Originalmente fue fundada en Brasil en el año 1610, por los padres José Cataldino y Simón Masseta en la ribera izquierda del río Pirapó. Pero tras el denominado éxodo de Guirá, se trasladaron en 1631, junto a San Ignacio y a otros pueblos, conducidos por el padre Antonio Ruiz de Montoya a los márgenes del arroyo Yabebirí, y después de algunos asientos provisionales, se estableció en 1686 en el lugar donde hoy quedan los restos de sus ruinas.
En su época de auge esta reducción llegó a albergar aproximadamente 7.000 guaraníes contenidos por tan sólo dos padres jesuitas, quienes para dirigir a esa enorme comunidad, debían comunicarse con los caciques que conformaban un “cabildo”, y luego estos pasaban el mensaje a toda la población.
Las misiones jesuíticas de Loreto ocupan una extensión de 75 hectáreas, rodeadas del característico monte tupido, en el cual conviven diversas especies de aves. Un lugar inmerso en el verde follaje de la zona que poco a poco se ha devorado los restos de las construcciones, lo que justamente le da un aspecto único y distintivo.
Se dice que los restos del padre Antonio Ruiz de Montoya se encuentran enterrados en cementerio de la misión, ya que según se cuenta, estos fueron pedidos y recogidos por misioneros y nativos guaraníes, que pensaron que el mejor homenaje que se le podía hacer, era depositar sus restos en las tierras donde vivió sus años más importantes, aunque otras versiones dicen que yacen en la iglesia de San Pedro en Lima, Perú.
Las Reducciones Jesuíticas de Loreto fueron declaradas Monumento Histórico Provincial y luego Monumento Histórico Nacional en el año 1969 y posteriormente fueron declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad en el año 1984, por la UNESCO.
Curioso y distintivo
Una de las principales características de estas reducciones, que la diferencian de las demás, es el sector de las letrinas. Dentro del conjunto de cuatro misiones jesuíticas que existen en la provincia, es la única en donde se puede observar este sector.
Estos baños rudimentarios consistían en unos pozos calzados con piedras unidas con adobe, y sobre éstas se colocaban unos bancos de madera que servían como inodoro. El fondo de las mismas contaba con pisos de cerámica, con la finalidad de que cuando hacían correr el agua, ésta limpiaba las letrinas con mayor facilidad. Los estudios sugieren que los desechos se redirigían, mediante un sistema de decantación, hacia las huertas y se reutilizaba como fertilizante.
Tarifa actual de la entrada
Extranjeros: $270
Latinoamericanos: $250
Argentinos: $200
Residentes en Misiones: $50
Jubilados nacionales: $100
Jubilados de Misiones: $30
Estudiantes Nacionales: $80
Menores de 6 años: sin cargo
Estudiantes misioneros (primario y secundario): sin cargo
Discapacitados: sin cargo
Residentes locales de cada misión: sin cargo