Había pasado casi un año de su desaparición y su hallazgo fue una mezcla de dolor, alivio por haberlo encontrado y una profunda desolación al saber que allí, en el fondo del lecho marino, quedarían para siempre sus restos. A un año de que terminara la búsqueda del ARA San Juan, encontrado durante los primeros minutos del sábado 17 de noviembre de 2018 a 907 metros de profundidad -dos días después de que se cumpliera el primer aniversario de su desaparición y la de sus 44 tripulantes en el Atlántico Sur-, la sensación de tristeza sigue tan firme como el primer día. La necesidad de justicia entre familiares y amigos, también.
El buque clase TR-1700 de la Armada Argentina, de 66 metros de largo, fue detectado completamente deformado e implosionado a 460 kilómetros al este de las costas de Chubut, tras un proceso de búsqueda que se extendió a lo largo de un año y que contó con el apoyo de las marinas de cerca de 20 países que llegaron hasta nuestras aguas con el único propósito de ayudar.
El San Juan perdió contacto a las 7:19 del 15 de noviembre de 2017, ocho horas después de que su jefe de operaciones informara sobre un principio de incendio en el tanque de baterías número 3, provocado presuntamente por el ingreso de agua por el sistema de ventilación mientras navegaba en medio de un fuerte temporal, en el marco de una patrulla de mar para tratar de identificar pesqueros ilegales.
Dos días después del primer aniversario de la desaparición, los restos de la embarcación fueron encontrados por el buque noruego Seabed Constructor, perteneciente a Ocean Infinity, una firma estadounidense especializada en rescates y exploraciones subacuáticas, contratada por el gobierno nacional para llevar adelante la búsqueda con dispositivos capaces de operar en profundidades de hasta 6 mil metros.
La localización se produjo en un área muy próxima al lugar en que se había registrado el último contacto y al sitio en el que la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares reportara durante los primeros días de búsqueda un “evento anómalo, singular, corto, violento, y no nuclear, consistente con una explosión”.
LA BÚSQUEDA
Durante los primeros 120 días posteriores a la desaparición, se investigaron 78 contactos con el despliegue de 28 buques y 9 aeronaves pertenecientes a las fuerzas armadas y de seguridad argentinas, y de otros 18 países como Brasil, Chile, Estados Unidos, Federación Rusa, Francia y Reino Unido.
El último buque extranjero en abandonar el área de búsqueda fue el ruso Yantar, el 2 de abril, y luego la cartera de Defensa instruyó a la Armada a que arbitrara las medidas necesarias para la contratación urgente de los servicios de “búsqueda submarina a fin de localizar e identificar” al San Juan: la tarea fue asignada a “Ocean Infinity”, una de las nueve firmas que ofrecieron sus servicios.
La contratación se realizó bajo la modalidad “pago contra resultado”, es decir que la firma cobraría US$ 7,5 millones sólo en caso de encontrar el buque.
EL HALLAZGO
El hallazgo fue comunicado en los primeros minutos del sábado 17 de noviembre por parte de la Armada a las autoridades nacionales, y también a los familiares, muchos de los cuales se encontraban en la ciudad de Mar del Plata, convocados días antes desde todo el país para un homenaje a los submarinistas que había encabezado el Presidente Mauricio Macri en la Base Naval de la localidad balnearia, asiento natural del San Juan.
La Armada y el Ministerio de Defensa hicieron pública la noticia a la 1:05 de ese mismo día, a través de las redes sociales, y en cuestión de horas, capturó la atención a nivel mundial, tal como había ocurrido al producirse la desaparición.
La información detallada oficialmente señaló que el casco resistente del buque hundido se encontraba “en una sola pieza, totalmente deformado, colapsado e implosionado” y sin “aberturas de consideración”, con partes de la hélice enterradas y restos de tuberías, cadenas y pedazos de chapas desperdigados en un radio de 80 metros.
Estos indicios reforzaron la hipótesis de que el buque sufrió una “implosión cercana al fondo”, producto de la presión a una profundidad superior a los 900 metros.
Si bien resta determinar las causas del hundimiento, el estado del casco refutó numerosas versiones que especulaban con situaciones como un ataque con misiles por parte de una fuerza extranjera, y que se sumaban a cientos de noticias falsas sobre supuestos hallazgos, difundidas especialmente en los días iniciales de la búsqueda.
La localización de los restos significó para los familiares de los 44 submarinistas un punto de cierre para más de doce meses en los que el dolor por la tragedia se combinó con la angustia por la falta de rastros y con el pedido constante -que incluyó marchas, petitorios y un acampe de más de 50 días en Plaza de Mayo- para que el buque fuera encontrado: la aparición reforzó a su vez para todos ellos el reclamo por verdad y justicia.
Tras su localización, se tomaron 67.000 imágenes en alta definición, que ya se encuentran en manos de la jueza federal Marta Yáñez, a cargo de la investigación en Caleta Olivia, que busca determinar las causas del hundimiento y las eventuales responsabilidades penales.
Hasta el momento, la magistrada imputó a siete ex altos jefes de la Armada, que han sido citados a indagatoria en el marco de una causa iniciada por “averiguación de delito”, que modificará su carátula cuando finalicen las declaraciones, según fuentes judiciales.
EL RECUERDO DE LOS MISIONEROS: ELIANA KRAWCZYK Y JORGE ORTÍZ
Eliana Krawczyk y Jorge Isabelino Ortíz eran los dos tripulantes misioneros que navegaban en el ARA San Juan.
Krawczyk, oriunda de Oberá, era la jefa de operaciones del submarino y la única mujer entre los 44 tripulantes. Estudiaba Ingeniería Industrial cuando, tras leer un artículo en una revista especializada, vio nacer su verdadera vocación e ingresó en la Escuela Naval Militar, integrando la promoción 137.
Pero no se contentó con egresar en 2008, sino que decidió especializarse en armas submarinas y hacer el curso en la Escuela de Submarinos y Buceo de la Armada. Finalmente, en 2012 tuvo su destino inicial en el ARA Salta -en el que estuvo cuatro años-, convirtiéndose en la primera mujer submarinista en Sudamérica.
Hace dos años, la teniente de navío había sido destinada al ARA San Juan. “Soy la única mujer a bordo y me siento bien, contenta y feliz”, comentó en aquel momento. “Duermo con dos compañeros en el mismo camarote, hago mi guardia matutina y soy la responsable de lanzar torpedos durante los ejercicios militares”, explicó.
Por su parte, Ortíz era cabo principal y estaba en la fuerza desde 2001. Ingresó trabajando en barcos y naves, después hizo el curso de submarinista. Era maquinista, arreglaba el submarino y hacía el mantenimiento eléctrico. El joven residía desde hace una década en Chapadmalal, junto a su esposa y su pequeño hijo de 2 años.
Fuente: Diario El Día.