Por Gabriel Fernández
Mientras ella prepara su bolso, como todos los días, se despide de sus hijos con un beso y los reta porque no quieren irse a dormir tan temprano. En el hogar los niños ya están acostumbrados: “Mamá trabaja de noche cuidando una viejita”. La madre sale apurada porque ya pasa el colectivo que la deja en inmediaciones de una de las avenidas más reconocidas de Posadas. Al descender se dirige rápido a un local comercial cerrado y con un rincón oscuro que le sirve de escondite para cambiar de vestimenta y zapatos. Se le hace tarde y a las 23.30 llega el cliente de todos los viernes…
Situaciones como la descrita suceden todo el tiempo, no sólo en Misiones sino en todo el mundo. No obstante, más allá de visiones morales, urge que nos preguntemos algo: ¿Esa persona realmente se prostituye porque así lo desea? ¿Existe algo -o alguien- detrás que la obliga a hacerlo? ¿Sería posible brindarle las condiciones para que sea un “trabajo digno”? Si ella decide ganarse el pan con esa práctica ¿podemos interceder y prohibir que lo haga?
Sin dudas, la prostitución sigue vigente y es probable que continúe hasta el fin de los días. Sin embargo, entre las organizaciones sociales de rama feminista no logran generar un consenso sobre el tratamiento de esta práctica. Fue así que ENFOQUE decidió contactar con algunas militantes de las posturas vigentes en la Argentina. Por un lado, están quienes consideran que si una mujer decide prostituirse por deseo propio son trabajadoras sexuales que deberían ser sujetos de derecho y obligación para el Estado. Por otra parte, tenemos un sector social que enfatiza el hecho de que una mujer en estado de prostitución está en él porque no tiene otra salida laboral ni económica, es decir, no es libre porque no cuenta con opciones.
Desde el punto de vista de la sexualidad, tenemos a quienes apuestan al “mi cuerpo es mío y decido utilizarlo como yo lo deseo”. Mientras otros refutan ese concepto, al centrarse en el hecho de que una prostituta no desea a ese otro con que va a tener un encuentro íntimo y todo acto sexual sin deseo de la persona se considera una violación.
Un trabajo más
La antropóloga Lucía Fretes realizó una investigación durante tres años para el CONICET acerca de la trata de personas y además es aliada académica de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina. “Hice también un trabajo de maestría donde expuse las interpretaciones sobre la prostitución que dividen al feminismo y al mundo académico en dos posturas. Por un lado, una trata de prohibirlo o de considerar a la mujer que está en prostitución como una víctima del patriarcado a partir del uso del dinero y la apropiación del cuerpo, además de que no hay ninguna capacidad de decisión sobre su cuerpo sino que es explotada por cada cliente. Del otro lado existe una postura que tiende más a reglamentarlo y el siguiente paso, que es el que defiendo, es considerar a la prostitución como un trabajo como cualquier otro y que quienes lo ejercen sean consideradas como trabajadoras sexuales”.
Asimismo, aclaró que “no sólo hablamos de mujeres, sino también de varones o cualquier otro género, como las personas trans. La línea que defendemos busca que se la considere un trabajo más como cualquier otro. El feminismo o cualquier otro movimiento no pueden decirme a mí como mujer o cualquier otro género qué puedo o no hacer con mi cuerpo. Existe un montón de mitos sobre el trabajo sexual que de alguna manera se fueron destruyendo a nivel teórico”.
“En Argentina todas las legislaciones anti trata cuestionan, penalizan y persiguen a las trabajadoras sexuales”. Lucía Fretes, antropóloga
Desde el punto de vista de los argumentos que condenan la práctica, Fretes señaló que una de ellas es “que ninguna mujer nace para prostituirse, bueno pero tampoco nadie nace para cuidar enfermos o juntar basura, sino que hay trabajos que no son elegidos pero no son perseguidos al grado de la prostitución. Otras cuestiones están relacionadas con la violencia presente dentro de la prostitución. En eso pasa algo similar con el aborto, que si fuese legal se podría denunciar y desaparecer situaciones violentas que están presentes porque se encuentran deslegitimadas al ser parte de una práctica que aún es ilegal”.
Por otra parte, “todo lo relacionado con la sexualidad en nuestra sociedad es tabú. A un futbolista no le preguntamos porqué vende su cuerpo, lo asumimos porque es un varón y el deporte es algo aceptado. Nos dicen que la prostituta termina destruida, pero el boxeador también. Sin embargo nadie se lo cuestiona”, remarcó.
Fretes reflexionó además que en esta sociedad “todos estamos siendo explotados, porque el problema no es la prostitución sino el sistema capitalista. Vendemos nuestra fuerza de trabajo por dos pesos y posiblemente no sea un trabajo que uno elija ni sueñe como niño. Perseguimos a la prostituta porque está vendiendo algo (su sexualidad) que todavía nuestra sociedad no puede entender como libre”.
Volviendo a la investigación realizada, indicó que “cuando comienzo a hacer las entrevistas con las supuestas víctimas de la trata de personas me doy cuenta que eran mujeres que salían de sus casas, se iban a trabajar y volvían a sus hogares. No estaban forzadas, no se les sacaba el documento ni se las obligaba o se las trasladaba de un lugar a otro. Entonces veo que trata de personas y prostitución no son lo mismo porque esta última no es forzada con engaños, drogas y un montón de cuestiones”.
