“Queríamos embellecer el barrio para un grupo reducido y terminamos haciendo toda esta cantidad de árboles y adornos. Nos sentimos orgullosas de nuestro trabajo, y los vecinos también están contentos”. Con esta frase un grupo de vecinas de Villa Bárbaro sintetizó la tarea que desarrolla desde hace dos años, en vísperas de la Navidad, y que ya traspasó las fronteras de su comunidad.
El espíritu festivo produjo en ellas cosas positivas y las afianzó como en una gran familia. Todo comenzó en 2017 cuando una de las protagonistas visitó Capioví, localidad precursora en este tipo de arreglos. Comentó a otras sobre las lindas cosas que allí hacían y quisieron tomar el ejemplo. Como buena parte de las mujeres son jubiladas, “pensamos que acá también podemos hacer algo por nuestro barrio, para que quede un poquito más lindo”, contaron.
Y como “la unión hace la fuerza”, Patricia y Lucy salieron casa por casa a preguntar ¿qué les parecía? la iniciativa, y si les gustaría formar parte del proyecto que tenían en mente. Ante la respuesta positiva, fueron a Capioví, donde aprendieron a hacer las esferas, a armar un árbol, las estrellas, y todo lo que había que saber para decorar un arbolito. De regreso a la Capital del Monte, se juntaron e instalaron un árbol en la plaza Malvinas Argentinas.
La Municipalidad de Oberá colaboró con un mástil de seis metros y “nos queríamos morir porque no sabíamos cómo hacer para decorarlo, porque era demasiado alto”, recordaron entre risas. Fue entonces que el diseñador industrial Matías Rea, diseñó el árbol en diez partes, como un rompecabezas. “Fuimos decorando cada parte, que después se fue uniendo” y se levantó con la grúa de la CELO. También se donaron hierros que resultaron insuficientes para lo que pretendían. Entonces las mujeres se dedicaron a la venta de pollos, empanadas, rifas, y con lo recaudado fueron comprando alambres, mallas pajareras, pinturas. A la par, juntaron abundantes botellas, y comenzaron a “salir” los árboles. El primero, instalado en la plaza, tiene seis metros y para decorarlo se utilizaron unas 3.500 botellas. Para ellas, “es el más lindo por el momento”.
Si bien fueron convocadas todas las mujeres del barrio, a la primera reunión asistieron sólo seis. Empezaron a trabajar tanto en el garaje de Patricia como en el de Lucy, y el grupo se fue ampliando hasta llegar a las trece actuales. Al principio, se juntaban una vez por semana, después lo hacían dos veces, y a medida que llega la fecha de Navidad aumenta la frecuencia de los encuentros.
Al principio les costaba juntar las botellas. “Llevábamos bolsas negras a restaurantes, negocios, casas de familia o donde veíamos que había departamentos en alquiler y creíamos que se podía generar ese tipo de residuos, y pedíamos que las pongan ahí”. Al año siguiente, hicieron los mismo pero como ya la gente las conocía, las acercaba directamente al Club Independiente que es la institución que les cedió el espacio para trabajar. Es que “era imposible trabajar en dos garajes, no entraban más los autos. Ahora estamos buscando un local para guardar toda esta cantidad” que generaron casi sin darse cuenta.
El espacio que les cedió el señor Ortt también les resulta pequeño. Es que ya tienen 23 árboles -uno fue obsequiado al Club Independiente-, más el árbol grande que tiene diez partes. Esta iniciativa también busca llevar un mensaje ambiental. Colocarán carteles de “Reciclar y reducir” para que la gente tome conciencia que no debe tirar botellas porque contamina el suelo, los arroyos. Creen que la única forma de concienciar “es poniendo los carteles, y cada vez que pedimos las botellas decimos que es para mejorar nuestro ambiente. Además, mediante el reciclado dejamos algo lindo para el barrio”, insistieron.
Se alegraron por la reacción de la gente “que es hermosa. La mayoría de los vecinos colabora no sólo comprando la rifa sino con los premios. Por ejemplo, cuando hacemos empanadas todos compran, tenemos el apoyo”.
Explicaron que los fondos obtenidos de la rifa del Día del Padre se destinan para la compra de hierros, malla pajarera y alambre, que es lo primero que necesitan para poner manos a la obra, además del gas que se usa para dar forma a la creatividad de las mujeres. “Comenzamos a trabajar con eso”, y en octubre hacen la rifa del Día de la Madre, utilizando el mismo sistema. “Hacemos partícipes a todo el vecindario porque no todos pueden venir a confeccionar el árbol pero son partícipes de alguna manera de ese árbol, pueden decir con tranquilidad que en él también hay parte de mi sacrificio”, argumentaron.
Con ese monto, adquieren la pintura sintética (por lo general necesitan seis latas de cuatro litros de verde. Además del plateado, el amarillo, el rojo, que se compra aparte), que este año pagaron el doble del año pasado. Están felices porque conformaron un grupo muy lindo, en el que reina la armonía. “Nos entendemos. Se pasa bien y, de paso, se hace un bien a la comunidad. Queríamos embellecer el barrio, era para un grupo reducido y terminamos haciendo toda esta cantidad de adornos. Nos sentimos orgullosas, los vecinos también están contentos, se toman fotos delante del árbol grande todo el tiempo. Nuestra meta es llegar hasta la avenida Libertad pero más de doce árboles es imposible hacer en un año. Lleva su tiempo. Nos falta dos años más para llegar hasta ahí”, aseguraron.
Les pareció interesante “hacer cosas para el barrio, por la unidad del barrio, de los vecinos. Antes prácticamente no nos conocíamos. Y ésta es una forma de entablar relaciones, ya somos como familia. Charlas, mate de por medio y trabajando en esto, es como una terapia. Si alguna tiene un problemita, tratamos de ayudar en lo que se pueda. Se hace una vida en comunidad. Nos reunimos para festejar los cumpleaños y otras fechas festivas. Está abierto a todo aquel vecino que quiera sumarse”, invitaron.
Hay una señora de más de 80 años a la que le cuesta caminar pero quiere ayudar, “entonces le llevamos el trabajo a la casa y está feliz”.