practiqué hasta que lo conseguí. Por suerte no quedé mudo y puedo seguir hablando”, manifestó, feliz porque puede seguir al frente del micrófono.
En la radio “aprendí a escribir en la computadora. Estuve cinco años en la secundaria en la EPET y la Escuela de Comercio (Superior 3). Cuando llegaba la hora de estenografía, ponía la chapita y no podía escribir. Era lo peor para mí, pero después de ciego en dos días aprendí la ubicación de todas las letras y empecé a practicar y a escribir. Hoy tengo la oportunidad de trabajar en la agencia de noticias de la Provincia, a la que envío material en forma diaria. Inclusive tengo varios programas para la radio, porque tuve la suerte de poner esta radio gracias a muchos anunciantes, amigos, gente que inclusive vino a construir este lugar. Por todo eso me considero una persona con suerte”, afirmó.
Tirar para adelante
Ramírez entiende que “éstas dificultades no tienen que frenar a nadie. Aprendí que uno siempre tiene que tirar para adelante, sea cual fuere el motivo, hay que hacerlo. Eso lo aprendí de mi viejo y de mi vieja, mi familia entera es así”.
Una persona de las personas que más lo ayudó, en todo momento, fue su tía Mabel. “Ella era la que me traía y me llevaba a todos lados cuando tenía mis operaciones. Siempre le toco la espalda para ver si no le salieron las alitas. Por mis tres hijos (Caro, Iván y Anahí) y mi señora, Alejandra, tengo que seguir adelante. Hay que seguir adelante, seguir viviendo, después de tres días de terapia intensiva que pasé en Ramos Mejía. Después de tener cocido uno de mis ojos y perder la vista dije lo peor ya pasó. Siempre pensé eso…”, explicó.
“Lo que me quedaba era vivir todo lo bueno con la fuerza de mi familia, mi nieto Tahiel, que ahora alegra mis días, y mis amigos. Porque no tengo la suerte de tener vista, pero tengo otros diez ojos que son mis amigos cada vez que salgo me acompañan, como Anderson, Leo, mis hijos y ahora mi nieto, que me lleva del hombro, así que me considero muy afortunado”, relató, emocionado. También comentó sobre sus comienzos en radio, sus compañeros de trabajo y quienes lo ayudaron en los inicios: “Tengo miles de anécdotas en radio. Hace 25 años me había ido a trabajar a Buenos Aires, mi hijo era chiquito, un bebé, y conseguí trabajo en Caseros. La estábamos pasando mal, era un ambiente difícil de vivir”. Entonces decidieron venir a Apóstoles, donde había una sola radio. “Fue en la popular Radio La Voz, de Mario Paganini (en los 90) con la clásica de Buenos Aires, con el tono de porteño, donde estuve trabajando. Entonces, decidió probarme y resulta que fue en vivo.
La operación era con cassettera y esa infraestructura que se tenía antes, y me dejó haciendo el programa. Me salía electricidad en los dedos y me temblaban las piernas. Fui a hablar y ese día, dijo: me encantó. Me ofreció hacer un programa en la noche, de 22 a 00. Se llamaba ‘Crasy Music’ y lo hacía yo, una cosa que no podía creer. De ahí estuve agarrando las mañas, gente de radio muy importante en la ciudad como Ramón Ángel López, Héctor Machado. Fui operador de Raúl Fernández, trabajé con Mario Quiroz y Sandro Gazán haciendo notas como movilero. Algo aprendí de todos, a pesar que me tiemblan los pies como el primer día”, recordó.
Ramírez encontró esa fortaleza después de un duro hecho de violencia. “Cómo volver, ese era un tema. Después de una rotura de costillas, me tuve que operar la pierna y perder el último ojo que tenía, tras tres operaciones. Allá en Buenos Aires es bravo estar ciego, es complicado por los ruidos, estuve dos meses sin ver, y cuando había que salir me agarraba de los marcos, ese miedo que un tren me pasara por encima, porque es un mundo de gente hasta llegar al asiento”. Pero tuvo la suerte que su tía Mabel lo acercara a la iglesia. “Eso me dio tranquilidad, serenidad para pensar. Quería volver a Apóstoles, sentía alegría al pensar en volver a Apóstoles y volver a la radio. Apenas llegué, pedí un auto en ese entonces en La Nueva (radio), y empecé a planificar”.