Para obtener información, “como antropólogos fuimos a conversar con ellas de primera mano. En Posadas tenemos trabajadoras sexuales que hace 25 años ejercen y lo hacen por cuenta propia -excelentes mujeres y amas de casa- que me dicen que durante el día cuidan a sus hijos, los llevan a la escuela y por las noches trabajan. Si veo una mujer que tiene toda su vida en orden y es excelente en todo lo que la sociedad espera de ella pero trabaja de su sexualidad ¿puedo decir que es una víctima si ella misma me está diciendo que es lo que quiere hacer con su vida?”, precisó.
La antropóloga recordó además que “cuando sacan el rubro 59 del diario, si una mujer ejercía la prostitución en su casa, cosa que no está penada en Argentina, y publicaba para que los clientes fueran a su hogar y ella decidía si entraba o no, de golpe no se pudo promocionar más. Entonces ¿qué debía hacer? Buscar un proxeneta o ir a burdel. Terminaron restringiendo el derecho de un amplio sector de la población. Sucede que en Argentina todas las legislaciones anti trata, cuestionan, penalizan y persiguen a las trabajadoras sexuales”.
En Misiones, “según lo comentaron las trabajadoras sexuales no existía un conflicto pero en otros lugares hay coimas y otros problemas con las fuerzas de seguridad. Lo que sí reclaman las mujeres ahora en el país es el acceso a la salud, con obra social y un retiro digno, porque en algún momento el cuerpo va a dejar de rendirles como le pasa al resto y no van a poder seguir viviendo de eso”.
Condenar al cliente
ENFOQUE entrevistó también a Sandra Cubilla, docente y referente de la agrupación Trece Rosas quien explicó en qué consiste la postura abolicionista de la prostitución: “Se trata de una visión distinta al regulacionismo y al prohibicionismo. Puntualmente sobre la prostitución, no creemos que tenga que ser aceptada como una actividad dentro de la sociedad. No estamos en contra de las prostitutas ni buscamos que se las penalice sino que desde Trece Rosas buscamos la penalización del cliente”.
Para ello, “nos basamos en una postura hoy puesta en práctica en Suecia, que se llama el modelo nórdico donde el consumo busca ser penado. A su vez, tenemos diferencias con el abolicionismo argentino. En el último Encuentro Nacional de Mujeres hubo un taller exclusivamente dedicado a discutir estrategias abolicionistas y dentro de él fuimos las únicas que pedimos esto. Abolicionistas, mujeres que supuestamente entienden lo dañina que es la prostitución, nos decían que no se puede dejar sin clientes a las compañeras”, agregó.
Como modelo teórico, “criticamos al regulacionismo imperante y discutimos dentro del propio abolicionismo respecto a las estrategias. El tema de la prostitución desde los años 70 viene rompiendo líneas dentro del feminismo. En general hay dos grandes sectores. Por un lado, las mujeres que se oponían a la prostitución encontraron alianzas dentro de algunos sectores religiosos y fueron muy criticadas. Otro grupo planteaba que la liberación de la mujer tenía que ser justamente romper todos los tabúes que rodean a la sexualidad femenina. Esa discusión se mantiene hasta hoy”, señaló Cubilla.
Tema aparte es el de la trata de personas, que “está extremadamente relacionada con la prostitución. Los clientes que consumen a las personas en situación de trata son los mismos que consumen prostitución callejera y es el mismo circuito el que se beneficia. Además, son las mujeres de la clase obrera las que son violentadas en esos espacios. En esto, no toda prostitución callejera es consentida. Hay un montón de mujeres que son prostituidas por sus maridos, novios o su propia familia. Es difícil delimitar el campo entre trata y la prostitución consentida por la persona”.
Por otra parte, “creemos que esa elección no puede ser libre al estar mediada por una necesidad material, al no quedar más remedio que prostituirme o no comer, o no poder darles un techo a mis hijos. Una elección real sería que teniendo todas las posibilidades, yo eligiera esa. La pobreza y el mismo sistema empujan a que se dé esa práctica. En ese intercambio sexual, no está presente en ningún momento el deseo de la mujer. Ella no quiere acostarse con esa persona pero lo hace porque va a recibir dinero a cambio para subsistir. Si en una relación sexual no hay un consentimiento hablamos de una violación”, remarcó.
Entre los aportes abolicionistas, contó que “tenemos un material biográfico que justamente se llama ‘Violación Consentida’, porque es un abuso aceptado por la mujer porque de eso depende su subsistencia material y la de su familia”.
La referente de Trece Rosas reflexionó además que “cualquier mujer que se llame a sí misma feminista no puede aceptar que esa sea una actividad socialmente aceptable. No podemos pensar que después de tantos años de lucha por nuestra emancipación y en contra de la cosificación, por la necesidad de nuestro derecho por el propio deseo, militemos porque una actividad así sea un trabajo como cualquier otro”.
Sandra Cubilla cuestionó también que “en una sociedad prostituyente que violenta a las mujeres, todas las de la clase obrera somos potencialmente prostitutas. Así que es un problema de todas las mujeres y también de todos los hombres. Las mujeres en situación de prostitución son desocupadas, porque por eso lo hacen”.
En materia de políticas públicas para ayudar de alguna forma a combatir la prostitución y la trata, “un subsidio para mujeres desocupadas sería una salida más de fondo y para todas las mujeres”.