A mediados de agosto se cumplieron 50 años de esta epopeya donde tres vehículos argentinos fabricados en Córdoba compitieron contra marcas europeas y una japonesa. Apasionados de la marca de todo el país se juntaron en Alta Gracia. Desde Misiones fueron once los autos que en caravana, llegaron a la cita. Y lo hicieron primeros, a pesar de ser el segundo destino en kilómetros por recorrer -después de Comodoro Rivadavia- para llegar a destino.
Aún sin salir del asombro, Gerson Luis Sosa, uno de los integrantes más noveles del Grupo “Torino sin fronteras”, relató la experiencia de los seguidores de los participantes de “Las 84 Horas de Nürburgring”.
“Desde acá viajamos once unidades en caravana, cada uno con su familia, totalizando unos 30 ocupantes, y nos encontrarnos con alrededor de 600 Torinos de todo el país. Fue una emoción muy grande”, contó. Lo primero que hicieron los misioneros fue ubicar los autos frente al predio de Oreste Berta, que era el director de aquel equipo, tomar unas fotografías y viralizarlas. Y las redes comenzaron a compartirlas, permitiendo a quienes quedaron, seguir de cerca el acontecimiento.
Agregó que “llevamos una pancarta que indicaba que éramos de Misiones. Cuando aparecimos los once, la ciudad se tornó una locura. El trayecto sobre la ruta fue una verdadera fiesta. No podía creer. Los camioneros, colectiveros, celebraban. Tocaban bocinas, hacían comentarios. Cuando parábamos en las estaciones de servicio se acercaban a tomar fotos, a observar los autos”.
Según Sosa, “fue una experiencia muy linda. Es mi primer viaje largo. Estuvimos haciendo pruebas cerca, por Apóstoles, en la costanera, como autos antiguos los llevamos a mostrar y a contar del esfuerzo que cada uno hace desde años para restaurarlos. Estuvimos cinco días, salimos desde Misiones el 5 de agosto y volvimos entre el 19 y 20 de agosto”.
Manifestó que muchos amigos torineros, se quedaron con las ganas de participar porque no llegaron, sea por las condiciones económicas, porque no pudieron tener permiso en el trabajo, pero “nos apoyaron en todo momento a través de las redes, hinchando a la distancia. Encontrarnos con grupos de todo el país, compartimos con las familias sea tomando mates o saboreando un asado, como si nos conociéramos de toda la vida. Fue una cosa muy linda la que pasamos”, insistió. De distintos puntos del país los llamaban después del viaje “para ver cómo llegamos, estaban preocupados porque éramos unos de los más distantes. Aprovechaban para ir viendo fechas, invitando, buscando juntarse y compartir nuevamente”.
Sosa es dueño de una coupé modelo 1976. Su pasión nació cuando era muy chico. “Tenía unos 12 años cuando manejé el primer cero kilómetro que era de un cliente de mi papá, que era pintor de autos. Empecé a moverlo, era una cosa nuevita. Un sueño. Y todo este tiempo estuvo dando vueltas por la cabeza esa idea de poder tener un Torino. Tenía amigos que eran viajantes y se movían con esos autos cuando llenar el tanque de combustible no era motivo de preocupación”, narró. Así se fue fortaleciendo la pasión hasta que hace cuatro años un amigo le pasó el dato que en Corrientes, debajo de un árbol, estaba “tirado” uno. “Le dije que iba a tratar que fuera mío. Me acompañó, lo compré y lo traje. Tuve unos percances, dormí en la ruta, falté a mi trabajo, pero las ganas pudieron más”. Lo fue restaurando de a poquito, con sus hijos: Néstor y Naila, su esposa Mónica Gauto, y el resto de la familia. Y es precisamente su hija la que heredó esa pasión por el Torino, “ella es la que lo lava, lo lustra y la que más me acompaña”.
“Horas y horas dediqué para ponerlo a andar. Fueron madrugadas enteras para llegar a lo que el auto está ahora, andando. Aunque estoy en el 90% de la terminación”, explicó.
Pudieron ir a destino y volver a Posadas, sólo con un mínimo contratiempo. “Se me rompió un martillito de válvulas del motor. Sacamos la tapa de válvulas, anulamos un cilindro, y el auto viajó 300 kilómetros con cinco cilindros. Continué perfectamente dentro de la caravana, a cien por hora, sin un cilindro”. En Bella Vista, un amigo torinero tenía una pieza de repuesto y se la regaló. “La colocamos en veinte minutos y partimos sin complicaciones. Más allá del percance fue una experiencia muy linda porque permitió ponernos a prueba y con éxito. Comprobar que no te deja en la calle”, comentó Sosa, que es empleado público, y que en sus ratos libres se dedica a “hermosear”la unidad en el taller que heredó de su padre, Miguel, en la Chacra 104, sobre la avenida López y Planes.
Sosa tiene un registro fotográfico de la evolución que hubo en la unidad desde que trajo el auto desde Corrientes hasta el momento. Su propósito fue dejar todo documentado para mostrarlo en los eventos a quienes se interesen por saber sobre el Torino. “Es una secuencia las condiciones en las que se encontraba y como lo traje a la vida. Yo decía para mis adentros, si el corazón anda -porque lo traje andando, el motor funcionaba- el cuerpo tiene que seguir, responder. Y fue así. Ahora está quedando impecable”, graficó, quien reconoció que su primer auto fue un Ford Falcon pero que “mi corazón está con Torino. Fue el primer auto grande que manejé, me llamaba la atención el tablero y era un auto de mucha potencia”.