“Volar fue siempre el objeto de deseo, una pasión absolutamente inexplicable y una fuente de sensaciones. Volar es algo realmente muy especial”, aseguró, el actor, director y productor de cine, Enrique Piñeyro, a su paso por la capital misionera, para presentar su stand up “Volar es humano, aterrizar es divino”.
Delante de un simulador, comparó al mundo en la superficie terrestre, con lo que hacen en las cabinas de los aviones. “Los criterios de seguridad que usamos en superficie son bastante absurdos. Intento, seriamente, quitarles el miedo a volar y que traten de tener miedo de todo el resto de las cosas, porque esas son peligrosas, no los aviones.
Si uno aplica la mirada de seguridad aeronáutica sobre las cosas que hacemos en nuestra vida terrestre, todo se vuelve bastante ridículo, y de ridículo a gracioso hay un saltito muy corto”, manifestó quien además es médico aeronáutico, piloto de transporte de línea aérea, e investigador de accidentes aéreos.
En diálogo previo con Ko´ape, sostuvo que siempre le pareció necesario que la Argentina siga sosteniendo su línea de bandera. “Aerolíneas Argentinas es una gran línea aérea, no perdía plata, tampoco la ganaba, pero a la economía en general resultaba muy beneficiosa.
Había desarrollado una red de rutas internacionales, hacía cargas, que es algo que no están haciendo y es lo más importante porque es una aerolínea de bandera. Debía sacar la carga de las manufacturas de las economías regionales, llevarlas al puerto central exportador y de ahí desarrollar una red de distribución de los productos, conforme a nuestros intereses, y no a los intereses de Lan Chile o American, que son las que sacan cargas hoy. La verdad que por eso no se movió un dedo. Y ningún gobierno la trato bien.
Desde (el presidente Raúl) Alfonsín a esta parte todos los usaron para sus fines o no le hacían caso o trataban de hacer negocio como ahora. Pero la verdad nadie le jugó a favor a Aerolíneas”, expresó.
Criticó la proliferación de las Low Cost e indicó que “no hay un mercado para ocho aerolíneas en este país. Es un disparate grande como una casa. A duras penas hay para una, y ya hay tres. Es un negocio absurdo donde hay una incompatibilidad ética importante”.
Explicó que la decisión de ser piloto llegó, -si mal no recuerda, “al quinto mes de vida intrauterina, porque no tengo ninguna memoria, no queriendo ser piloto. Desde muy chiquito me la pasaba horas y horas mirando los aviones, sobre todo los Jet, que me ilusionaban muchísimo. Siempre viví debajo del localizador de aeroparque, tenía todo el tiempo viendo pasar aeronaves sobre mi cabeza y después me iba a Ezeiza a mirarlos, y en casa tenían que turnarse para llevarme porque me quedaba horas mirándolos”.
Confió que le fascinaba la escena del avión cuando llegaba a la plataforma, cortaba los motores y veía todo el enjambre de autos, personas -en ese tiempo no había cinta transportadora, ni las escalera que hay ahora-. “Todo se hacía a mano, había muchísima gente rodeando el avión. Me llamaba la atención el poder de convocatoria que tenía la cabina, todo el mundo miraba ahí, hacían señas, gestos, pasaban cosas afuera y ese juego lo repetía en mi juego de infancia y en definitiva me di cuenta que el proceso de hacerse cargo como adulto del niño que fue, es meterse adentro de su juguete”, añadió, Piñeyro, que nació en Génova (Italia), por “mera casualidad”, y llegó al país a los tres meses de vida.
Ya más grande, comenzó a estudiar medicina hasta que hubo una superposición de actividades.
Durante tres o cuatro años, se sacaba el guardapolvo y se disponía a volar, pero después “ya me quedé con los aviones, porque siempre fue más fuerte”. Hizo medicina aeronáutica, una sub especialidad clínica bastante teórica, y trabajó en administración hospitalaria, planificación sanitaria.
Después de un paréntesis, vuelve a volar. Hace tres semanas rindió el examen para comandante de Boeing 737 800. “Empecé en el 737 200, un avión casi sin automatización, y ahora hice el curso para el 737 800, que es enteramente automatizado. Sostuvo que lo automático “te ayuda mucho y hay una tendencia a confundirse. No quiere decir que vos te relajas y te ponés a charlar con los de atrás.
Todo el tiempo vas supervisando, pero a la vez supervisas otras cosas. La automatización te ayuda mucho a las tareas rutinarias y de monitoreo constante, para lo cual los humanos somos bastante malos y te deja la cabeza despejada para que puedas tomar decisiones sobre los problemas reales”.
Acotó que “ahora, también tiene problemas porque no se automatiza con un criterio: qué es bueno para el humano, y qué es malo. En general los ingenieros automatizan todo lo que pueden. Lo que no pueden automatizar se lo dejan al humano. A veces hay cosas que dejan a los humanos que no son nada buenas para hacer. Por ejemplo monitorear constantemente algo que no te da devolución.
La automatización es buenísima pero hay que usarla con criterio, hay que usarla a favor para hacer cosas y no para dejar de hacer cosas, no hay que dejar de monitorear nunca, no hay que dejar de tener una actitud vigilante y expectante nunca, y hay que estar siempre controlando que las instrucciones que le diste al sistema de automatización, se estén cumpliendo y no creas que porque aprestaste un botón, eso irá a pasar.
El gran cambio fue ese, cómo entender la automatización, pero después todo sigue siendo igual: hay que embocarle a la pista, hay que subir y hay que bajar”.
Aseguró que la historia de la aviación en cuanto la educación y aprendizaje es muy interesante. De hecho, podría ser fuente de inspiración para un sistema educativo “porque realmente la aviación logró cambios monstruosos, trabajando sobre un criterio de no premiar la memoria sino, más bien, sobre la resolución de los problemas con todas las herramientas posibles, con todo lo que esté al alcance, y en eso fue un éxito.
De hecho, en 2017, de 38 millones de vuelos y 4.000 millones de pasajeros transportados, no se murió nadie a bordo de un jet de línea aérea. Y ese mismo año se murieron 235 personas cazando pokemones”, graficó.
Busco quitarles el miedo a volar
Sobre la obra comentó que ya lleva seis años en cartel pero que va cambiando todos los años. “Le voy agregando cosas, van pasando cosas, apareciendo otras, sobre todo las versiones que dan los medios de comunicación, los programas de televisión como National Geographic o el Air Crash Investigation, sobre lo que pasa a bordo de un avión que son muy coloridas para un piloto. Como que no podes crees que estén haciendo una re significación de un accidente, y uno mira y eso no es una cabina de un avión, están hablando como submarinistas y no como pilotos.
Es todo muy bizarro. Y a los efectos dramáticos cambian cosas, hacen un montón de disquisiciones absurdas, cambian toda la versión, los tonos. Tengo la grabación real del accidente de Avianca que hacemos en el escenario y el piloto está muy tranquilo y muy controlado, a pesar de que le acaban de plantar dos motores. En la versión que hace Air Crash Investigation, el tipo está totalmente fuera de control”, comparó el profesional.