Después de arrancar el programa, “como me gusta mucho producir, se me ocurrió un copete, entonces fui aprendiendo. Al lado de la ‘A’ está tal letra, me decía mi hija. Después ya no me paraba nadie. Nada me costó, todo por las ganas que tenía. Todo fue más sencillo. Al entrevistado lo voy llevando de a poco, muchos se pusieron nerviosos con mis notas al aire, y yo siempre busco sacarles algo que no quieren decir”, confesó.
Contó que la convocatoria que llegó desde la Agencia Guacurarí era, en principio, para su hijo, pero “él me dijo que probara yo y así lo hice, como es mi costumbre preguntar mucho, sabía escribir, y gracias a Dios me mantengo firme. Dios me dio mucha fuerza y me convocaron. Hoy disfruto mucho de lo que hago”.
En un momento se decidió a estudiar lenguaje braille “detrás del Hospital, en el Centro de Integración al Discapacitado. Cuando llegué a la mitad de las letras, cerraron la escuela, por esos problemas que se generan en la política”, lamentó.
Celebró tener muchos amigos que lo ayudan, como Mario Quiroz o Héctor Machado, “que me llevan o voy en colectivo solo, aunque varias veces me choqué contra alguna camioneta. Tenía que aprender a moverme solo. Gracias a Dios vivimos en una ciudad como Apóstoles donde hay gente muy buena, porque no menos de seis personas se acercan a ayudarme. Eso habla de la calidad de gente que tenemos. Más de una vez me pasó que una señora me quiso dejar una ayuda, le digo que se la dé a una persona que realmente necesita, que está pidiendo. Es algo único que tiene Apóstoles”.
Aprovechó la oportunidad para enviar un mensaje para concienciar a quienes se movilizan en la vía pública. “Falta educación al momento de ceder el primer asiento del colectivo, por ejemplo”.
Particularmente en Apóstoles, además de semáforos para no videntes, lo que “hace falta es entender que las plantas son hermosas, pero voy tocando con el bastón y en el contacto con las ramas, termino con seis peinados diferentes”, agregó, entre risas. Es necesario “ponerse en el lugar del otro, porque me voy comiendo esas flores o plantas porque no las veo”.
Tiempos complicados
Al rememorar el momento de violencia que lo dejó discapacitado, agregó que “es como si el hecho ocurriera hoy. Fui a comprar una hamburguesa a un local céntrico, estaban unos muchachos tomando, que tenían decidido a pelear con alguien porque hubo varios que los padecieron previamente. Y justo aparecí. Me defendí, pero salió otro, y enseguida cuatro más. Desde la oscuridad apareció un ladrillo que terminó en mi cabeza y me rastrearon a patadas. Después del ladrillazo no había nada que hacer”. Siempre cuenta que “el que me salvó la vida fue Marcelo Da Silva, en ese entonces policía de tránsito, que detuvo la camioneta, y pararon de golpearme. Vino la policía que me quería dejar preso para que me revise el médico policial. Pero les dije que me iba a mi casa, me acosté y no podía moverme.
No les guardo rencor, tampoco hice denuncia -porque no creo en la justicia de los hombres. Aunque me hubiera gustado una señal de madurez y que se hubieran arrepentido. Pero en algún lugar hay alguien que sabe todo, lo que sabemos y como lo hacemos. Creo en esa justicia divina. No le guardo rencor, supe del destino de varios de ellos, inclusive, pero nadie se acercó”.
Humilde, admitió que “me da mucha vergüenza sobre todo cuando me dicen periodista y es una falta de respeto para los que estudiaron, pero la verdad, tengo el trabajo del mundo. Es lo que siempre soñé y que lo logré con mucha fortaleza, siempre queriendo salir adelante. Espero que mi testimonio pueda servir a alguien”, cerró quien siempre está dispuesto a ayudar a los jóvenes que quieren iniciarse en el medio radial.